28.8.07

Espacio de publicidad

Cacería de guanacos: ¡ENTRE 4 Y 10 VISITAS DIARIAS!

No dejes de leer los nuevos entretelones y súmate al séquito de vana y dolatría.

archivado en: Los venceremos, amor, no pasarán

Dulces dieciséis

Anoche me acosté temprano. Temprano es poco después de las doce. Dormí pronto, sin pastillas, pero dormí raro. Más intermitencias de lo acostumbrado. A las tres Z. aulló muy fuerte. Todo el barrio canino estaba convulsionado. Gran kilombo. Para calmarlo le ofrecí un cacho de pizza, cosa que aceptó. Lo invité a mi cama y le hablé de trivialidades, para que se olvide de eso que lo perturbaba. Hablar de trivialidades a las tres de la mañana no es tarea fácil, mucho menos con un perro. Me doy cuenta que soy capaz de hablar en cualquier momento. Una de las pocas cosas que me gustan de dormir acompañada es eso: hablar con alguien desde temprano. Contarle qué soñé, supongo que debo ser insoportable. No sé si quisiera que me hablen demasiado cuando despierto. En casa nadie habla mucho. Todos nos tomamos el tiempo para despertar. Es un silencio piadoso. Sin embargo. Lo de hablar cuando duermo acompañada.
Y el buen humor. Me despierto de buen humor, aunque casi no haya dormido, aunque haya tenido que levantarme para calmar a Z., aunque haya soñado algo horrible, aunque me haya picado una pulga.
Conozco sólo un hombre que sonríe cuando se despierta. Hace mucho que no duermo con él pero estoy segura que debe seguir sonriendo. Eso es lindo. La sonrisa temprana.
Anoche creo que me pasó. Lo de la pulga, digo.
Es que Z. duerme un rato conmigo, hasta que nos cansamos. Yo lo empujo y se mete debajo de la cama. Algunas veces él se cansa y se va antes. Tiene calor y se va.
Me levanté a las seis y media. En casa hay tres niñas. Una de ellas es mi nena, cumple años. Hoy hay un eclipse parcial de luna pero no se ve. Soñé que el perro se escapaba. Creo que ese es mi miedo más grande. Ayer decía que no tengo miedos, que soy una chica valiente, así y todo, este sueño recurrente. El perro corriendo y yo sin poder alcanzarlo. Me gustaría que alguien me diga "buen día" con una sonrisa. Aunque sea por SMS. Un buen día cariñoso cada día. Ese tipo de cosas son las que yo hago y creo que son buenas y agradables para el mundo. Resulta que no. Que lo que yo deseo no necesariamente es lo que desean los otros, que no tengo que hacer lo que yo deseo sino lo que el otro desea recibir y mucho menos esperar respuesta. ¿Y cómo hago? ¿Cómo hago para saber que necesita el otro? "Con el tiempo lo sabés", me dice. En general el otro no necesita nada. O, por lo menos nada que vos puedas imaginar. Yo creo que nunca supe. O no quise saber, o me faltó imaginación para ir más allá de mis necesidades.
Lo que quiero es un buen día y una sonrisa. Que Z. no aúlle a la madrugada. Que el eclipse se vea y sea algo especial, algo de lo que hablar a lo largo del día. Como la guerra de Irak o lo de las torres. No sé. Un tema de conversación importante.
Peña le dice "putito obsesivo" a Daniel Haddad. Me encanta Peña. Me gusta cuando te da manija para que "no" te levantes. Con esa voz de puto dulce. Hoy está especialmente exultante. Crean una zona roja detrás del Planetario. Pero el eclipse no se ve. En el patio de mi casa hay un citroen destartalado. Muy destartalado. No entiendo cómo consentí que usen mi patio para ese citroen destartalado. Siempre me convencen de cosas absurdas. Soy una consentidora de caprichos profesional. Todo esto es lo que pienso a la mañana, esta mañana y si estuvieras por acá te lo diría. Tal vez de otra manera, te diría que es parte de un sueño disparatado, o le hablaría a la pared pidiéndole el desayuno.
Necesito coca cola con urgencia. No voy a despertar hasta que no reciba mi dosis. Las niñas ya se fueron. Hoy tengo que escribir todas las ideas del fin de semana. La cacería, un poema. Tengo que trabajar también y sobre todo. Tengo que cocinar algo para festejar el cumple. Y no tengo ni idea de qué. Hay algo que me preocupa demasiado. Anoche, por un momento pensé en eso y tuve ganas de llorar. Imaginé cosas horribles. Anoche, también recibí un mail que me hizo sonreír un poco.
Ayer al despertar él me preguntó si "eso es tos de fumador". Le dije que no, que nunca me pasa. Hoy tosí de la misma manera. Dos días no son guarismo para estadística, pero esta mañana vi el cenicero y sentí asco. Creo que es tos de fumador. O que me cayó mal la pizza. O que estoy embarazada.
Y bueno, ojalá que sea sanito. Me refiero al tumor.

