10.1.21

42

Cualquier cosa que se piense con lógica puede ser
engañada por otra que se piense con la misma lógica. 

La forma más fácil de engañar a un robot enteramente
 lógico consiste en suministrarle 
la misma 
secuencia de estímulos una y otra vez 
hasta dejarlo encerrado en un círculo vicioso.  
Douglas Adams


Así las cosas, no más que una exigua luz que alumbra el bulldozer imperturbable de esta demolición anunciada. A gritos silenciosos como puñales de plástico que se doblan en el borde de una copa vacía de misterios.
En la borra se lee la opresión de ciertas noches escurridas sobre un mantel gastado, viejo, pegajoso.
Mientras tanto, las palabras se atragantan en la cúspide del ansia y es necesario que la mecha esté lo suficientemente húmeda como para que la chispa se apague un segundo antes de la explosión.
¿Qué cosa mejor se te ocurre hacer con tus alas resecas?¿El ardid de una soledad que no se negocia, el estandarte vanidoso que no admite sobornos ni favores inquietantes?

[Resultó que aquella ciudad que nos parecía perfecta para orientar nuestro breve paso se detuvo en un espacio limítrofe entre dos líneas de tiempo y ahora sólo es una postal sepia que agoniza sobre un mueble cubierto de polvo].

Así las cosas, apretamos los puños, hacemos caso omiso y cabeceamos una pelota inexistente; es que lo nuestro son otras habilidades:
Por ejemplo, la apatía.
Por ejemplo, la mordaza.
Por ejemplo, cuidarnos del germen de la remota ternura, no vaya a ser que algo nos conmueva y se nos venga encima algún abrazo.
Mientras tanto, soplar tanto humo como se pueda hasta cancelar la pérdida; soplar y hacer botellas vacías de sorpresas.
¿Qué harías si supieras que esa es la última boca que besarás en tu vida? ¿La besarías? ¿O es inimaginable que exista una posibilidad diferente a la que te sodomizaron?

[Entonces también las piernas son torpes, los pies llevan toneladas de plomo y el dolor se hace más agudo en el descanso de una escalera de sólo de diez peldaños: uno por cada amanecer distraído en sudores y lluvias].

Así las cosas, radicales. Todo o nada. A nadie le gusta perder y lo nuestro son otras capacidades:
Por ejemplo, quién se aguanta más.
Por ejemplo, quién no aguanta más.
Por ejemplo, quién es capaz de sostener la gran indiferencia con sólo dos dedos y una firme obstinación, no vaya a ser que se nos escapen un par de sonrisas irrecuperables.
Mientras tanto, la mesa está servida. Hay manjares deliciosos, hay licores espumantes, hay detalles exquisitos, pero está vacía de comensales.
¿Y si descendieras de tu inmensa telaraña, qué calamidad irreversible creés sobrevendría?¿Cuánto pensás que valdrá tu desventura, mañana, cuando la anestesia sea total e irremisible?

[Ahora es un espacio no disponible para carteles, sin embargo, seguimos pintando grafittis con nuestra sangre, olemos a frío y queremos sacarnos del bolsillo las piedras que nos pesan, aunque sean diamantes, aunque sepamos que son las últimas gemas del planeta].

Así las cosas, la junta médica receta avemarías y nos manda a dormir bien tempranito, nos prohíbe terminante que digamos, nos libera el gasto humano, nos exige un onanismo antiséptico, incoloro, analgésico. Marca campos en las pieles, nos prepara para una nueva demolición anunciada.
archivado en: paranoid android

22.11.20

Jarabe de palo

Bonita plaza metida en un barrio. Bonito barrio metido en Olivos, una ciudad bonita. A dos cuadras de Estación Borges (La estación de las artes del tren de la costa.) Casonas antiguas recicladas con mayólicas, bonitas mayólicas, muy modernas las mayólicas. Todo prolijo. Hasta las hiedras que cubren la iglesia en su totalidad lo hacen con una especie de dignidad elegante.
Hoy Santa Cecilia. Hoy demasiados años de un día en el que creí iba a envejecer a su lado. Un día de resaca, el recuerdo más punzante de ese bonito día.
Hoy un baile adónde no bailo. Hoy jueves. Bonito jueves. Inútilmente bonito.
Tipas que lloran a cántaros. Me lloran encima. Bonita manera de llorar. Es un llanto fino, prolongado y silencioso.
Aquí no pasa nada.

Por mí se va hacia todas, hacia ninguna parte. Jardín soy, un parque, senderos entre hierbas, una muralla. Caminantes recorren mis senderos hacia ninguna, todas partes. Alguno acampó bajo un árbol. Otro en el silencio. Aquí sopla el viento de nunca y de jamás.*

La tarde se salva de un suicida. Alguien está por casarse, en la iglesia, enfrente. La novia baja de un auto que parece un paquete de confites de Lion D'Ors. Esos que me fascinaban del negocio de Corrientes y Uruguay —la casa de la abuela—, mi deseo enorme de una de esas cajitas con moños dorados y celofanes, diminutos muñequitos, horas mirando la vidriera magestuosa, bonita vidriera. Alguien está por casarse, hoy alguien cree que no envejecerá solo.
Alguien baila un baile que yo no bailo.
Hacer planes a futuro. Es bonito pensar que hay un futuro.

De las angustias de la calma se ha escrito demasiado bien. El perder la esperanza de puerto, el agotar víveres y agua, el fosforecer de presencias extrañas, la agonía...*

Hoy mi santo. Poca gente lo sabe, una sola persona me saluda año a año desde hace demasiados años. Cecilia. Esa también soy yo, cecilia es uno de mis colores. Bonito color que nunca uso.
A esta plaza le hace falta música. A las esperas, a todas las esperas, les hacen falta placebos. Escucho Placebo. Bonita voz, tan parecida a esa sublime de Geddy Lee. Bonita, muy bonita la versión que hacen de "Bigmouth Strikes Again" de los Smith. Música. Música. Bonita música.
Hoy Santa Cecilia. Santa Patrona de la música. Murió asfixiada, eso dicen. En Transtévere está la iglesia con sus reliquias. Yo estuve ahí hace demasiados años, cuando envejecer juntos comenzaba a ser un disparate hipócrita. Santa Cecilia en Trastévere. Bonita iglesia metida en un bonito barrio. Bonito barrio metido en Roma, una ciudad bonita.

archivado en: santoral, reincidencia, placebos y *Sara Gallardo.

7.10.14

Tractatum inconcientum

La cámara oculta funciona durante casi todo el tiempo. Te sigue cuando te afeitás, comés, pateas al perro, vas de compras, cojés, consumis, la cagás creyendo que salís indemne, que nadie te ve.

—Que se curta —pensás.

Pero está ahí. Un día la ves disimulada en el cortinado que el decorador eligió para mamá, debajo de la cama, camuflada entre pelusas, tierra, lágrimas, basura que se escapó del gran sueño, ése del que sólo podés recordar algo parecido a unos ojos, unas piernas, una mata rubia de pelos, un olor.
Ella, la cámara oculta, el dios del orden al servicio del anestésico general que decidirá cuándo, el momento en que el dolor se quede quietito para que el mundo desaparezca y en el interín seas buena gente, un tipo obediente, mansito, como esos que enorgullecen a sus familiares, amigos y allegados.

—Sí, mis amos, haré lo que ordenen, aunque haga frío y la estrella marque una ruta con miles de escalas (en grises), liviana, vieja como una fotografía impresa. La instantánea de nuestros años felices. ¿Dos? ¿Tres? ¿Cómo saber la medida si la noción se pierde entre agujas?

La anestesista es joven. Tiene una bella sonrisa. ¿Tranquilizadora? Dice que afuera hace demasiado calor, que sos afortunado. Aire acondicionado, obra social para morir como lo que no sos ahora.
Dice que cuentes desde doce hacia atrás... once, diez., nueve...nueve... nueve... y el universo se detiene por un rato.

La llevan a reparaciones o a mantenimiento.
(Me refiero a la cámara oculta).

El corazón es una víscera inmunda, apesta. Se volvió así por algunos desencantos y otras tantas aflicciones, sobre todo mucha grasa (esencia pura de colesterol). El hígado tiene el tamaño de cuatro elefantes fornicando entre sí mismos. El vino, la causa. El vino, en representación de cuanto derivado etílico haya de lo que sea. El pulmón, pasa de uva contraída, respira por casualidad. Lo obvio: millones y millones de cigarrillos de todas las marcas, contenidos y el tanto tiempo en la inacabada tarea de respirar. El cerebro...

Ahí están. En tu cerebro frito irreparable inservible. Ahí están y no te van a dejar vivir. Ahí están y no te van a dejar morir.

— ¡Enciendan la cámara! —grita uno de uniforme sanitario—, se está despertando.

Ocho... siete... seis... Cinco, cuatro... Tres, dos...

El reflector encandila. No sabés dónde estás. El mareo, la náusea, la boca pastosa y esta carraspera molesta.

— ¡Saquen esa luz!

No sabes donde estás. Si en una comisaría, una fuente, un estadio, un hospital.

— ¡Saquen esa luz!

¿O será que esto es morir?

