7.10.14

Tractatum inconcientum

La cámara oculta funciona durante casi todo el tiempo. Te sigue cuando te afeitás, comés, pateas al perro, vas de compras, cojés, consumis, la cagás creyendo que salís indemne, que nadie te ve.

—Que se curta —pensás.

Pero está ahí. Un día la ves disimulada en el cortinado que el decorador eligió para mamá, debajo de la cama, camuflada entre pelusas, tierra, lágrimas, basura que se escapó del gran sueño, ése del que sólo podés recordar algo parecido a unos ojos, unas piernas, una mata rubia de pelos, un olor.
Ella, la cámara oculta, el dios del orden al servicio del anestésico general que decidirá cuándo, el momento en que el dolor se quede quietito para que el mundo desaparezca y en el interín seas buena gente, un tipo obediente, mansito, como esos que enorgullecen a sus familiares, amigos y allegados.

—Sí, mis amos, haré lo que ordenen, aunque haga frío y la estrella marque una ruta con miles de escalas (en grises), liviana, vieja como una fotografía impresa. La instantánea de nuestros años felices. ¿Dos? ¿Tres? ¿Cómo saber la medida si la noción se pierde entre agujas?

La anestesista es joven. Tiene una bella sonrisa. ¿Tranquilizadora? Dice que afuera hace demasiado calor, que sos afortunado. Aire acondicionado, obra social para morir como lo que no sos ahora.
Dice que cuentes desde doce hacia atrás... once, diez., nueve...nueve... nueve... y el universo se detiene por un rato.

La llevan a reparaciones o a mantenimiento.
(Me refiero a la cámara oculta).

El corazón es una víscera inmunda, apesta. Se volvió así por algunos desencantos y otras tantas aflicciones, sobre todo mucha grasa (esencia pura de colesterol). El hígado tiene el tamaño de cuatro elefantes fornicando entre sí mismos. El vino, la causa. El vino, en representación de cuanto derivado etílico haya de lo que sea. El pulmón, pasa de uva contraída, respira por casualidad. Lo obvio: millones y millones de cigarrillos de todas las marcas, contenidos y el tanto tiempo en la inacabada tarea de respirar. El cerebro...

Ahí están. En tu cerebro frito irreparable inservible. Ahí están y no te van a dejar vivir. Ahí están y no te van a dejar morir.

— ¡Enciendan la cámara! —grita uno de uniforme sanitario—, se está despertando.

Ocho... siete... seis... Cinco, cuatro... Tres, dos...

El reflector encandila. No sabés dónde estás. El mareo, la náusea, la boca pastosa y esta carraspera molesta.

— ¡Saquen esa luz!

No sabes donde estás. Si en una comisaría, una fuente, un estadio, un hospital.

— ¡Saquen esa luz!

¿O será que esto es morir?

— ¿Así de fácil? ¿Era esta idiotez de la luz blanca y la sanata? ¿Así de fácil? ¿Ni siquiera voy a pagar ahora que estoy muerto? —dice él.

—No, es tu vida repetida como una tabla de multiplicar horas ociosas. La monotonía de salir flotando como un corcho hasta que te pudras y desintegres —digo yo, que a fuerza de querer recordarlo todo, narrarlo todo, abarcarlo todo, aparezco entre las letras con la adrenalina resinosa y brillante, pero demasiado cansada. Como el juego que me gusta jugar cuando me aburro de contar cuencas vacías de ovejas que no saben saltar ningún cerco imaginario.

—Es así de fácil. Cada uno elige cual será su eternidad. No hay retorno, pibe —dice el dealer del Pabellón VI.

Nadie responde.
Nadie se acuerda de nada.

Y en la bruma que es la no memoria, en el sueño vigilia de la anestesia aparece una banda militar ejecutada por mujeres en pelotas.

Tenés ganas de fumar, ves una imagen nítida de la mesa de tu casa. Está sobre ella desparramada, obscena. Nada más tranquilizador que saber que en casa hay tabaco: un equivalente al pecho materno.