archivado en: querido diario y mañanas campestres

21.8.07

Composición tema:


Por si no quedó claro, la historia continua acá: http://caceriadeguanacos.blogspot.com
Ya se ha procedido a la publicación de una nueva y apasionante entrega. La posteación será errática, arbitraria y dependiente de situaciones laborales, sentimentales, psicofísicas e inspirativas, por lo cual se recomienda agregar la url a su lector de feeds de confianza.

Resacas seguirá siendo el lugar privilegiado para todos aquellos que sufran de penurias amorosas, crisis de ansiedad, deseo de superación, problemas intestinales, viajes en tren, noticias, actualidad y gente que busca gente.

Un gran abrazo y gracias por el estímulo, la gentileza y hombría de bien demostrada a lo largo y a lo ancho del proceso creativo.

archivado en: plastipinturitas, enseñanzas de vida y aclaraciones necesarias

Cacería de guanacos III

—Señorita, señorita, despiértese — dijo en tono suave pero a la vez enérgico—, le he traído su pedido.
—Ah… el chico del delivery —musité yo recobrando un poco, sólo un poco, la fe en la humanidad.
—Se equivoca —dijo él—, y le pido por favor no prejuzgue en lo que podría yo entender como menosprecio de su parte hacia mi persona. Si bien soy el encargado de traerle su alimento no soy simplemente "el chico del delivery" tal como usted me llamó, sino mucho más que eso: soy psicólogo, recibido con honores en la Universidad de González Carman y actualmente estoy haciendo un posgrado en La Academia Intercontinental de Anganuzzi, pasando el río Gral Paz. Usted sabrá del renombre de dicha institución.
—No, no lo sé —contesté algo apenada— pero, dígame, ¿en que consiste su posgrado?
—Eso no se lo puedo decir —contestó él ofuscado—, en la pizzería La Imperial, las normas de higiene y seguridad son muy estrictas, no nos está permitido, de ninguna manera, entablar relación con los clientes, más allá de un simple saludo cordial o la aceptación agradecida de una propina.