— ¿Así de fácil? ¿Era esta idiotez de la luz blanca y la sanata? ¿Así de fácil? ¿Ni siquiera voy a pagar ahora que estoy muerto? —dice él.

—No, es tu vida repetida como una tabla de multiplicar horas ociosas. La monotonía de salir flotando como un corcho hasta que te pudras y desintegres —digo yo, que a fuerza de querer recordarlo todo, narrarlo todo, abarcarlo todo, aparezco entre las letras con la adrenalina resinosa y brillante, pero demasiado cansada. Como el juego que me gusta jugar cuando me aburro de contar cuencas vacías de ovejas que no saben saltar ningún cerco imaginario.

—Es así de fácil. Cada uno elige cual será su eternidad. No hay retorno, pibe —dice el dealer del Pabellón VI.

Nadie responde.
Nadie se acuerda de nada.

Y en la bruma que es la no memoria, en el sueño vigilia de la anestesia aparece una banda militar ejecutada por mujeres en pelotas.

Tenés ganas de fumar, ves una imagen nítida de la mesa de tu casa. Está sobre ella desparramada, obscena. Nada más tranquilizador que saber que en casa hay tabaco: un equivalente al pecho materno.

Ahora todas las mujeres de la banda militar son tu madre. Iguales a ella, réplicas de ella, sanguijuelas ávidas que quieren comerte el sexo, desgarrarlo, y aplican su índice inquisitivo simulando reproche. Tus pelotas, a esta altura ya fueron engullidas por la horda estereotipada de madres, cada una con sus propias taras:

Madre sobre protectora. Madre moderna. Madre hippie. Madre insoportable. Madre de puerta del colegio. Madre sustituta. Madre golpeada. Madre obsesiva. Madre drogadicta. Madre escritora. Madre prostituta. Madre inútil
Madre actriz. Madre careta. Madre imbécil. Madre alcohólica. Madre coraje. Madre de Plaza de Mayo. Madre querida. Madre evangelista. Madre Evita. Madre judía. Madre María. Madre golpeadora. Madre patria.

— Las bolas. No las siento, no quiero tocarme, no quiero ver, odio ver sangre, odio en realidad todo tipo de fluido orgánico, basuras del cuerpo, descarte. Como los hijos. Basura del cuerpo. Descarte —dice él como saliendo (o entrando) en la nebulosa amniótica del sinsentido.

Ellas continúan su trabajo y recordás películas de zombies… “Cerebro... cerebro”.
Se están comiendo tu cerebro.
Los zombies, tus madres (todas) son como bacterias. Están en tu cerebro devorándolo, voraces, como vos.

Y la cámara ahora apunta a tus ojos, pero no ve más que la huella que dejaron la lágrima y el humo.
Ya no filma.
No se edita.

Doce, once, diez, nueve...

archivado en: temas morales y malas intenciones mientras vaya a saber que cosa sucede.

2.9.14

diffuse way

¿Te acordás de las luces rojas? y de la intuición ¿te acordás?

Eran días de clima seco, mucha paja, pulsaciones lentas como sin ganas. Se la llevaba bastante bien en Noruega, Suecia, Finlandia, países de ese estilo. Ahí sucedían cosas que eran contadas de una manera diferente. Una tras otra pasaban las imágenes que al día siguiente no se recordarían. Pero se la pasaba. No puede decirse que no se hacía nada. Se administraban los silencios con estoica resignación y no se creía ya en milagros.
Pero de golpe y porrazo se vio visitando otros países y otros mundos y andaba un poco menos triste y se reía y no veía la

SANGRE SANGRE
INFINITA SANGRE DE LIEBRES MUERTAS.

(Es posible fuese sólo un simulacro.
Pero la alarma sonó.
No podemos decir lo contrario).

DANGER
Alguien saldrá lastimado.

Lo sabemos con la certeza de un idóneo. Pero estamos parados en un precipicio y nos parece buena idea saltar porque el amor nos tenderá una red que nos envolverá hasta la felicidad del infinito.
Porque:

NOSOTROS SOMOS ESPECIALES.
NOSOTROS LO MERECEMOS.

Nosotros nos sentimos solos. 
Nosotros estamos muy aburridos.

DANGER
Alguien saldrá lastimado.

¿Te acordás de las luces rojas?, y de la intuición, ¿te acordás?

archivado en: fantasías animadas

28.8.14

El atolón Mutancio y el grumete Polimorfo (poema estilo chantilly)

Como una oscuridad ultraterrena.
Vapores y luces perdidas al final de la ruta.
Saltan conejitos.
Y hay un prócer que es tridimensional: de un lado es San Martín y del otro es Belgrano o bien Ángel Gallardo y Juan Bautista Alberdi.
Cualquier fantasía es posible a equis metros de distancia, miopía y mala señalización.
Amén de las frutas de estación.
Amén de la música.
Amén de la fatiga y el momento en que duelen todas, absolutamente todas las partes del cuerpo al unísono, antecediendo a la vibración, inquietud, deseo de contacto. Sexual, inflamable, tensión acurrucada en la semilla que despierta para cantar primero, contar billetes, cortar filetes de pescado, pollo deshebrar como una maya, fideo fino, fideo grueso, darse una vuelta por el pescuezo de un ingenuo erizo de mar.
Más tarde, verborragia, verborrea, diarrea de verbos, sustantivos, sujetos, predicados, quedarse sola (tenderse al sol) y cerrar los ojos, abrirlos a la espejura del sueño, penetrar en la dimensión donde nadie vigila la íntima esperanza que se aleja, como abeja descarriada, zángano en huelga empuñando un estandarte tan estándar que da asco, olor a poca cosa, alfeñique de alféizar suicida sin arneses, necesito suavecito, suavecito.
La abeja reina no admite a los enfermos que a punto están de ser encerrados en frascos de miel, polen y lamidas de un dios apático por tanto ciclamato y ciclotimia, hastiado de ser siempre el chupador, el chimpancé, el eslabón perdido, de luxe, algo apretado entre dos moléculas: no es átomo, no es desinflamante, no es avión. ¿Qué es?

archivado en: asociaciones libertinas sociedad anónima

9.7.14

Cañonazos nomeolvides

Usted se encuentra (obsérveme bien) para su felicidad y para mi infelicidad, ante el mayor espeleólogo de la depresión: ocho mil metros de  profundidad oceánica de la tristeza, negrura de aguas gelatinosas sin vida salvo algún que otro repugnante monstruo sublunar con antenas, y todo esto sin batiscafo, sin escafandra, sin oxígeno, lo que significa, obviamente, que agonizo
Antonio Lobo Antunes

Nos metieron la jodita del concepto de felicidad y arañamos tierra, comemos piedras, ingerimos venenos, vomitamos despeñaderos en pos de eso que sabemos imposible.
Y no es así, sólo hay un par de fantasías, y todo, absolutamente todo lo demás es intemperie.
Como una maceta donde quedaron los tronquitos de una albahaca que dejaste se secara.
El exceso es una cosa corriente, reconocida y ya habitual. Excepto cuando arde demasiado y la profusión te avisa que pares, te grita que hay remolinos, arenas movedizas, que tengas cuidado.

A mí me fascinan las arenas movedizas.

La asfixia lenta, la caída leve y tortuosa. La agonía, siempre y cuando no la cague el héroe de turno que con un palito te saca fácilmente. Y hay que seguir, no hay más remedio porque la vida es así. Exactamente así.

Como arenas movedizas.

Hagamos una cosa: te doy todo el mal ejemplo que te sea necesario para que sepas dónde no tenés que pisar. Te pongo toda mi arena encima y te incito a que vengas, te sumerjas en la ilusión de mi inframundo.

O mejor no hagamos nada.
Quedémonos sentados viendo la decrepitud del universo.

archivado en: cargos del período adeudado

10.5.14

Poema epiconceptual para fruterías




Escrito en Astas bajas, médano Vocoder, el 03 de marzo de 2014.
Autoras: Paula, yo y una cantidad inconmenzurable de cornezuelos ofrendados al mar.

Listado de lo que sucede fuera de la cripta

El dibujo que hace el agua recorriendo las piedras de las exclusivas playas ABC1.
Camuflada entre las ramas el ama de llaves limpia el caché de su coche.
El canto lánguido de Lito, el pastelero en camiseta del Chelsea, cuando le junta coco al choclo.
Todos los aborígenes de la Marcha del Gavilán le rezan devotos al Cristo ilógico que los sigue con los ojos.
Los niños giratorios suben y bajan. Hay demasiado resto arqueológico en estas arenas de laboratorio.
Los viejos desentierran los tejos de mármol, el tacho de basura reza “ojalá, ojalá”.
Desvencijado, el carro remueve millones de colonias de bacterias a su paso.
Las banderas se acercan, la marcha se agiganta, aplauden al niño que no se ha perdido.
Las nubes artificiales son mucho más sinceras. Acogen a las sirenas y al casco de telgopor.
Detrás del horizonte no hay nada.
Todo queda adentro de la mochila del monje.
Catarata de amarillos baja por el monte y en la arena hace pozos parecidos a los que hacen las almejas cuando mueren.
Viene y va la vieja, llega tarde a todas partes. Se le deben 4 pesos al churrero de dos dientes.
A lo lejos, una balsa de lombrices predispuestas a fertilizar un mar infectado de psilocibina.
Salvador hunde con su culo la punta afilada de la garita roja.
Nadie es feliz por estos lares pero igual todos sonríen cuando el avión arroja cobayos a la playa.
Hay que matar muchas cosas para secar a la chiva. Mucha naturaleza debe ser ajusticiada para conformarnos.
Un carromato lleno de agua caliente bautiza termos y suturas.
Dorothy elige a su marido entre un abanico de garrafas mientras se llevan nadando a su niño de plata y ella se indigna. ¡Esta ferocidad no es lo acordado!, grita y las nubes se disuelven.
Todo el psicoactivo del que somos capaces ha sido ofrendado al mar, la diosa Kudasai sonríe complacida y arroja su ramo de novia en señal de aprobación.
Las nubes reales mienten todo el tiempo.
El milagro de la villa va por su tercer celo y trae al mundo niñas con cofia y chupete.
Desde Senegal saludan al tren que es recuerdo.