Ahora todas las mujeres de la banda militar son tu madre. Iguales a ella, réplicas de ella, sanguijuelas ávidas que quieren comerte el sexo, desgarrarlo, y aplican su índice inquisitivo simulando reproche. Tus pelotas, a esta altura ya fueron engullidas por la horda estereotipada de madres, cada una con sus propias taras:

Madre sobre protectora. Madre moderna. Madre hippie. Madre insoportable. Madre de puerta del colegio. Madre sustituta. Madre golpeada. Madre obsesiva. Madre drogadicta. Madre escritora. Madre prostituta. Madre inútil
Madre actriz. Madre careta. Madre imbécil. Madre alcohólica. Madre coraje. Madre de Plaza de Mayo. Madre querida. Madre evangelista. Madre Evita. Madre judía. Madre María. Madre golpeadora. Madre patria.

— Las bolas. No las siento, no quiero tocarme, no quiero ver, odio ver sangre, odio en realidad todo tipo de fluido orgánico, basuras del cuerpo, descarte. Como los hijos. Basura del cuerpo. Descarte —dice él como saliendo (o entrando) en la nebulosa amniótica del sinsentido.

Ellas continúan su trabajo y recordás películas de zombies… “Cerebro... cerebro”.
Se están comiendo tu cerebro.
Los zombies, tus madres (todas) son como bacterias. Están en tu cerebro devorándolo, voraces, como vos.

Y la cámara ahora apunta a tus ojos, pero no ve más que la huella que dejaron la lágrima y el humo.
Ya no filma.
No se edita.

Doce, once, diez, nueve...

archivado en: temas morales y malas intenciones mientras vaya a saber que cosa sucede.

2.9.14

diffuse way

¿Te acordás de las luces rojas? y de la intuición ¿te acordás?

Eran días de clima seco, mucha paja, pulsaciones lentas como sin ganas. Se la llevaba bastante bien en Noruega, Suecia, Finlandia, países de ese estilo. Ahí sucedían cosas que eran contadas de una manera diferente. Una tras otra pasaban las imágenes que al día siguiente no se recordarían. Pero se la pasaba. No puede decirse que no se hacía nada. Se administraban los silencios con estoica resignación y no se creía ya en milagros.
Pero de golpe y porrazo se vio visitando otros países y otros mundos y andaba un poco menos triste y se reía y no veía la

SANGRE SANGRE
INFINITA SANGRE DE LIEBRES MUERTAS.

(Es posible fuese sólo un simulacro.
Pero la alarma sonó.
No podemos decir lo contrario).

DANGER
Alguien saldrá lastimado.

Lo sabemos con la certeza de un idóneo. Pero estamos parados en un precipicio y nos parece buena idea saltar porque el amor nos tenderá una red que nos envolverá hasta la felicidad del infinito.
Porque:

NOSOTROS SOMOS ESPECIALES.
NOSOTROS LO MERECEMOS.

Nosotros nos sentimos solos. 
Nosotros estamos muy aburridos.

DANGER
Alguien saldrá lastimado.

¿Te acordás de las luces rojas?, y de la intuición, ¿te acordás?

archivado en: fantasías animadas

28.8.14

El atolón Mutancio y el grumete Polimorfo (poema estilo chantilly)

Como una oscuridad ultraterrena.
Vapores y luces perdidas al final de la ruta.
Saltan conejitos.
Y hay un prócer que es tridimensional: de un lado es San Martín y del otro es Belgrano o bien Ángel Gallardo y Juan Bautista Alberdi.
Cualquier fantasía es posible a equis metros de distancia, miopía y mala señalización.
Amén de las frutas de estación.
Amén de la música.
Amén de la fatiga y el momento en que duelen todas, absolutamente todas las partes del cuerpo al unísono, antecediendo a la vibración, inquietud, deseo de contacto. Sexual, inflamable, tensión acurrucada en la semilla que despierta para cantar primero, contar billetes, cortar filetes de pescado, pollo deshebrar como una maya, fideo fino, fideo grueso, darse una vuelta por el pescuezo de un ingenuo erizo de mar.
Más tarde, verborragia, verborrea, diarrea de verbos, sustantivos, sujetos, predicados, quedarse sola (tenderse al sol) y cerrar los ojos, abrirlos a la espejura del sueño, penetrar en la dimensión donde nadie vigila la íntima esperanza que se aleja, como abeja descarriada, zángano en huelga empuñando un estandarte tan estándar que da asco, olor a poca cosa, alfeñique de alféizar suicida sin arneses, necesito suavecito, suavecito.
La abeja reina no admite a los enfermos que a punto están de ser encerrados en frascos de miel, polen y lamidas de un dios apático por tanto ciclamato y ciclotimia, hastiado de ser siempre el chupador, el chimpancé, el eslabón perdido, de luxe, algo apretado entre dos moléculas: no es átomo, no es desinflamante, no es avión. ¿Qué es?