Acto seguido, el psicólogo me extendió el paquete con la mano izquierda, haciendo con la otra mano un claro gesto de demanda, cual mendigo en el andén.
Recibí el paquete y de inmediato hurgué en mi bolso en busca de algunas monedas.
Pero monedas no había, por lo cual le extendí un pequeño papel en el que escribí con caracteres caligráficos impecables: "vale por una suculenta propina a cobrar a la brevedad".
El muchacho recibió la nota y al leerla, una lágrima de emoción recorrió su mejilla. Guardó el papel en su mochila, saludó con una sonrisa encendida y se subió a la moto a continuar con la entrega de pedidos.
—Espere —grité desesperada—, necesito hacerle una pregunta, es usted el único ser humano amable con el que me he topado en este día aciago y, teniendo en cuenta sus títulos académicos también agregaría, el único profesional. Tal vez pueda ayudarme a encontrar la Agencia de Expediciones, Cacerías y Afines.
—¿La qué? —dijo él con extrañeza.
—La Agencia De Expediciones, Cacerías y Afines.
—Lamento no poder ayudarla. Lo más parecido a una agencia que conozco es La Agencia de Apolonio Klinky, sita en Los Estados Unidos de Viturro. Queda a 2000 leguas de viaje submarino, creo que la pietronave la deja bien, tal vez allí puedan orientarla.
—No sé como agradecerle —le dije emocionada.
—¡Faltaba más! Para esto estamos los psicólogos, para el estudio de la mente y del comportamiento humano abarcando todos los aspectos de la experiencia del hombre. De todas maneras, mis honorarios son de cincuenta pesitos la sesión.
—¿Pero de qué sesión me está hablando? Sólo le hice una simple pregunta de asesoramiento que usted respondió, pensé que con desinteresado altruismo y amor universal.
—Tiene Usted razón en lo de mi cualidad benévola, pero, comprenda, no en vano quemé mis sesos en la facultad y, por otra parte, aunque mi aspecto sea el de un joven mancebo apolíneo, tengo en realidad cuarenta y siete años y una familia numerosa que mantener.
—¿Sí? ¿Cuántos hijos tiene?
—Tengo tres en edad escolar y dos en edad de merecer —contestó, mientras sacaba de su billetera unas cuantas fotos de niños de cabellos de ángel y miradas inocentes y claras como el firmamento de Bella Vista. Y esta es mi esposa, se llama Claudia y se parece mucho a Caramelito, ¿verdad?
A esta altura ya no me sentía con fuerza para contradecirlo. Miré mi reloj y comprobé que ya habían pasado más de los cuarenta minutos correspondientes a la sesión, según convenio (celebrado en 1947 entre el Ministerio de Salud de la Nación y las Unidades Académicas de Psicología de Universidades Nacionales, Regionales e Interestales), y revolví mi bolso buscando un billete de 50 pesos.
Pero billete no había, por lo cual recurrí al anterior ardid del vale que el muchacho guardó con ilusión junto al que le había dado anteriormente.
—Continuamos en la próxima sesión —dijo de modo casi inaudible porque la moto había arrancado y, según mi criterio tenía serios problemas de carburación. Esto lo deduje al ver el humo negro y espeso que expelía del caño de escape, cosa que me recordó que debía comer mi porción de pizza ante de que se enfriara.
Pero la pizza estaba fría.
(continuará)

archivado en: hitazo del invierno - todo junto

18.8.07

Cacería de guanacos II

El muchacho de la moto estaba tardando más de los diez minutos que el hombre de la voz del teléfono me había asegurado que demoraría. Comenzaba a impacientarme cuando divisé en el horizonte una figura humana que se acercaba con paso cansino.
Cuando la tuve a unos diez metros de distancia descubrí que eran dos figuras: una humana y otra animal. En el momento en que la figura humana se sentó a mi lado supe que se trataban de un arriero y una vaca.
—Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas —murmuró él
—Eso no es cierto —respondí—, ¿acaso la vaca no es de su propiedad?
—No, no lo es —dijo él.
—Pues entonces, la pena será suya, no nuestra. Lo que es yo, soy muy feliz —le dije—, y lo seré aún más cuando consiga emprender la gran aventura a la que he venido aquí. Por una de esas casualidades, ¿podría usted decirme la ubicación geográfica de la Agencia de Expediciones, Cacerías y Afines?
—No —respondió el arriero, cortando el aire con su monosílabo, en dos mitades claramente identificables. Una de ellas resultaba irrespirable. Al parecer, la vaca o el arriero sufrían de un severo problema de halitosis. La otra mitad olía a Poett lavanda (con notas de eucaliptos y menta), desodorante de ambiente de suave aroma, aprobado por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y el Programa sobre Procesos Estratosféricos y su Relación con el Clima (SPARC) por no afectar la capa de ozono.
Me ubiqué en ese sector, hecho que seguramente fue interpretado por el arriero como un gesto de descortesía, ya que a los pocos segundos, luego de proferir bufidos en evidente señal de desagrado, observé como él y la vaquita se iban por la misma senda.
La pena se quedó conmigo apoltronada en mi corazón cual ave de corral crujiente, cosa que me recordó que debía buscar los guanacos para, posteriormente, darles la caza correspondiente. Una bruma melancólica envolvió la esquina de Rivadavia y Kurupí, la visión comenzó a hacérseme dificultosa y caí en una especie de ensimismamiento cetrino del cual me sacaría, horas más tarde, el chico de la moto con su voz jubilosa.