Nos duele la risa de tanta panza.

archivado en: recuerdos de nuestras vacaciones

9.3.14

Panerítico

El hombre es hijo de un dios muerto
Leopoldo María Panero


En el largo y húmedo pasillo del mundo se oyen los quejidos de las parturientas que esperan la hora de decirle adiós a la plomada, calamidad galopante bajo vientre, murmullos como ramas de una hoguera interminable de traiciones.

Dios no las ha visto jamás, hace caso omiso a semejante aberración, su poder es tan limitado que no tiene más remedio que retirarse dejando atrás de las columnas unos cuantos clavos de subasta, corona de espinas de cotillón, inocencia en una fe crecida en lupanares, cuatro o cinco salmos. Oraciones, cantidad necesaria como para que jamás alcancen ante tal batallón de ánimas caídas.

Pero lo que más estremece son aquellas sombras sonámbulas convulsionadas por los destinatarios de visiones fantásticas, el exceso de fármacos y demasiados ritos iniciáticos para una sola vida.

Suena una canción que dice: a cada paso te pierdo, a cada paso te busco, a cada paso tambalean mis andamios, pobre niño, pobre niño...

Disecadas en vida, las escaras del mundo aquí se hacen evidentes. No es de extrañar que nadie venga de visita. Las últimas miserias se desguazan, rompen fuentes y en el suelo crecen cardos que serán los futuros monarcas del lugar, cuando no haya más posibilidad que la renuncia, cuando la última enfermera huya de espanto, agitando su rosario de cicuta.

En círculo cerrado de televisión se filman cada una de las escenas: existe dentro de la caja una criatura sobrenatural que fuerza a padecer un estado impasible de crisis, como si un taladro hiciera miles de agujeros por donde hacer entrar rayos de luz y, sin embargo, la mayor parte de las veces, detrás de esa apariencia encantadora sólo hay cruces, duelos permanentes y un bandoneón que quema las entrañas.

El largo y lúgubre pasillo del mundo se rige por lo visible, todos saben del espanto y sus taxonomías, de cielos que se desploman, de ciudades devastadas y la salvaje anatomía del dolor. Las sacudidas de la muerte están allí, siempre al alcance de cualquiera.

Suena una canción que dice: no llegarás a retorcerme el nervio, soy una devota del azar y de los ángeles, pobres ángeles, pobres ángeles.

La tierra, en contraste con los hombres, sigue siendo muy hermosa.

archivado en: efecinco

30.1.14

La extraña parafilia de Isabel y la desaparición de los guantes de goma

Con el cigarro encendido, el pelo un desastre y una boa constrictora a punto de engullirme, la mañana sucedió en el intento por recordar, sin conseguirlo, aquellas palabras, sonidos, sensación de duermevela que escribirían un poema por si acaso el tiempo decidiera dejarme sin nada, las valijas vacías, la hipótesis debilucha de un futuro, cuentas que dan cero en el cuaderno incierto de los días.

Los límites del fuego se esfuman en días de ceniza donde todos los libros, las historias son prestadas.

No hay banda. No hay poemas. Se ignora la permanencia, se camina en tierra blanda, se es indeleble, inmune a los arcoiris, para que el fin sea una montaña de gente que se ha ido, de llamados que nunca se efectuaron, de manos deshabitadas.

Porque estar muerto es ya no escribir. Es el congelamiento.

Sin embargo llovió un poco, embarrado el patio parece bello, aunque haya pájaros dormidos para siempre, aunque el humo, la sonrisa ausente y la manía de volver al otoño sabiendo que allí no habrá abrigo, no habrá colores. Todo tan lastimado, sucio y hermoso como en el fin de una hecatombe, sin pisadas que rompan la monotonía los charcos.
Y tantas páginas por rellenar con nada, si a fin de cuentas no se llega a ningún sitio.

¿Qué máscara ocultará tu máscara cuando todos los espejos se quiebren?

En este simulacro descienden las figuras que se ensamblan en el aire con displicencia funámbula.
Es tarde para involucrarse en la vida. Ya nos tragamos a nosotros mismos, caníbales masturbantes, sin fe, sin ideal, sin ganas porque las ganas son patrimonio de los vivos. Y aquí todo es silencio y hojas blancas. La energía desintegrada no conforma un alma.

Entre tanto, disculpo los problemas ocasionados una y otra vez .

archivado en: esto es todo lo que puedo hacer

23.1.14

Tutiplén de temperaturas extremas

Adquisición de repuestos para helicópteros Bell 212 H.81

Quería escribir y acabé por concentrarme en los dibujos que una leve mosquita hacía en la pantalla.
Voy a prescindir de la memoria, del mismo modo en que se prescinde de sueños cuando corrieron ya mil días de descuento y en la sobrevida la quietud es este mamarracho informe que ni siquiera es un papel con el que envolver regalos o enjugar suspiros.
Todo está apuntado en el cuaderno.
Todo está detenido allí.

Overhaul/Exchange

Turco en un desierto cabeza o cabeza de turco en un desierto o desierto turco en una cabeza y así, sucesivamente.

Guantes de protección dieléctrica

O una especie de paranoia o fastidio. Ganas de salir a matar la penumbra que hay en tu corazón.

Documentoscopios y lámparas infrarrojas

En la espera, me pregunto qué ganamos durante tanto tiempo de caminar en puntas de pie para no molestar a los dioses. ¿Esta falta de equilibrio en los talones, la flojera metatarsa y el dolor de la quietud?
Seguimos fingiendo muecas, abrimos los ojos como si aún algo pudiera sorprendernos.
Lo superfluo, efímero, transitorio es nuestro nido helado. Las llaves se perdieron hace tiempo y para entrar tenemos un truco que se repite: nos hacemos invisibles, incorpóreos y así permanecemos hasta la hora de salida, hasta quedar paralizados en estas palabras vacuas que aún creemos reales.
Nada nos salva de las cenizas cuando la erupción pasó y la lluvia es una nube de polvo que cubre el futuro en su lento proceso de corrupción.

Carbón activado granular

Como si los ovarios se retorciesen o el cuerpo se expandiera de adentro hacia fuera consumando una explosión que dejará la pared enchastrada como El día Nacional de la Liebre.

Evaporador con sistema de alivio de presión

Te amo tanto, ay cuánto, con cuánta pasión y anhelo deseo que desaparezcas.

Storage

¡Oh madre!, quisiera ser magnífica, arrolladora, un estigma en cada uno de los que no se atrevieron a rebalsar los jugos y quedaron secos como cáscaras de naranja piel.
Innumerable y sórdida, irrenunciable.
Quisiera, ¡oh, madre!, pero no soy más que la señal de unos dedos torpes, pulso trémulo, que apunta hacia una cruz muerta de sed y aburrimiento.

Observaciones generales

Cuando era chica quería trabajar en la librería para usar la máquina de cortar cinta scotch. No sabía que en el futuro podría tener mi propia máquina o, incluso, mi propia empresa.
Ahora lo sé y lo mismo no tengo ni máquina ni empresa.
Porque ya no quiero.
Porque ya no tengo ganas de trabajar en ningún lado.

Presentación de ofertas

El sentido del humor que a mi me fascina es como un bordadito étnico, una guarda pampa, una barra de cereales de esas que venden en el chino y tienen girasol, lino, sésamo y alguna otra semilla milagrosa al paladar.

Acto de apertura

Ahora, por ejemplo, veo una teta pequeña y muy blanca con apenas una pizca de membrillo y plasticola dibujándole el pezón.
Durante dos días consecutivos vi la misma imagen: un conejo blanco que se escondía detrás del rosal y despertó mi curiosidad durante otros días más.
En algunos momentos me sucede: puedo ver el lado siniestro de la gente. Se presenta repentino, como el fogonazo de un flash o el olor a tierra mojada que inunda el aire con las primeras gotas.
A veces veo peces de colores. Es un lugar común, lo sé. Nada tienen de malo los lugares comunes si están en el agua y tienen colores tan brillantes y fantásticos como los que tengo metidos en la parte del cerebro que me hace imaginar que veo, veo-veo... ¿qué ves?

archivado en: La Tercera Sección está OK.