archivado en: asociaciones libertinas sociedad anónima

9.7.14

Cañonazos nomeolvides

Usted se encuentra (obsérveme bien) para su felicidad y para mi infelicidad, ante el mayor espeleólogo de la depresión: ocho mil metros de  profundidad oceánica de la tristeza, negrura de aguas gelatinosas sin vida salvo algún que otro repugnante monstruo sublunar con antenas, y todo esto sin batiscafo, sin escafandra, sin oxígeno, lo que significa, obviamente, que agonizo
Antonio Lobo Antunes

Nos metieron la jodita del concepto de felicidad y arañamos tierra, comemos piedras, ingerimos venenos, vomitamos despeñaderos en pos de eso que sabemos imposible.
Y no es así, sólo hay un par de fantasías, y todo, absolutamente todo lo demás es intemperie.
Como una maceta donde quedaron los tronquitos de una albahaca que dejaste se secara.
El exceso es una cosa corriente, reconocida y ya habitual. Excepto cuando arde demasiado y la profusión te avisa que pares, te grita que hay remolinos, arenas movedizas, que tengas cuidado.

A mí me fascinan las arenas movedizas.

La asfixia lenta, la caída leve y tortuosa. La agonía, siempre y cuando no la cague el héroe de turno que con un palito te saca fácilmente. Y hay que seguir, no hay más remedio porque la vida es así. Exactamente así.

Como arenas movedizas.

Hagamos una cosa: te doy todo el mal ejemplo que te sea necesario para que sepas dónde no tenés que pisar. Te pongo toda mi arena encima y te incito a que vengas, te sumerjas en la ilusión de mi inframundo.

O mejor no hagamos nada.
Quedémonos sentados viendo la decrepitud del universo.

archivado en: cargos del período adeudado

10.5.14

Poema epiconceptual para fruterías




Escrito en Astas bajas, médano Vocoder, el 03 de marzo de 2014.
Autoras: Paula, yo y una cantidad inconmenzurable de cornezuelos ofrendados al mar.

Listado de lo que sucede fuera de la cripta

El dibujo que hace el agua recorriendo las piedras de las exclusivas playas ABC1.
Camuflada entre las ramas el ama de llaves limpia el caché de su coche.
El canto lánguido de Lito, el pastelero en camiseta del Chelsea, cuando le junta coco al choclo.
Todos los aborígenes de la Marcha del Gavilán le rezan devotos al Cristo ilógico que los sigue con los ojos.
Los niños giratorios suben y bajan. Hay demasiado resto arqueológico en estas arenas de laboratorio.
Los viejos desentierran los tejos de mármol, el tacho de basura reza “ojalá, ojalá”.
Desvencijado, el carro remueve millones de colonias de bacterias a su paso.
Las banderas se acercan, la marcha se agiganta, aplauden al niño que no se ha perdido.
Las nubes artificiales son mucho más sinceras. Acogen a las sirenas y al casco de telgopor.
Detrás del horizonte no hay nada.
Todo queda adentro de la mochila del monje.
Catarata de amarillos baja por el monte y en la arena hace pozos parecidos a los que hacen las almejas cuando mueren.
Viene y va la vieja, llega tarde a todas partes. Se le deben 4 pesos al churrero de dos dientes.
A lo lejos, una balsa de lombrices predispuestas a fertilizar un mar infectado de psilocibina.
Salvador hunde con su culo la punta afilada de la garita roja.
Nadie es feliz por estos lares pero igual todos sonríen cuando el avión arroja cobayos a la playa.
Hay que matar muchas cosas para secar a la chiva. Mucha naturaleza debe ser ajusticiada para conformarnos.
Un carromato lleno de agua caliente bautiza termos y suturas.
Dorothy elige a su marido entre un abanico de garrafas mientras se llevan nadando a su niño de plata y ella se indigna. ¡Esta ferocidad no es lo acordado!, grita y las nubes se disuelven.
Todo el psicoactivo del que somos capaces ha sido ofrendado al mar, la diosa Kudasai sonríe complacida y arroja su ramo de novia en señal de aprobación.
Las nubes reales mienten todo el tiempo.
El milagro de la villa va por su tercer celo y trae al mundo niñas con cofia y chupete.
Desde Senegal saludan al tren que es recuerdo.