(continuará)

archivado en: segunda parte - (todo por ahora)

15.8.07

Cacería de guanacos I

Lo que más me sorprendió de la República de Ciudadela no fueron sus frondosas selvas, ni el efecto que las nubes provocaban al reflejarse en las cristalinas aguas de sus lagunas, tampoco el trabajo que la lava, durante siglos, había efectuado en las laderas de los volcanes, ni el espectáculo de aquel cielo en el que explotaban estrellas cual luciérnagas curiosas.
No, no fue eso lo que llamó mi atención.
Lo que más me asombró de la República de Ciudadela fue su proximidad con Ramos Mejía, país que, a juzgar por lejanos recuerdos provenientes de mis estudios secundarios, ubicaba, por lo menos, unas setecientas millas más al norte.

Al llegar a la Agencia de Expediciones, Cacerías y Afines, sin disimular mi estado de excitación al imaginar el comienzo de la gran aventura, le extendí a la empleada el voucher que me habían enviado por correo donde constaba el detalle de los servicios que había contratado.
La empleada, una mujer joven y amable, me indicó que la agencia que había funcionado durante cuarenta y cinco años consecutivos en ese lugar, se había trasladado a otra dirección luego de haber sufrido los estragos del tifón Brahuer que había asolado la región semanas antes.
Miré a mi alrededor y comprendí el porqué de la precaria estructura de la instalación. A decir verdad, me había llamado la atención el que no hubiese afiches con paisajes ni banderines de colores. El lugar se asemejaba más a un puesto de choripán que a una agencia de viajes.
Y era, en efecto, un puesto de choripán.

Un tanto desconcertada, pero con la agudez de mis sentidos intacta, aproveché para sonsacarle información a la empleada con respecto al nuevo domicilio de la agencia, mientras degustaba el producto típico del lugar.
La empleada me ofreció chimichurri, a lo que me negué. La experiencia me indicaba que la ingestión de dicho condimento no era la más indicada en vísperas a una cacería de guanacos, ya que podía producir gases que le indicarían a la presa de la presencia de su cazador.
El choripán duró lo que un suspiro, lo cual me hizo reflexionar sobre la levedad del ser durante un instante que fue francamente insoportable, pero como todo instante, se mantuvo por un brevísimo lapso de tiempo, lo cual hizo que pasara pronto.