23.11.13

Medicuyni

Todo el maldito cosmos se rompió desatándose a mi alrededor. Me sentí confrontado por la muerte... me dieron náuseas, comencé a vomitar, todo cubierto con serpientes, como la Serpiente Ceráfica, serpientes coloreadas con aureolas alrededor de todo mi cuerpo. Me sentí como una serpiente vomitando el universo o como un jíbaro con la cabeza ataviada con dientes de serpiente vomitando en comprensión del Asesinato del Universo - mi muerte por venir - la muerte de todos por venir - nadie está listo, yo no estoy listo
William Burroughs


Cada vez es una  pequeña muerte envuelta en espasmos y babas que nada tienen de sutiles, groseros como estrago de licores, dejan restos de animales salvajes, ponzoñas ambulantes, como si el tiempo, el momento irrecuperable fuese necesario desgarrar de las tripas —hay allí demasiados febreros tristes, siempre febreros que se apilan en una ronda monótona, febreros de distancias, de espejos que fermentan frunces y pústulas, pegoteados como recuerdos, arcadas que quedan en el balde, amigo engañoso que hace escaleritas para que bajes a la noche de tu corazón, te muestra dibujos encantadores, la trampa aceitosa y su brebaje.

Prefiero el golpe, la sangre, prefiero el golpe a esta serena convicción que huele a flores de sepelio. Nunca adquiero la práctica necesaria para el duelo, se me mueren todo el tiempo y siempre es como el primer muerto. Lo inmutable es tedio, aún espero que el río pase por el living, un fantasma me enamora, tengo mucho miedo.

Madre mía, soy mi propia madre y el exilio es feroz, los llantos resuenan, qué mundo doloroso, insoportable.

A veces —pocas veces— y muy lejos hay un ángel que siempre esconde los dientes. Pero no puedo amarlo ni rendirle tributo urgente. No puedo más que lanzar diablos y desear lo que está detrás, lo que ignora mi existencia.

Hombres pasan, suspiran, gimen, pero no hay nadie.

Hace tiempo adoraba esos breves momentos: con él cerca la vida es intolerable, sin él la vida no se justifica. Lo quise vomitar, sacarlo de mis tripas y no pude porque la luz que me quedó dentro es el reflejo lacerante que dejaron sus ojos cuando me iluminaban, alojados en el tórax como una bala perdida que no se decide a matarme, que no me libera.
archivado en: maravillas amazónicas

9.10.13

Canción de amor para chicos con problemas (revisited)

Después de tantas madrugadas radiactivas, el mundo es el esqueleto de un ángel despistado. Seguimos. Enredándonos en absurdos furtivos, como encías que sangran al pedir un beso. Dejamos acomodadas en la silla otras alternativas que se aburren y una luz adormecida en cielos nebulosos depura amargores y eleva una breve eternidad que alcanza reposos andantes y errantes. Erradas, las piernas planchan caricias urgentes que escapan para encontrar el abismo.

— ¿Abismo está?
—Se está bajando los pantalones el cierre desabrochando botones. Despatarra el silencio y se envuelve en un juego en el que ganamos sin siquiera hacer alguna apuesta. Como por milagro. O destino.

Nos matamos a mordiscos sin palabras sin lamentos sin sospechas sin mediación. Damos caña al sonido primario de un orgasmo que nos calme por un rato infinito como cuando el universo es gentil y los satélites son barrios donde siempre podemos encontrarnos. Vos, yo y lo que no tiene límite; antes del ácido prensado en la laringe el fundido a blanco. Antes del feroz presentimiento de la muerte nuestra. De cada día.

— ¿Muerte está?
—Se está poniendo los calzones porque es tarde y hay una esquina que aguarda paciente una constelación de faroles que vencimos con la obstinación de un enfermo terminal.

Acaso espera el cuándo el dónde la vez próxima. Otra en que hayamos olvidado los olores y seamos estrenados entrenados para esta lata de aparearnos la vida, toda encima cada tanto, intacta como amor por correspondencia correspondido. Rodeada de butacas en un auditorio sin gente que mire diga juzgue opine sobre el thriller psicológico que escribimos los dos juntos, mientras esperamos la sangre y cosemos intrigas en pañuelos que no aceptan más moneda de cambio que el deseo.

archivado en: el fantástico y divertido romance de Cumbio y Marulina

14.9.13

Cucarachas (reloaded)

...las cucarachas truenan como saltapericos cuando uno las destripa. 
Juan Rulfo 

Acabo de aplastar una cucaracha con mi pie desnudo.
La sensación fue repugnante pero incomparable.
Pude sentir su muerte como si fuera mi propia muerte.
 La niña que llevo en mí, le teme a las cucarachas.
Y yo acabo de aplastar una.


Si las cucarachas hablaran, podrían contar parte de la historia de la tierra. Aparecieron hace unos 400 millones de años, caminaron entre las patas de los dinosaurios, son mas resistentes que el tiburón y sobrevivieron a las bombas de hidrógeno que destruyeron Hiroshima y Nagashaki durante la II Guerra Mundial. 

 Acabo de aplastar al ser con mayor capacidad de supervivencia.
Soy poderosa.


Los métodos de control de cucaracha han evolucionado desde los mecánicos hasta los químicos, atravesando por una serie de insecticidas que atacan su sistema nervioso, como los organofosforados y los piretroides, hasta substancias bioactivas que interfieren con la capacidad metabólica y reproductora de la cucaracha. 

De todos modos, perderse el crujido de ese cuerpecito pequeño y frágil en el momento en que estalla bajo el pie y las tripas se esparcen entre el suelo y la planta, es negarse a uno de los pocos placeres que nos depara la vida.
Por esa razón, recomiendo el método mecánico.


 Las cucarachas rondan por los basureros, cañerías, cámaras sépticas y, si sienten hambre, se acercan a la cocina y contaminan alimentos, es por ello que se las liga a la transmisión de un gran número de enfermedades como el cólera u otros tipos de diarreas, causadas por microorganismos presentes en la materia fecal. El mejor método para controlarlas es el aseo extremo de las casas, especialmente en las cocinas. 

Algo me inquieta y no puedo dormir. En la apretada oscuridad de estas sábanas estoy expectante. Puedo reconocer sonidos que llegan desde la cocina. Una gran orgía está llevándose a cabo ahí. Puedo imaginarlas resbalando entre la grasa y los restos de comida de los platos que dejé allí como si se tratase de una gran trampa mortal. Puedo vislumbrarlas saliendo del tacho de basura, del desagüe, del zócalo más húmedo. Una legión de millones de ellas, dispuestas a insistir en sus nauseabundas danzas de supervivencia, infectándolo todo con sus pestilencias, dejando el estigma que indique quién está arriba y quién abajo. Sé que es el momento de continuar la estrategia. Podría atacarlas por sorpresa, pero el turno ahora es el de disfrutar del asco que siento. Dejar que el miedo me recorra y paralice el impulso de levantarme y entrar a la cocina para comenzar la maravillosa masacre.
Sé que es el momento.


La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene, las dos patitas de atrás

 No puede caminar. Pero se resiste a la muerte y al paso del tiempo. Para eso genera nuevos mecanismos de defensa que transmite a las sucesivas generaciones. Su secreto está en la reproducción y en rediseñar su sistema inmunológico. Una cucaracha decapitada puede permanecer con vida más de un día. El tiempo suficiente como para, si es hembra, poder poner sus huevos y asegurar la continuidad de la especie. Hay cientos de cucarachas mutiladas en la cocina.
Tendré que ser más rápida que ellas, esta vez.


Lo que reúne a las cucarachas no es un sentido de grupo o familia, sino las feromonas agregadas en las heces fecales. Por la noche, cuando buscan agua y alimento, se desplazan a través de rendijas y hendiduras, dejando a u paso rastros de materia fecal que marcan el regreso a sus refugios. Tienen hábitos coprófagos es decir, se alimentan con sus propias excreciones. 

Lo que nos une es sexo primitivo. Nuestro hogar es una cama, fuera de eso no hay proyecto, no hay familia, nada existe. No desplazamos a través de mil obstáculos guiados por feromonas. Muchas veces hay que atravesar enormes montañas de mierda: mentiras y traiciones para no serles desleales a la urgencia del instinto. Nuestra coprofagía es, sin embargo, diferente a la de una cucaracha. Ella tiene un fin mucho más noble: la existencia.
Nuestro motivo es puramente egoísta: el hedonismo.


La cucaracha con la materia blanca me miraba. No sé si me veía. No sé lo que ve una cucaracha. Pero ella y yo nos mirábamos y tampoco sé lo que una mujer ve. Pero si sus ojos no me veían su existencia me existía - en el mundo primario donde yo había entrado, los seres existen a los otros como forma de verse. Y en ese mundo que yo estaba conociendo, hay varias formas que significan ver: uno mira al otro sin verlo, uno posee al otro, uno come al otro, uno está sólo en un rincón y el otro está allí también: todo eso también significa ver. La cucaracha no me miraba con los ojos sino con el cuerpo. 
Claris Lispector 

No puedo verla pero la presiento acechando en la oscuridad, esperando el momento en que me pierda en la irrealidad del sueño, ése en que el contacto con la tierra se pierde y no existen cucarachas. Ella me acecha, puedo sentirlo y es un escalofrío el que me recorre como si de un mal presagio se tratara. La cucaracha ve, puede adivinar el miedo, sabe que ganará la partida y ríe con la más nauseabunda de las risas. Puedo oírla, pero no la veo.
Estoy ciega.