Nos duele la risa de tanta panza.

archivado en: recuerdos de nuestras vacaciones

9.3.14

Panerítico

El hombre es hijo de un dios muerto
Leopoldo María Panero


En el largo y húmedo pasillo del mundo se oyen los quejidos de las parturientas que esperan la hora de decirle adiós a la plomada, calamidad galopante bajo vientre, murmullos como ramas de una hoguera interminable de traiciones.

Dios no las ha visto jamás, hace caso omiso a semejante aberración, su poder es tan limitado que no tiene más remedio que retirarse dejando atrás de las columnas unos cuantos clavos de subasta, corona de espinas de cotillón, inocencia en una fe crecida en lupanares, cuatro o cinco salmos. Oraciones, cantidad necesaria como para que jamás alcancen ante tal batallón de ánimas caídas.

Pero lo que más estremece son aquellas sombras sonámbulas convulsionadas por los destinatarios de visiones fantásticas, el exceso de fármacos y demasiados ritos iniciáticos para una sola vida.

Suena una canción que dice: a cada paso te pierdo, a cada paso te busco, a cada paso tambalean mis andamios, pobre niño, pobre niño...

Disecadas en vida, las escaras del mundo aquí se hacen evidentes. No es de extrañar que nadie venga de visita. Las últimas miserias se desguazan, rompen fuentes y en el suelo crecen cardos que serán los futuros monarcas del lugar, cuando no haya más posibilidad que la renuncia, cuando la última enfermera huya de espanto, agitando su rosario de cicuta.

En círculo cerrado de televisión se filman cada una de las escenas: existe dentro de la caja una criatura sobrenatural que fuerza a padecer un estado impasible de crisis, como si un taladro hiciera miles de agujeros por donde hacer entrar rayos de luz y, sin embargo, la mayor parte de las veces, detrás de esa apariencia encantadora sólo hay cruces, duelos permanentes y un bandoneón que quema las entrañas.

El largo y lúgubre pasillo del mundo se rige por lo visible, todos saben del espanto y sus taxonomías, de cielos que se desploman, de ciudades devastadas y la salvaje anatomía del dolor. Las sacudidas de la muerte están allí, siempre al alcance de cualquiera.

Suena una canción que dice: no llegarás a retorcerme el nervio, soy una devota del azar y de los ángeles, pobres ángeles, pobres ángeles.

La tierra, en contraste con los hombres, sigue siendo muy hermosa.

archivado en: efecinco

30.1.14

La extraña parafilia de Isabel y la desaparición de los guantes de goma

Con el cigarro encendido, el pelo un desastre y una boa constrictora a punto de engullirme, la mañana sucedió en el intento por recordar, sin conseguirlo, aquellas palabras, sonidos, sensación de duermevela que escribirían un poema por si acaso el tiempo decidiera dejarme sin nada, las valijas vacías, la hipótesis debilucha de un futuro, cuentas que dan cero en el cuaderno incierto de los días.

Los límites del fuego se esfuman en días de ceniza donde todos los libros, las historias son prestadas.

No hay banda. No hay poemas. Se ignora la permanencia, se camina en tierra blanda, se es indeleble, inmune a los arcoiris, para que el fin sea una montaña de gente que se ha ido, de llamados que nunca se efectuaron, de manos deshabitadas.

Porque estar muerto es ya no escribir. Es el congelamiento.

Sin embargo llovió un poco, embarrado el patio parece bello, aunque haya pájaros dormidos para siempre, aunque el humo, la sonrisa ausente y la manía de volver al otoño sabiendo que allí no habrá abrigo, no habrá colores. Todo tan lastimado, sucio y hermoso como en el fin de una hecatombe, sin pisadas que rompan la monotonía los charcos.
Y tantas páginas por rellenar con nada, si a fin de cuentas no se llega a ningún sitio.

¿Qué máscara ocultará tu máscara cuando todos los espejos se quiebren?