Minutos más tarde, la empleada me anotó un número de teléfono que, presumí, sería el de la agencia, y salí rauda a buscar una caseta telefónica. Caminé durante varios kilómetros hasta que di con ella.
Pero el teléfono no funcionaba.
Horas más tarde encontré un locutorio.
Y estaba cerrado.
Fue en ese momento en el que decidí utilizar mi teléfono celular y llamé.
Me atendió una voz masculina que supuse pertenecía a un hombre de edad mediana y buen estado atlético, a quién le solicité la nueva dirección de las oficinas de la Agencia de Expediciones, Cacerías y Afines con el firme propósito de dirigirme allí cuanto antes para ajustar los detalles pertinentes a tamaña epopeya que estaba a punto de realizar, sin dejar de mencionarle, en detalle, todos los trastornos que me habían ocasionado la mudanza y también exigirle un resarcimiento de tipo económico o moral.
El hombre escuchó atentamente mis reclamos y luego respondió:
—Estimada señorita, lamento no poder complacer sus deseos, pero el teléfono al que usted ha llamado pertenece a la Pizzería Imperial, los reyes de la fugazzeta rellena. No conozco la agencia que usted menciona, pero gustoso puedo ofrecerle alguna de nuestras increíbles promociones. El servicio de delivery ¡ES GRATUITO!
No sin cierta desazón, y teniendo en cuenta que el choripán ingerido en el instante anterior había durado lo que un suspiro y, por tanto había despertado en mí un apetito voraz, le encargué una chica de muzzarella que venía con dos porciones de faina de regalo; le indiqué la esquina donde me encontraba y me senté a esperar al chico de la moto que me traería el pedido con la secreta esperanza de que supiese algo respecto a la ubicación de la agencia, o, al menos, me orientara acerca del paradero de los guanacos.
El sol comenzaba a esconderse detrás del Pinar de Rocha y por las arenas, bailaban los remolinos...

(continuará)

archivado en: somos escritores queremos escriturar

12.8.07

Homilía del día del niño.

Hoy abrimos el templo a los niños porque de ellos será el Mundo del Juguete.
Tranquilos y sin hacer ningún tipo de kilombo se me van arrodillando si no quieren que les dé de ostias.

Oremos.

Los niños son seres inferiores que no saben lo que hacen. Si uno no está ahí para que no metan el dedo en el enchufe, son capaces de electrocutarse, o de romper el plastiquito donde están los agujeritos o te lo dejan todo mugriento con manchas de chocolate o barro o, incluso caramelos.
Algunos adultos también son proclives a meter el dedo en el enchufe o en lugares aún más peligrosos como por ejemplo cámaras sépticas, bajo mesadas o carburadores. Esto sucede porque son personas que no han recibido, cuando niños, los rígidos preceptos morales de la fe Jehocitiana.
Por eso es necesario educarlos desde ahora, para que entiendan, para que de una vez por todas comprendan que no se puede andar por la vida haciendo bardo, que no está bien gritar en los colectivos, que es muy feo pasársela llorando, pegar chicles debajo de la mesa que después no va el perro y se los come, que no hay que pedir regalos caros como barbies o kents o routers inalámbricos o pelotas homologadas por la FIFA que después van a colgar en la casa del vecino que es bastante joeputa y no la va a devolver, que no hay que pelearse con los hermanos por la play o por el horario de Internec, porque Internect es de uso exclusivo de adultos ya que son ellos los que necesitan cubrir sus vidas marchitas y completamente arruinadas con los fantásticos destellos de los flash, blogs y youtubes.

Un buen niño testigo de Jehocities debe, por sobre todas las cosas, comer con la boca cerrada. Es horrible para quien está enfrente ver como la comida se convierte en bolo alimenticio. También es importante no hacer ruido. Ni cuando se come ni nunca. Un niño callado es justo y necesario. Así que me hacen silencio que estoy hablando, manga de pendejos maleducados que esta homilía es en honor a todos ustedes porque hoy es vuestro día y ni en pedo sueñen con cajitas felices porque son caras y la almóndiga de adentro es una verdadera porquería grasosa y además cada día más chica que no te llena y después me van a pedir el conito de helado y no sé cuántas pelotudeces más.

Para festejar el día del niño, la Comunidad Organizada y la Secretaría de Asuntos Hominicales preparó un festival infantil.
Aquí no habrá ningún nabo como Piñón fijo, Julián Weich o Panam ni tampoco habrá golosinas o jugos de esos baratos que son asquerosos. Lo que sí habrá es un profundo amor y respeto hacia ustedes, los beneficiarios, dulces nenes que tanto trabajo nos dan y si alguien fuera capaz de avisar antes de que garchetiemos como conejos desaforados, seguro, seguro hubiésemos tomado las precauciones pertinentes y hoy ¡minga día del niño!