Las cucarachas son nocturnas y pasan el 75% de su vida en sus refugios (grietas, rendijas). Por estos motivos, por cada una que usted ve se calcula que hay cerca de 200 más escondidas.

La luz me resulta insoportable, ansío la llegada de las sombras para arrastrarme por los rincones más oscuros y húmedos en busca de comida. Voy dejando mi estela repugnante, infestando cada cosa que piso, soy rápida, mis antenas detectan rápidamente el peligro: evitar que me aplasten antes de dejar mis huevos en un sitio seguro, un lugar cálido. Es mi fin, mi empresa superior, me guían leyes ancestrales que debo cumplir ignorando el desprecio que causo, esquivar el pie que me triture, sobrevivir a insecticidas. Poco a poco voy haciéndome inmune. Cada día soy más fuerte, crezco, no conozco el asco porque lo genero, soy un ser perfecto, el más perfecto ser sobre la tierra. Voy a vencer, voy a vencer a la muerte.
Soy afortunada.


Las cucarachas han dominado la Tierra durante cientos de millones de años y, como otros insectos, son capaces de hazañas increíbles, como por ejemplo la proeza de sobrevivir a tasas de radiación que son letales para otros organismos más evolucionados.

Acabo de aplastar una cucaracha con mi pie desnudo
La sensación fue extraña: ni rechazo, ni placer.
No pude sentir su muerte. No pude sentir nada.
La niña que llevaba en mí, le temía a las cucarachas.
Yo acabo de aplastar una.
Esa niña ya no está, no sabe de resistencias y prefiere extinguirse.


 archivado en: entomología resacada

11.9.13

Sexo explícito con aves zancudas

Sobre el tapete gris de despedidas, Septiembre pule sus orillas con una lija imperceptible y deja astillas que caen y se funden en siluetas desenfocadas, pálidas, lejanas, penosas transparencias no videntes.

Miro el almanaque, la savia de los días fluye y apenas empecé a perderme en el futuro, el espejo de la duda se frota a sí mismo, y empañado, refleja un paisaje que no alcanzo a distinguir entre el vapor del agua.

No son necesarias omisiones si el perdón es un axioma, si es posible cortar y dar de nuevo.
Hay geografías que presumo tan amables que me aterran.

Sin embargo el cartel no muestra ausencia y la ceremonia del ansia es una esperanza que con lanzas, espera calmas tibias.

La mano juega con ventaja. La mano vende, ataja, manda. Somos mano en la partida. Ya la suerte no es de principiante, es princesa del espiante más de oficio que de azar.

Somos grandes. Podemos vernos con ojos sin derroche de promesas, podemos vernos a través de una puerta corredera, sin saber que hay detrás o sabiendo que lo que hay nos pertenece, es irrepetible, está para quedarse.

archivado en: efectos sustentables para todos y todas

7.9.13

Instrucciones para armar este puzzle

Desde dientes de leche, laberintos que va trazando el miedo y ojos que chorrean incredulidad, avanzo tambaleante hacia un parquímetro que sólo sostiene negociados y traba las monedas.
No hay devolución, no hay, no, no la hay.

—¿Cuáles son tus miedos?

Me meto en mí, salgo del mundo exterior. Puedo vencer el pico de incertidumbre. Así es como funciona. La compulsión al servicio de la ansiedad. Concentración, enfrascarse en una sola cosa. Única, que nada más exista excepto la pretensión de salir alguna vez del pensamiento obsesivo.

—Miedo a lo real.

La ilusión devenida en piedra de brea y materiales de demolición: ecología de catálogo, adorno en la bibliotequita donde están mis favoritos, los libros de amigos, las piedras de mica y un portarretrato donde la abuela y mis hermanos, mamá y yo éramos gente que estaba toda viva.

—Miedo a la disolución.
—Miedo al fracaso.

Y un muñeco monstruoso con piel azul y una trompa parecida a la de un dibujo animado del que ahora el nombre no me sale.
También un autito de penélope y un mapamundi de cristal berreta que me regalaron una tarde de hace tanto tiempo que ahora el número no sé.

—Miedo al olvido.

Estas lágrimas no son hormonales ni están corrompidas con alcohol.
Estas son mis lágrimas.
Leo. Cualquier libro que leo me retrotrae a algún recuerdo. Aunque nada tenga que ver con mi historia.
Pero el tono, la angustia, la opresión del narrador me provocan sentimientos parecidos.
Entonces leo y lloro.
Estas son mis lágrimas.

—Miedo al apego al sufrimiento.
—Miedo al egocentrismo.

Por la mañana el dolor tremendo de garganta, el pecho cerrado. Y la tristeza que dan algunas certezas: el amor es algo hermoso que uno (solo) inventa para poder tolerarse, para poder perdonarse, para sentirse noble. Tampoco es que sea tan importante. En realidad nada lo es, en el balance, me río más de lo que lloro. Ambas cosas arrugan, pero a esta altura es lo normal. Que me presten atención. Aprender a devolverla.

—Miedo al desamor.

Después de amanecer las pieles y cuando todavía quedan montones de sueños que inventar —un hueco inmenso entre paréntesis—, nos vamos y la eternidad se derrite ante mis ojos: sólo quedan puertas entreabiertas al misterio. Y me quedan demasiadas palabras latiéndome en los dedos.

—Miedo a los finales.

archivado en: la noche de los zombies

7.7.13

Tutiplén del origen de todas las cosas indelebles

Nota de los editores

No he venido aquí a contar mi historia sino la historia de otros. Pero la historia de otros no me interesa así que me voy sin contar nada.

La sincronización del SIM se hizo con éxito

Y ahora que las uñas se clavaron hasta el fondo de la carne el daño es irreparable. En algún momento las heridas dejarán de sangrar. Pero quedarán cicatrices que serán sólo algunas más en la suma evolutiva.

Me molesta mucho cuando se entrometen las cosas reales

Sobre la mesa de lo que fue un banquete quedaron vestigios de vida reptiliana. Todos los adictos a la scandinavia tenemos una extraña fascinación por protomundos paralelos. En el caso del que nos ocupa hay varios vasos de ferné con coca cola. Algunos de ellos están llenos en más de un 50%. Ninguno está completamente vacío. Podría hablarse de un panorama optimista de la cosa.

De cuando llorábamos por las esquinas

La señora de la limpieza dejó una nota avisando que no viene porque la noche anterior intentaron violarla. Mi pequeño Pony no se hace cargo, una delicada niña dorada viene con su peine diminuto y el animal huye.

Muy tarde para aprender chino mandarín

Los filtros UVA/UVB pueden prevenir arrugas y manchas en la piel. Debajo lo mismo todo va pudriéndose o resecándose. La perfecta apariencia externa de una manzana no siempre es óbice de ausencia de gusanos. Ser buena gente tampoco es significativo en el mundo real.

Redemption song

Al tipo se le incendió el rancho mientras fumaba una lemmon skunk y su bebé dormía junto a su madre en la cama matrimonial. Como no había acompañado con birra pudo rescatarse y salvó a su familia y a su moby dick con dos meses de flora. Sus amigos lo ayudaron en la reconstrucción. Muy emocionado agradeció por Facebook y de paso mangó flores, semillas y esquejes.

El kelper que se hizo argentino porque le gusta el fútbol

Uno de esos momentos en que estaba pensando y pensando y más pensaba más me contracturaba. Debo ser horrible yo cuando pienso, pensé. E inmediatamente dejé de pensar. Dejé de pensar para la foto. El fotógrafo está bastante bueno, pensé. E inmediatamente comencé a pensar en cosas relacionadas y pensé y pensé y cuanto más pensaba más me contracturaba y así…

Restos de ADN en el dildo de Walter

Una araña cazó un caracol y muy contenta lo llevó a su nido y lo separó en partes: la carne para la cena, la baba para la piel, la carcasa para bañera, la cacona como prueba.
Porque nunca se sabe.

Esclava del té rojo

En el baño de discapacitados se cuecen soretes extraterrestres. Tienen forma de pólipos sebáceos perfectamente constituidos. La portera del complejo se queja porque siempre se roban el papel higiénico y dice que los tullidos y los psicólogos jamás dejan propina.

Tractatum inconcientum

Sobre este órgano que se aloja adentro del cerebro podemos decir que tiene consistencia de flan y que es el órgano más ortiba de todos.

Sólo veo de tu nombre números, entre las letras, números

Para que las soledades concilien y comiencen a interactuar logrando combinaciones interesantes de martingalas, gestos de amabilidad, necesidades básicas satisfechas; hay varias opciones:
1. Avanzar a ciegas, detener el pensamiento, asumir el riesgo de quedar como una bolsa de rolito luego de dos horas de asado.
2. Mantenerse fuera de toda contaminación lumínica.
3. Hacer pequeñas muecas, tímidas, temerosas, muy en boga en estos días.
4. O todo tipo de cosas inapropiadas en lugares desaconsejables con la persona menos indicada.