En este simulacro descienden las figuras que se ensamblan en el aire con displicencia funámbula.
Es tarde para involucrarse en la vida. Ya nos tragamos a nosotros mismos, caníbales masturbantes, sin fe, sin ideal, sin ganas porque las ganas son patrimonio de los vivos. Y aquí todo es silencio y hojas blancas. La energía desintegrada no conforma un alma.

Entre tanto, disculpo los problemas ocasionados una y otra vez .

archivado en: esto es todo lo que puedo hacer

23.1.14

Tutiplén de temperaturas extremas

Adquisición de repuestos para helicópteros Bell 212 H.81

Quería escribir y acabé por concentrarme en los dibujos que una leve mosquita hacía en la pantalla.
Voy a prescindir de la memoria, del mismo modo en que se prescinde de sueños cuando corrieron ya mil días de descuento y en la sobrevida la quietud es este mamarracho informe que ni siquiera es un papel con el que envolver regalos o enjugar suspiros.
Todo está apuntado en el cuaderno.
Todo está detenido allí.

Overhaul/Exchange

Turco en un desierto cabeza o cabeza de turco en un desierto o desierto turco en una cabeza y así, sucesivamente.

Guantes de protección dieléctrica

O una especie de paranoia o fastidio. Ganas de salir a matar la penumbra que hay en tu corazón.

Documentoscopios y lámparas infrarrojas

En la espera, me pregunto qué ganamos durante tanto tiempo de caminar en puntas de pie para no molestar a los dioses. ¿Esta falta de equilibrio en los talones, la flojera metatarsa y el dolor de la quietud?
Seguimos fingiendo muecas, abrimos los ojos como si aún algo pudiera sorprendernos.
Lo superfluo, efímero, transitorio es nuestro nido helado. Las llaves se perdieron hace tiempo y para entrar tenemos un truco que se repite: nos hacemos invisibles, incorpóreos y así permanecemos hasta la hora de salida, hasta quedar paralizados en estas palabras vacuas que aún creemos reales.
Nada nos salva de las cenizas cuando la erupción pasó y la lluvia es una nube de polvo que cubre el futuro en su lento proceso de corrupción.

Carbón activado granular

Como si los ovarios se retorciesen o el cuerpo se expandiera de adentro hacia fuera consumando una explosión que dejará la pared enchastrada como El día Nacional de la Liebre.

Evaporador con sistema de alivio de presión

Te amo tanto, ay cuánto, con cuánta pasión y anhelo deseo que desaparezcas.

Storage

¡Oh madre!, quisiera ser magnífica, arrolladora, un estigma en cada uno de los que no se atrevieron a rebalsar los jugos y quedaron secos como cáscaras de naranja piel.
Innumerable y sórdida, irrenunciable.
Quisiera, ¡oh, madre!, pero no soy más que la señal de unos dedos torpes, pulso trémulo, que apunta hacia una cruz muerta de sed y aburrimiento.

Observaciones generales

Cuando era chica quería trabajar en la librería para usar la máquina de cortar cinta scotch. No sabía que en el futuro podría tener mi propia máquina o, incluso, mi propia empresa.
Ahora lo sé y lo mismo no tengo ni máquina ni empresa.
Porque ya no quiero.
Porque ya no tengo ganas de trabajar en ningún lado.

Presentación de ofertas

El sentido del humor que a mi me fascina es como un bordadito étnico, una guarda pampa, una barra de cereales de esas que venden en el chino y tienen girasol, lino, sésamo y alguna otra semilla milagrosa al paladar.

Acto de apertura

Ahora, por ejemplo, veo una teta pequeña y muy blanca con apenas una pizca de membrillo y plasticola dibujándole el pezón.
Durante dos días consecutivos vi la misma imagen: un conejo blanco que se escondía detrás del rosal y despertó mi curiosidad durante otros días más.
En algunos momentos me sucede: puedo ver el lado siniestro de la gente. Se presenta repentino, como el fogonazo de un flash o el olor a tierra mojada que inunda el aire con las primeras gotas.
A veces veo peces de colores. Es un lugar común, lo sé. Nada tienen de malo los lugares comunes si están en el agua y tienen colores tan brillantes y fantásticos como los que tengo metidos en la parte del cerebro que me hace imaginar que veo, veo-veo... ¿qué ves?

archivado en: La Tercera Sección está OK.