El valor de la entrada es de 2 dólars. Los menores pagan 5 dólars porque no tenemos porque andar aguantándolos toda la tarde y por el mismo precio.

Dios quiere mucho a los niños. Es por eso que inventó el Mundo del Juguete y los hipermercados con secciones de juguetes chinos. Si el niño se consagra a las sagradas escrituras, sin salirse del margen, ni borronear las hojas (y mucho menos tratar de borrar con los dedos húmedos porque se comió la goma y no tiene), seguramente será un pendejo aplicado y digno de todos los esfuerzos que sus padres y educadores ponen en pos de un futuro feliz.

Ahora terminamos con un hermoso tema infantil interpretado por Pearl Jam, aprovechando que a mí me gusta mucho, me pone contenta y es especial para sumirse en un estado de beneplácito festivo.

Los chicos se me van al galpón que está en el fondo y ojo con romper las plantas que nuestro Santo Jehocities nos brindó para nuestro vergel divino. Se sientan y se ponen a ver la película de los Simpson que bajamos de Internec especialmente para ustedes. Se ve como el orto, casi no se escucha porque está filmada desde el cine y hay gente estúpida que habla, se ríe y come pochochos, pero un rato se van a entretener. Y si no se entretienen, se joden.

Antes de irse les pido que levanten los papeles de galletitas. No sean roñosos y Nuestro Señor Jehocities los va a ayudar.
Los que se portaron para el culo se van a una salita de castigos a ver Gran Hermano 5 durante 9 horas consecutivas. O se ponen a twittear como pavotes sin motivación que son.

Mientras tanto, los adultos nos quedamos acá bailando esta bonita canción hominical.



Yo, como suprema sacerdotisa tengo el derecho que dios me confirió para elegir a mi partenaire y en este caso en particular sos vos, el de barbita que toma mate.

—Vení, bombón, no seas tímido, bailemos.

Todos los demás pueden hacer palmas. El ritmo es: tan, tantán, tan, tantán.
Si a alguno no le sale le preguntan a PC que les hace precio.

Y el que no me baila se va con los chicos. Por amargo se va.
En paz se va.

—Es palabra de Jehocities.
—Te alabamos, Jehocities.

archivado en: homilías especiales

11.8.07

Composición tema: la vaca

Lo prometido es deuda. Para Aste, gran reflexólogo y futuro mecenas de la humanidad.




archivado en: nuestros años felices

10.8.07

Tutiplén tachado y sin títulos

Se pasea en el aire bajo fondo (hacia el hondo) literal de huesos cancerosos, descalcificados, miran bobos como caen las estrellas, miran huecos, ¡cómo brillan! lucecitas de yogures intestinos que transitan (lento) el barranco de cloacas, van al frío, van al río, amarrados, no se sienten, no se huelen, inodoro collage de tolueno, tu amor a-precio de ángel quedó ahí (en la niebla) deshecho toxicómano se pasea en el aire fango sordo hasta el horno de los huesos, de los huecos, que hubo fuego y las cenizas...

...........................

¿Algo que está pero no se ve, no se toca, no se escucha, no se lee, realmente está?
¿Algo que sólo se imagina, está?
¿Lobo, está?

Y la película, en lugar de tener un final grandilocuente donde alguien muere, todos lloran y hay un plano panorámico que se aleja y diluye del paisaje, de la casa, el cementerio, la película jamás empieza, no hay película, no hay historia, nadie nace, nadie vive, nadie muere.

Y yo quiero me devuelvan mi dinero.
Necesito comprarme una paciencia ahora que tiempo es lo que sobra.