Templar los tegumentos

Me traje a vivir conmigo a Osvaldo, el extraterrestre y a Evaristo, el zombie. A ellos se nos suman Atilio, el basilisco y Anita, la yarará de Alto Palermo. Estamos en la fase de adaptación a la vida en este universo paralelo. Estamos bien, gracias.

6.12.12

La fin del mundo en Buenos Aires

ULTIMO MOMENTO

Nube radiactiva, lluvia ácida y soretes de punta, producto de un pedo de Macri, cubrieron la ciudad de Buenos Aires y el pánico se apoderó de los habitantes que, desprevenidos, no llevaban barbijo ni escafandra. Tampoco galochas.

AVISO IMPORTANTE A LOS CIUDADANOS.

Pueden solicitar la máscara antitufo que viene incorporada a la tarjeta SUBE que les vendieron, por sólo 100 pé en todas las sucursales habilitadas. Pagás y te la habilitan al toque. Podés elegir color.

ULTIMO MOMENTO

Se anunció desde Casa de Mayo que en cualquier momento largan a todos los zombies que tienen reclutados; que no le tiene miedo al pedo de Macri y que lo van a hacer mierda.

AVISO IMPORTANTE A LOS CIUDADANOS

Durante el combate zombie se recomienda no salir a la calle. Comer livianito y tratar de no bardear ya que bastante kilombo hay con la lucha contra el mal.

ULTIMO MOMENTO

El cielo se cubrió de amarillo PRO. Se teme lo peor.

AVISO IMPORTANTE A LOS CIUDADANOS

Si un zombie golpea a la puerta de su hogar NO LE ABRA.

ULTIMO MOMENTO

Clarín miente.

Datos útiles:
*911
Manual de superviviencia ante un ataque zombie
archivado en: la neutrónica ya explotó

6.11.12

Cuasimoda blues



La cara deforme, así la siento.
Como la de un boxeador que perdió por nocaut
o como la de un muñeco de cera derretido por el sol.

Seguramente lo de la cara deforme es una ilusión, le dice un tipo a la protagonista, a lo cual ella responde que puede ser que sí como puede ser que no.
Y el tipo se va

Estribillo:
Mi mamá me arma
Mi mamá me arma.

El cuerpo se mueve baila los ojos cerrados.
Hay mariposas rojo en el centro hasta el amarillo.
Y una lucecita
que rebota por el piso el techo de tu cuerpo por dentro.

Los obstinados somos insistentes y tenaces, le dice un tipo a la protagonista, a lo cual ella responde que puede ser que sí como puede ser que no.
Y el tipo se va.

Estribillo.

Cada uno lleva su propia abejita que se pierde en las nubes. Algunas veces cerramos los ojos y la vemos volar, nítida ella, nítidas las nubes.

Somos los auténticos reincidentes los originales con estampita de la aduana.
Repetimos
tercos, obstinados.
La burra al trigo.
La burra al trigo.

Me ovidé
El vaso de coca cola en la cocina.
Cuando vuelva
habré olvidado esto.
Y haré otra cosa.

Y de a poco se va saliendo, le dice un tipo a la protagonista, a lo cual ella responde que puede ser que sí como puede ser que no.
Y el tipo se va.

archivado en: con mini toblerones de Brasil

23.9.12

Necrópolis

¿Qué le dio al pequeño dios del centro gris, del abismo?
Luis Alberto Spinetta

Para llegar hasta la lápida, lo mejor que podemos hacer es contar baldosas. Sabemos que son cuarenta y nueve hacia la zona escalonada y luego hay que girar hacia la derecha unas treinta más.

Entre tanto, nos detenemos en el sector de las tumbas de los niños. Juguetes demoledores. Placas de tormento que se lucen impúdicas como si lo sombrío, la ilusión hecha basura, la injusticia, el desencanto fueran algo que naturalmente se expone como puta de la calle.

Le cuento del velorio del angelito, de lo que se siente cuando la cajita es blanca y cabe en ella algo que se salvó de ser persona. O adulto, cosa que no es necesariamente lo mismo, pero a esta altura nos da igual.

Con esta música no se puede vivir, pensamos. O lo pienso yo solamente. Da igual: el deseo de que el otro sea un duplicado de la propia miseria es poderoso. Por eso es lo mismo. Por eso la proyección de pretensiones es una inutilidad.

¿Serías capaz de hacerme un favorcito sin considerar que te estoy mintiendo, haciendo de cuenta que es algo lógico y absolutamente necesario para malcriar cadáveres que se fueron sin la oportunidad de equivocarse a gusto?

Decime que sí, con un gesto tuyo, ahora, creo que podríamos salvarnos del mediocre aburrimiento de esta paz. Y entender, como si de pronto un brillo de esos que siempre están cerca y no vemos, nos exorcizase con sus dones. Entender. Para que los otros también comprendan que lo inevitable no acepta ningún tipo de soborno. No resiste análisis.

Con esta música no se puede vivir. Lo sabemos (o lo sé yo) porque las pruebas están ante nuestra vista, pies, manos, la tierra y los árboles que parecen acostumbrados al silencio y temen al aullido plañidero del viento.

Eso que se ve al fondo parece una montaña de ropa, sin embargo, yo que estuve allí algunas veces, puedo asegurarte que lo sensato es no acercarse demasiado. Hay almas que no encuentran sitio que les resulte cómodo, ya no pertenecen a nada específico y se reúnen unas sobre otras representando un espectáculo engañoso.

Con esta música no se puede vivir. Está claro que no es la primera ni será la última vez en que un acorde a destiempo aniquile la mejor de las sinfonías.
Desde aquí es seductor, pero no dejaremos que nos atrapen. Nos van a consumir las ganas en minutos.

Fijate, si vamos hacia allí entraremos en la parcela de la soledad más desatenta. No hay carteles que indiquen el peligro.
Mejor sigamos por la derecha. Unas treinta baldosas y ya podemos sentarnos a hacer el picnic de lágrimas y rezos inventados para la ocasión.

Con esta música no se puede vivir. Estoy completamente segura (no sé si vos también, aunque me gustaría) de que muchos de los que aquí abajo están, habrán pensado lo mismo.
Si fuera posible, juro que la reinventaría. Y la melodía sonaría exacta ilimitada; este lugar de pronto sería algo más amigable y no estaría de más ir acostumbrándose a la idea de que seremos unos más entre tantos huesos. Casi igual que ahora, sólo que en ninguna parte.

Quisiera que tu alma y la mía hagan caso omiso al deambular embole perpetuo y encuentren un lugar confortable donde el no suceder ya nunca, sea tolerable, donde no haya que preocuparse por músicas ni desamores ni recuerdos ni educación hipócrita ni buenas formas ni antidepresivos.

Donde ya no se vea nada y el lamento sea tan dulce como no sentir.

archivado en: qué calor hará sin vos, en verano

28.6.12

Yo no sé que es esto, pero sé que es lo mejor para todos (revisited)


Desde esta perspectiva, transitado un camino de largo recorrido, no puedo ver dónde quedó la casilla de inicio, pero sí saber que cerca, muy cerca está la de llegada. Por eso descanso, me siento en una superficie más dura que la veta que alguna vez me heló la sangre, me tomo el tiempo que haga falta, el que sea necesario para avanzar hacia el final de este juego ineludible.

Mientras tanto, en las nubes una grieta por donde penetran salivas sedientas. El horizonte no es una línea horizontal sino una frase interminable que aúlla la soledad de un nombre a repetición. Como disparos de una Mauser.

Algo así es lo que veo. Aunque mi percepción esté nublada como estos días de alfombras de hojas secas.
Cosas muertas o que lo parecen. O que debieran estarlo. Pero nada está tan muerto mientras el murmullo aturda cada capa de musgo, cada micropartícula de tierra.

No es lo que suelen enseñarte en academias, no tiene similitud alguna con estudios basados en el reciclaje de basura, deshechos, despojos de lo que alguna vez fue útil, necesario, imprescindible, aunque no sea imprescindible la palabra indicada.
Sabemos que se puede prescindir de todo, incluso de la vida.

Aunque nada está tan muerto, sin embargo, estos caracoles tienen ojos blancos.

Me pregunto que han de hacer todas las sales que combinan la materia blanca de la ausencia. Esta piedra nos conoce, este oscuro rincón guarda alguno de nuestros secretos, estas hebras de azafrán saben de sonrisas en los ojos, esta cama conoce del vértigo de otros días.

No creo que sea necesariamente esto lo que quiero que se entienda, sino algo más taxativo.
Por ejemplo: fuimos inmensos, juntos nos hicimos grandes, cada uno a su manera.


Y también me pregunto qué hago aquí despabilando nostalgias si es que persiste todo lo admisible y nada, absolutamente nada está tan muerto.

Mientras tanto, la calle es una baba pegajosa que se alarga conforme pasan los semáforos, los árboles, la letal nebulosa de un soplido. El tipo dice:

—Parecieran las diez sin embargo son recién las seis.

Y es cierto. Miro el reloj y son las seis, disiento, no parece nada, es simplemente otoño y sus vahídos, su brevedad y el rasguño que año tras año deja marcas. En las sienes, en las manos, en el hueco neurasténico del instante.

