4.8.07

Tutiplén con Kafka* y Viga* al lado

No sé por qué razón ahora estoy viendo clavos cromados
Laviga*

No ves en la duermevela de la prisa más que fugazmente todas las cosas que pasan

Uno está ahí arriba, tiene los condimentos de la inmediatez, el ritmo es vertiginoso y las expectativas son rápidas —se cumplan o no, no importa—, todo pasa y el ejercicio de capitalizar alguna cosa, el intento de permanencia o, al menos, una pequeña dosis durable, es tan veloz que atraviesa y casi no lo vemos.
Todo es fugaz y las decepciones casi no duelen porque no hay tiempo.

En el otro, en el de abajo, hay trenes, horarios, responsabilidades, complicaciones, imprevistos y un ritmo natural, una inercia que maneja lapsos más lerdos, tal vez más aburridos y tediosos, pero si uno se adapta y baja el nivel de ansiedad, los resultados a largo plazo serán achocolatados.

Estamos hablando de planos virtuales y planos reales, señoras y señores.
Y también de patrones de felicidad.


Tenemos luz de conocimiento. Quién se empeña mucho en lograrla hace sospechar que quiere, en cambio, rechazarla.

Enredado en el gerundio te veo tan chiquito, poca cosa, una imagen diluida en agua y leche.
Enredado, cada vez te veo menos y comprendo que el amor también es una forma de sintaxis.


Todos los errores humanos son fruto de la impaciencia, interrupción prematura de un proceso metódico, obstáculo aparente levantado en torno de una realidad aparente. La desgracia de Don Quijote no es su fantasía. Es Sancho Panza.

Allá arriba hay una nube de gente que conduce por una autopista que te pierde en sus tantos carriles, atropellados, vertiginosos, coloridos, peligrosos (más aún con esta lluvia).
Tenemos la autopista pero necesitamos construir una colectora, marcha lenta donde el descanso sea posible, donde el pensamiento pueda abrevar un poco.


Existe un punto de llegada pero ningún camino; aquello que llamamos camino no es más que nuestra propia indecisión.

Tan acostumbrada a vestir muñecos, ponerles saquitos bordados con piedras preciosas, cubrir anhelos propios, inventar sonrisas e inteligencias, dibujar a mi manera, del modo que me gustaría, proyectarles palabras que yo digo, que yo quiero.
Todo el tiempo, en la autopista, es así.
En la colectora no fabricaré ninguna imagen. Quiero verte como sos. Quiero que me gustes así.


Te hundes dentro como un niño en el acolchado de un carruaje de viaje que corre a través de la tempestad y la noche.

La evasión en este caso se disfraza de festejo. Una torta de frutillas, una velita, una canción que equipare al "feliz cumpleaños", que represente este momento de alegría, que haga que tomemos consciencia inmediata de lo verdaderamente disfrutable. Momentos pequeñitos que normalmente no vemos porque estamos esquivando los autos de la autopista.
La canción habla de fe y la cantamos como un mantra. Los deseos que pedimos son los mismos de siempre pero esta vez vamos a darle el tiempo necesario para que se cumplan.


Se lee en alguna de nuestras antiguas escrituras

Un autito de colección
Y botellas vacías en el piso.
Pasa un tren sobre mi cabeza,
pido tres deseos, cruzo mis dedos
y te beso bajo el puente.
Que se cumpla uno,
sólo uno sería suficiente.

¿Cómo es que no merezco que sufras?
Ni una palabra dolorida te recibo.
Pasa un marino y pido tres deseos,
anudo mi pañuelo por tres puntas,
camino sola bajo el puente
Que se cumpla uno,
sólo uno sería suficiente.

La marea baja y deja su resaca.
Huele mal dentro del auto.
Pasa una estrella que ha caído
y pido tres deseos.
Bajo el puente hiede a cloacas.
Que se cumpla uno,
sólo uno sería suficiente.

Todo lo que señala tu nombre
no es más que un vestigio leve
de lo que sucedió esa noche
cuando pedí deseos, anudé el pañuelo,
besé a la estrella y calciné mis labios.
El puente cayó sobre los huesos,
la ilusión aplastada, fue suficiente.


El mal, a veces, está en tus manos como un instrumento; lo hayas reconocido o no, si quieres puedes dejarlo a un lado sin que se oponga.

Tuve la suerte de contar con cuatro o cinco vidas de repuesto y a todas dilapidé en sueños tan oscuros que de sólo pensarlos me dan miedo.
Los meto en un un fresh pack y al frezzer —que algún diente morderá y no será el mío—
Espero una tarde de febrero en pleno invierno. Me quedan muchos meses y paciencia.
Las paredes del museo se derriten ante un brisa pequeñita, ¡tiemblen los archivos! He venido aquí para ver que hay detrás del muro blanco y me entretengo imaginando que hay un tren que parte a metros de la estación que nace a partir de las seis de la mañana y a mi lado no veo soledades sino manos calentitas.
Suerte tengo porque aún tengo una vida y no voy a dejar que se me vaya, pasaré un nivel y luego el otro y cada vez todo será más complicado, pero iré subiendo y ahí arriba no habrá quién me obligue a bajar de nuevo.
Sólo necesito monedas para el colectivo.


De cierto punto en adelante no hay regreso. Es el punto que hay que alcanzar

Eso.


El vaivén - Pequeña Orquesta Reincidente



*Los títulos son fragmentos y citas de Kafka del libro "Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero". Mi libro de cabecera desde hace muchísimos años y al cual debo agradecerle que me vaya tan, pero tan bien en la vida.

archivado en: tutiplenes de autoayuda para toda la familia