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Ladrones que acechan el tesoro, cuervo hambriento chupasangre de rapiña discontinua que no cede ni una pizca luminaria de descanso, ápice ansiolítico, —nunca olvidan las tareas, siempre andan deseando lo vedado tras cristales que están sucios— veo ahora como mueren los rosales, ni una flor en este año (carajo, era mi año y ya pasó, como pasan los estigmas, las brevísimas faldas primaveras, las asignaturas polcas del espiante) y más luego, en el hilo desabrido del desmayo, cascallar de voces apretadas, el desahucio que se inmola —ya no toquen, ya no sigan, que se callen los ejércitos violines, que se pinche el fuelle y la pendiente del absurdo se haga patria de los parias pobrecitos, sin orquesta, el deslinde, la mañana, piezas sueltas de un mecano inesperado—. Digo basta. El viento ataca sin puñales. Digo basta y me miran los relojes. Digo basta y cambio de canal. Digo basta y no hay señal.

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Posó para la foto y ahora está apretado entre la páginas 298 y 299. Dice Jorge Aranguren, allí mismo: "tan grande y muda como una diosa humedecida"

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Debo pensar que ya pasó cuartodehora-mediatinta, llama apagada en el cacharro de las sábanas, de los soles rotosos patea puertas, debo almidonar el músculo —no duerme—, apilar los núcleos uno a uno, en perfecta armonía ubicar las falanges, vértebras, encías, extremidades, debo ser algo más que carne que se pudre, debo dormir y al despertar ya no ser.

.........................

Macerar la tarde en un mortero de plata con lágrimas de espanto entre destinos de los que se duermen soñando con topadoras que arrasan bosques figurados, se quedan con el brote de la savia y dejan humo, la quema del mañana, la quema de la carne, la quema de la frase intencionada en dirección a ningún lado.

archivado en: rayones de letrina (plagio)

9.8.07

Como te venia diciendo

APDEIT: Me dice Lavi que aclare que las plastipinturitas estas son de mi autoría, así todos me considerarán re grosa en lo que respecta a las bellas artes y esas cuestiones que tenía abandonadas pero vienen, parece que se vienen.
Y además, que haciendo clicki-clicki en ellas se ven un poco más grandes y espectaculares.

  


archivado en: qué rápido ruedan las ruedas del carro del ferrocarril

4.8.07

Tutiplén con Kafka* y Viga* al lado

No sé por qué razón ahora estoy viendo clavos cromados
Laviga*

No ves en la duermevela de la prisa más que fugazmente todas las cosas que pasan

Uno está ahí arriba, tiene los condimentos de la inmediatez, el ritmo es vertiginoso y las expectativas son rápidas —se cumplan o no, no importa—, todo pasa y el ejercicio de capitalizar alguna cosa, el intento de permanencia o, al menos, una pequeña dosis durable, es tan veloz que atraviesa y casi no lo vemos.
Todo es fugaz y las decepciones casi no duelen porque no hay tiempo.

En el otro, en el de abajo, hay trenes, horarios, responsabilidades, complicaciones, imprevistos y un ritmo natural, una inercia que maneja lapsos más lerdos, tal vez más aburridos y tediosos, pero si uno se adapta y baja el nivel de ansiedad, los resultados a largo plazo serán achocolatados.

Estamos hablando de planos virtuales y planos reales, señoras y señores.
Y también de patrones de felicidad.


Tenemos luz de conocimiento. Quién se empeña mucho en lograrla hace sospechar que quiere, en cambio, rechazarla.

Enredado en el gerundio te veo tan chiquito, poca cosa, una imagen diluida en agua y leche.
Enredado, cada vez te veo menos y comprendo que el amor también es una forma de sintaxis.


Todos los errores humanos son fruto de la impaciencia, interrupción prematura de un proceso metódico, obstáculo aparente levantado en torno de una realidad aparente. La desgracia de Don Quijote no es su fantasía. Es Sancho Panza.