¿Qué importancia tiene que los días se acorten? No sabemos nada del tiempo si es que no hemos saboreado las guadañas, el ruido de cadenas que luxaron las muñecas del fastidio. Empedrados de pena en Buenos Aires City y los huesos que crujen su artrosis. Clase B la película. Clase B el taxi. Clase B las ganas y la protagonista necesita más operaciones para su rostro desfigurado por cirujanos residentes.

Juntamos cosas viejas. Fotografías, trenes de colección, cajas de cigarros y bombones. Atesoramos basura (imprescindible muerta, basura) disfrazada de recuerdos para no dar vuelta las páginas.

Mientras tanto pienso que este capítulo ya lo he leído muchas veces. Este capítulo es un absurdo eufemismo. Si pudieras darte cuenta de lo vano, de lo breve, de lo descabellado que es pensar en permanencias. Más o menos esta es la idea principal, lo demás son intentos, manotazos de ahogado, tablas de náufrago, desesperada y torpe ceguera. Los ciegos ven cosas que jamás podríamos siquiera imaginar.

No se trata de contar una historia de otros, no es escribir un guión apto para la pantalla, no es la idea ni el plan. Se trata de tener la certeza de que no existe plan alguno. Lo básico. Instinto y laissez faire, que todo suceda como una nota al aire. Esperar la desaparición de los inútiles sentidos.

¿Qué superpoder elegirías si te dieran la opción? ¿Ser invisible, teletransportarte en el tiempo, en el espacio, volar, ver el futuro, ser inmortal?
Qué horror ser superhéroe. Todo poder es un dolor tremendo.

Mientras tanto el tipo dice:

—Estoy contento porque hoy hay partido.

Me pregunta si en casa lo veremos. Le digo que no sé, tal vez. No importa. No es importante. Esto quiero quede claro. Lo que no es importante para mí no debiera serlo para nadie. Lo sé. Es pura soberbia, es una más de mis fantasías: el mundo diseñado para mi satisfacción. El ombligo, mi ombligo.
Todo lo demás rellenos: música, televisión, libros, amores ridículos, dormir, soñar, fumar. Meros rellenos. Como migas de panes que barren las astillas. Y la asfixia siempre como una amenaza.

Hasta reinar se hace insoportable.

Lo devuelvo. No lo quiero, bastó un segundo para entender que es agotador ser dios, fue suficiente un segundo para saber que esta es una prueba irrefutable de su no existencia.

Si yo fuera dios acabaría con todas mis estúpidas creaciones.
En un santiamén, así, de un plumazo diestro, y después descansaría. La eternidad sería el gran vacío del aburrimiento.
Si fuera dios empezaría por pensar el modo de suicidarme y me aseguraría bien de que después no hubiera nada.

Mientras tanto, un rato de éxtasis. Una semana (a lo sumo) de conexión con sensaciones escondidas.
Pero poco. Trivial, efímero, bueno para nada.

El final de la avenida es una frase interminable que aúlla la soledad de un nombre.
Como una cámara fotográfica que dispara a repetición una idea que dice que vivir es una enfermedad que afortunadamente se termina.

archivado en: cosas por el estilo

8.6.12

Tutiplén de juegos entretenidos para toda la familia



Perdida en mi bruma púrpura

Una vez más, nadando en un mar de aguas heladas. Uno cree, por un rato, que algo se aprende. Uno intenta descartar lo que nunca va a funcionar, lo que hizo cortocircuito tantas veces y te dejó sin luz. Uno sigue lanzando piedritas al abismo con la esperanza inútil de que haya en el recorrido una mano que agarre alguna y la devuelva sin que te la incruste en el ojo. Con una nota que diga: voy a buscarte, voy a encontrarte.
Pero el agua, ay, el agua... una vez más.


Y ahora piensen en algo hermoso

la noche en geba cuando me agarraste de la mano y yo empecé a sufrir los comienzos de un largo trastorno que hace que veas que todo se mueve como gelatinas.


Colación

los colectivos que se acercaban peligrosamente a nuestro taxi el miedo a la muerte por aplastamiento o emboscada la sensación de que estando juntos y a punto de tener lo que buscábamos nada malo iba a sucedernos.
y los camiones abriendo sus bocas inmensas y exhalando el humo negro desde sus culos profundos los cordones de las veredas irregulares como laberintos abrazada a él en ese taxi eterno nada malo iba a sucedernos.


Tengo un remolino en la cabeza que me amarga la vida

Supongo que la noche en la que me llevé el colchón al living fue el comienzo de mi desagrado hacia los recitales de poesía. Una cosa a consecuencia de la otra.
O viceversa.
Como sea, creo que la poesía no es para leer en voz alta, salvo algunos casos como a un ciego o a un amante, pero no a un auditorio. Si querés que tu poesía, en lugar de leerse se escuche, ponele música, no seás cagón. Y si no sabés música juntate con alguno que sepa y armá un duo y vayan a tocar a los pubs.


Colación II

en el juego de quién miente más él hizo punta y ganó.
en el juego de quién miente mejor gané yo y por afano.


Y ahora piensen en algo hermoso II

La noche en La luna, en Quito cuando se cortó la luz y la lluvia de estrellas que explotaban como cuetes ahí ante los ojos de todos abiertos como ese inmenso pedazo de naturaleza. Todo para nosotros.


Perdida en mi bruma púrpura II

Volviendo a piletas sin agua, mares helados, lo peor de todo el asunto es que ya ni importa. Estamos jugados. Somos peligrosos.

archivado en: tutiplenes de estilo

6.6.12

Mamotreto' s blues

No llegará el coma etílico y de mis dedos, pulso torpe, convulso crecen lo mismo pesadillas.
Lavaba los vasos y el asco me dijo: —saber ver a tiempo.
Antes de la estampida brutal que todo lo arrase,
lavaba,
lavaba,
seguía lavando.
Pensaba: una calle oscura como imagino la muerte de un ebrio camino de cintura, el reventón látigo del miedo, el cielo una cúpula fúnebre y el teléfono solicitado, apagado.
La soledad tan sola sin inmiscuirse entre las caderas de una familia desconocida y a la vez cercana a tanto odio, oídos, ¡oh, dios!

Lavaba y veía que el miedo protege de las avenidas, de rutas suicidas.

Lamenté no descubrir la palabra exacta que lo describa todo, aún sabiendo que no es necesario, que hay demasiada sensación exenta de impuestos.
Junio es temprano y la fiebre se atenúa de a ratos.
Volverá a aparecer mañana y se cuenta con los medicamentos prescriptos: todos ellos usados (deben ser) con pericia, con exactitud de relojero, con ganas.
Nada más hace falta.
El mundo así se eleva, es un globo brillante ante la mirada de un niño.
Y el amor no consta en documentos (no debe), prescinde de razones, se emplanta quietito en el medio del pecho.

Lavaba y rezaba: —no quieras ver dentro de mis ojos, no ahora que supe ver a tiempo.

archivado en: magistral evolution

16.5.12

Sobre lo que hay en las orillas


Y contame de todo lo que como vos, se derrumbó.
Pequeña Orquesta Reincidentes

Miguitas de olvido se amontonan en las grietas que el tiempo talló en la mesa.

La madera corroída, expuesta a la creciente oscuridad de la noche, tapiada por una crueldad minuciosa, ofensa ignorante, imposibilidad —o lo que no se quiere— de tensar el arco y dejar que la flecha salga y se encienda en los espíritus empachados de bordes desparejos.

Te lloré una noche en la que dejé a un costado las dos manos que llevaba de repuesto, porque dos eran poca cosa para abrazar el gran misterio que abandonamos en la banquina de la ruta de un país que no era el nuestro.

Restos fósiles de un mechón de pelo se esparcen como hilos porfiados que dibujan bucle, tirabuzón, enredan el índice de un juego anterior al sueño, la osadía. Resorte si acaso al oírte tan breve voz diga, indique una señal que le haga ruido musical a la tripa, se lea en ella un sí con brillo de diamante y núcleo solar. Abrigo de días congelados, paz para el desastre natural, el cataclismo del silencio cognitivo, impostado.

Va a salir, ya va a salir. Falta práctica, irá emergiendo de su centro y se instalará, la llaga se hará un callo y despertaremos con otro conocimiento, un nuevo escudo, aunque el frío siga astillando el hueso de la memoria, lo perfore, le haga trenzas, lo condene a este vuelo permanente de sin alas, de sin cielos, errabundo.

Tenía no una vida sino varias por ser tuya porque una no abarcaba la inmensidad de los deseos, intentos blanco y negro que desiertos se quedaron en la torpe elegía de un pie solo —sólo uno— que alcanzó para quedar atornillada en una espera sin sorpresas.

Miguitas de olvido permanecen intactas en la mesa, en los zócalos.
En la caja plástica de uno de mis discos preferidos.

archivado en: del azúcar y el parmesano

10.4.12

Tutiplén con gran cantidad de aforrismos


Yo quiero que tú sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.

J. M. Fonollosa

Receta para una vida pulenta

La vida muere lenta en su orden aleatorio, tiránico, random de cadáveres descartes.
Y paladas: cantidad necesaria para construir tu propio pozo.