Allá arriba hay una nube de gente que conduce por una autopista que te pierde en sus tantos carriles, atropellados, vertiginosos, coloridos, peligrosos (más aún con esta lluvia).
Tenemos la autopista pero necesitamos construir una colectora, marcha lenta donde el descanso sea posible, donde el pensamiento pueda abrevar un poco.


Existe un punto de llegada pero ningún camino; aquello que llamamos camino no es más que nuestra propia indecisión.

Tan acostumbrada a vestir muñecos, ponerles saquitos bordados con piedras preciosas, cubrir anhelos propios, inventar sonrisas e inteligencias, dibujar a mi manera, del modo que me gustaría, proyectarles palabras que yo digo, que yo quiero.
Todo el tiempo, en la autopista, es así.
En la colectora no fabricaré ninguna imagen. Quiero verte como sos. Quiero que me gustes así.


Te hundes dentro como un niño en el acolchado de un carruaje de viaje que corre a través de la tempestad y la noche.

La evasión en este caso se disfraza de festejo. Una torta de frutillas, una velita, una canción que equipare al "feliz cumpleaños", que represente este momento de alegría, que haga que tomemos consciencia inmediata de lo verdaderamente disfrutable. Momentos pequeñitos que normalmente no vemos porque estamos esquivando los autos de la autopista.
La canción habla de fe y la cantamos como un mantra. Los deseos que pedimos son los mismos de siempre pero esta vez vamos a darle el tiempo necesario para que se cumplan.


Se lee en alguna de nuestras antiguas escrituras

Un autito de colección
Y botellas vacías en el piso.
Pasa un tren sobre mi cabeza,
pido tres deseos, cruzo mis dedos
y te beso bajo el puente.
Que se cumpla uno,
sólo uno sería suficiente.

¿Cómo es que no merezco que sufras?
Ni una palabra dolorida te recibo.
Pasa un marino y pido tres deseos,
anudo mi pañuelo por tres puntas,
camino sola bajo el puente
Que se cumpla uno,
sólo uno sería suficiente.

La marea baja y deja su resaca.
Huele mal dentro del auto.
Pasa una estrella que ha caído
y pido tres deseos.
Bajo el puente hiede a cloacas.
Que se cumpla uno,
sólo uno sería suficiente.

Todo lo que señala tu nombre
no es más que un vestigio leve
de lo que sucedió esa noche
cuando pedí deseos, anudé el pañuelo,
besé a la estrella y calciné mis labios.
El puente cayó sobre los huesos,
la ilusión aplastada, fue suficiente.


El mal, a veces, está en tus manos como un instrumento; lo hayas reconocido o no, si quieres puedes dejarlo a un lado sin que se oponga.

Tuve la suerte de contar con cuatro o cinco vidas de repuesto y a todas dilapidé en sueños tan oscuros que de sólo pensarlos me dan miedo.
Los meto en un un fresh pack y al frezzer —que algún diente morderá y no será el mío—
Espero una tarde de febrero en pleno invierno. Me quedan muchos meses y paciencia.
Las paredes del museo se derriten ante un brisa pequeñita, ¡tiemblen los archivos! He venido aquí para ver que hay detrás del muro blanco y me entretengo imaginando que hay un tren que parte a metros de la estación que nace a partir de las seis de la mañana y a mi lado no veo soledades sino manos calentitas.
Suerte tengo porque aún tengo una vida y no voy a dejar que se me vaya, pasaré un nivel y luego el otro y cada vez todo será más complicado, pero iré subiendo y ahí arriba no habrá quién me obligue a bajar de nuevo.
Sólo necesito monedas para el colectivo.


De cierto punto en adelante no hay regreso. Es el punto que hay que alcanzar

Eso.


El vaivén - Pequeña Orquesta Reincidente



*Los títulos son fragmentos y citas de Kafka del libro "Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero". Mi libro de cabecera desde hace muchísimos años y al cual debo agradecerle que me vaya tan, pero tan bien en la vida.

archivado en: tutiplenes de autoayuda para toda la familia