Mamboretá D

Son como pequeñas caparazones del color de las de cucarachas que adentro tienen las esporas. Las traen las hormigas con esa estúpida laboriosidad que nadie les pidió.

Y casi por inercia, me desespero por cosas aún más tontas. Es que cada tanto hay que cambiar de obsesiones, sino la vida marcha por los cauces naturales y serenos y todo se vuelve aburrido al punto de querer salir a matar grillos o algún otro animal noble.


El mojón que se secó con el sol

Por un tiempo habitará la incertidumbre no conocer el exacto lugar del precipicio que marca cuánta es la distancia, porque el mundo se partió en dos mitades y no sabemos en cuál de las dos estamos.


Hot rod souvenirs

Si el amor no es capaz, si su terca torpeza se manifiesta en un escape permanente, en huidas silenciosas, si no puede porque no es, o no quiere, o por cualquier motivo que determine inoperancia en el sistema, más vale tiralo y comprate otro. O buscá el rincón donde fumarte unas sequitas de contexto, ubicate en actitud amotivacional y escuchá una de Crimson o un disco entero, incluso varios. Y prestá especial atención al modo en el que los sonidos se separan de la música que hay en el aire en la cabeza.

Entendé que este momento, lo que está sucediendo por fuera del mundo, es un rato.

Y que puede ser grandioso.


Líder mundial en testeo de soruyos

La luz roja de sus ojos anunciaba tormenta eléctrica. Yo intenté fumar su ira de a bocanadas breves, como al descuido, como quien no quiere la cosa, como el último abrazo, como dar las gracias.
Pero sólo vi una mueca donde alguna vez hubo sonrisas y también dos manos maulas como pájaros sin cielo. 


Zeppelin trip y tres perritos de mierda que no paran de ladrar

Despierta. Los ojos enormes. Me asombro (desde la ventanilla la mirada hasta donde empieza la zona del puerto, el cielo, primero violeta, después rojo furioso y al llegar naranja). Tanta belleza. Me salva. El día.


Casino Royal (en polvo)

Cuando la fichas caen todas juntas y ves que los colores son definidos, clarísimos, que no hay confusión ni ambigüedad alguna, y pensás ¿cómo pude estar ciego tanto tiempo?, inmediatamente deberías recordar las 14.000 veces anteriores que sucedió lo mismo y entonces, ser vivo por una vez y enterarte de que las cosas no son por sí mismas, que en nada influyen los otros, que las cosas son lo que ponés en ellas.

Y que si les ponés mierda, serán mierda.


De las historias que teje mi mente mientras miro fijamente el MilkDrop del Winamp intentando dejar la cabeza en blanco, autohipnotizarme

Demasiada deuda en la lista de mí misma. Se idealiza lo perdido: juventud relacionada con belleza.
Yo no hice más que vivir un sueño de otra parte.
Hoy estoy conmigo. De manotazos de ahogado pasé a buscar la tierra firme. A enraizarme pues volar es un peligro y más ahora que hay tanto pájaro cagándote en el hombro.



Qué hermosa sería  nuestra vida si vos fueses otro

Los obstinados tenemos la costumbre de confundir gato por liebre, de que nos den chicha por limonada, de gastar pólvora en chimango, de pedirle peras al olmo.
Los obstinados estamos condenados al fracaso. Lo sabemos, y aún así insistimos porque en el fondo no somos más que unos románticos pelotudos con fe.


Mi media medalla

Pero la balanza se acurruca hacia un costado, se acomoda en línea plana y duerme a tu favor. No será posible recompensa alguna, la traición nos deja anclados en la zona de la furia, el desconcierto, inmóviles, débiles dentro de la sombra de lo que fue amor, deseo, guerra.
Te imagino sonriendo. Sé que no es más que eso lo que podrás, apenas un mohín que disimule tu agonía. Ya no hay odio sino pena. Desde que descubrí un témpano malvado entre tu pelo el corazón se congeló.
Pero es muy tarde y la venganza irrumpió en forma natural. Estaba escrita desde la noche en que nos apropiamos de un café que no era nuestro. Todos sabían del desastre y huyeron antes, como los animales cuando presienten un tornado un maremoto un incendio.

Y nosotros quedamos atrapados en lugares desde donde no hay regreso.


Literal

Todavía abrigo esperanzas, les pongo mantitas, les prendo la estufa, les hago sopitas calientes.

archivado en:  tutiplenes de amor amor amor...

3.4.12

DSM IV: la increíble historia de Claribel y su tío Horacio

Es como una mueca de estupor. La garganta que se cierra, algo de taquicardia unas veces, otras una inmovilidad como de estatua, un silencio de crecida. Pero siempre el alerta. Los ojos cerrados percibiendo, imaginando qué clase de show macabro se está montando afuera, en la oscuridad.

Algo que no es real, no, no puede serlo, sin embargo están todas esas marcas, los sonidos, las palabras retorcidas como torniquete que en lugar de cortar la hemorragia la asfixia, la interpretación inequívoca del significado de la cinta del revés, la excusa donde poner las tristezas, las culpas, la baja autoestima, la maldición materna y sus sonajeros de pastillas de colores, un ojo, muchos ojos, todos los ojos mirando la vida de costado.

Y papá. Lo que papá hizo. Lo que papá no hizo. Lo que no hizo y no hará porque está muerto y hay uno menos a quién reprocharle tu miseria.

En el conjunto de factores el núcleo es el miedo, desde allí parten como lanzados desde agujas hipodérmicas el resto de los malos tragos: desconcierto, huída, y dónde ir ahora que ya cerraste la puerta, ahora que todo es lejos y gastado, ahora que no se sabe quién es el que va a clavarte el próximo cuchillo.

¿Será tu madre? ¿Tu hermano? ¿El portero de la oficina? ¿Tu amiga del alma? ¿El cajero del supermercado? ¿La simpática florista que seguramente, entre los ramos esconde víboras venenosas? ¿La mujer almibarada a la que le escuchaste te amo cientos de veces hasta el hartazgo? ¿Será tu perro (ese tan fiel) el que morderá tu mano?

Los médicos dicen de trastorno delirante, algo que tu mente imagina: tu novio acostándose con odaliscas, vaquillonas orientales, vírgenes de call centers, travestis de flequillo, alzando sus faldas pre-cocidas, marcadas apenas para cuando se les pida el plato principal.

Espero que sepan disculparme. Esto que acabo de escribir antes es real. Sucedió. Sucede siempre. No hubo mala fe. Jamás la hubo. Ni siquiera cuando te acostaste con un pibe en tu cama matrimonial y no tuviste corazón para lavar las sábanas. Ni siquiera cuando te fuiste sin más explicación que el silencio, dejando allí paredes que chorreaban el rojo de la traición y de la fábula.

Me voy de tema. Pero es que pasan cosas que no comprendo. Intentan hacerme creer que no es para tanto, que ya va a pasar, que el tiempo, que hay unos trucos infalibles para superar estos estados de desorientación lúcida: "leete este libro, gordi, te va a ayudar. Buscá en el capítulo 7, la parte que dice..."

Tu hija o tu hermana, da lo mismo, te dice que lo que vos sabés está detrás de la cortina es el reflejo de hojas de árboles que se mueven porque afuera hay viento, que si salieras un poco de acá adentro lo sabrías, pero claro, no podés, las piernas te pesan. Y te pesa el culo. Y te pesa la vida. El ánimo te pesa. Ella no entiende nada. Ella jamás sabrá que lo que hay detrás de la cortina es un alacrán que en cuanto te duermas va a picarte y el veneno se transformará en un fantasma que correrá por tu sangre permanentemente, al acecho. Como una enfermedad infecto contagiosa.

Pasan cosas feas, papá. A la noche se celebran orgías satánicas en el altillo. Aunque me tape la cabeza con la sábana, aunque ponga la radio debajo de la almohada yo escucho, es una melodía de tambores, una voz que no es de este mundo y los gritos y las risas y los llantos. Yo escucho. Creo que si hay tormenta voy a morir de terror. Dejame la luz del pasillo prendida, papá, por favor.

Las agujas disparan más perturbaciones: obsesión compulsiva. Los médicos lo llaman síntoma de trastorno de ansiedad. Suena bien a la hora de presentarse: "Hola, mi nombre es Teresa y sufro trastorno de ansiedad, hace dos días que no cuento los números de los boletos, baldosas, azulejos, hace dos días que no puedo dormir". (Aplausos). Al menos, suena mejor que decir: "Hola, mi nombre es Carlos, soy borracho, hago cosas horribles cuando tomo alcohol, lastimo a los demás, a los que dicen quererme pero están en mi contra, dicen querer ayudarme, pero vamos, pásenme otro trago, eso sí me sería realmente útil".

Pero el núcleo (no olvidemos) es el miedo. Todo lo demás se diluye un poco cuando ataca. Todo lo demás puede "encauzarse". Hay tratamientos. O eso dicen.
Hay terapias alternativas y lo mejor, lo más recomendable en pasillos carcelarios y hospitales: hay que tener fe en dios.
Eso ayuda.
Dicen.

archivado en: historias de gente pirucha