6.12.12

La fin del mundo en Buenos Aires

ULTIMO MOMENTO

Nube radiactiva, lluvia ácida y soretes de punta, producto de un pedo de Macri, cubrieron la ciudad de Buenos Aires y el pánico se apoderó de los habitantes que, desprevenidos, no llevaban barbijo ni escafandra. Tampoco galochas.

AVISO IMPORTANTE A LOS CIUDADANOS.

Pueden solicitar la máscara antitufo que viene incorporada a la tarjeta SUBE que les vendieron, por sólo 100 pé en todas las sucursales habilitadas. Pagás y te la habilitan al toque. Podés elegir color.

ULTIMO MOMENTO

Se anunció desde Casa de Mayo que en cualquier momento largan a todos los zombies que tienen reclutados; que no le tiene miedo al pedo de Macri y que lo van a hacer mierda.

AVISO IMPORTANTE A LOS CIUDADANOS

Durante el combate zombie se recomienda no salir a la calle. Comer livianito y tratar de no bardear ya que bastante kilombo hay con la lucha contra el mal.

ULTIMO MOMENTO

El cielo se cubrió de amarillo PRO. Se teme lo peor.

AVISO IMPORTANTE A LOS CIUDADANOS

Si un zombie golpea a la puerta de su hogar NO LE ABRA.

ULTIMO MOMENTO

Clarín miente.

Datos útiles:
*911
Manual de superviviencia ante un ataque zombie
archivado en: la neutrónica ya explotó

6.11.12

Cuasimoda blues



La cara deforme, así la siento.
Como la de un boxeador que perdió por nocaut
o como la de un muñeco de cera derretido por el sol.

Seguramente lo de la cara deforme es una ilusión, le dice un tipo a la protagonista, a lo cual ella responde que puede ser que sí como puede ser que no.
Y el tipo se va

Estribillo:
Mi mamá me arma
Mi mamá me arma.

El cuerpo se mueve baila los ojos cerrados.
Hay mariposas rojo en el centro hasta el amarillo.
Y una lucecita
que rebota por el piso el techo de tu cuerpo por dentro.

Los obstinados somos insistentes y tenaces, le dice un tipo a la protagonista, a lo cual ella responde que puede ser que sí como puede ser que no.
Y el tipo se va.

Estribillo.

Cada uno lleva su propia abejita que se pierde en las nubes. Algunas veces cerramos los ojos y la vemos volar, nítida ella, nítidas las nubes.

Somos los auténticos reincidentes los originales con estampita de la aduana.
Repetimos
tercos, obstinados.
La burra al trigo.
La burra al trigo.

Me ovidé
El vaso de coca cola en la cocina.
Cuando vuelva
habré olvidado esto.
Y haré otra cosa.

Y de a poco se va saliendo, le dice un tipo a la protagonista, a lo cual ella responde que puede ser que sí como puede ser que no.
Y el tipo se va.

archivado en: con mini toblerones de Brasil

23.9.12

Necrópolis

¿Qué le dio al pequeño dios del centro gris, del abismo?
Luis Alberto Spinetta

Para llegar hasta la lápida, lo mejor que podemos hacer es contar baldosas. Sabemos que son cuarenta y nueve hacia la zona escalonada y luego hay que girar hacia la derecha unas treinta más.

Entre tanto, nos detenemos en el sector de las tumbas de los niños. Juguetes demoledores. Placas de tormento que se lucen impúdicas como si lo sombrío, la ilusión hecha basura, la injusticia, el desencanto fueran algo que naturalmente se expone como puta de la calle.

Le cuento del velorio del angelito, de lo que se siente cuando la cajita es blanca y cabe en ella algo que se salvó de ser persona. O adulto, cosa que no es necesariamente lo mismo, pero a esta altura nos da igual.

Con esta música no se puede vivir, pensamos. O lo pienso yo solamente. Da igual: el deseo de que el otro sea un duplicado de la propia miseria es poderoso. Por eso es lo mismo. Por eso la proyección de pretensiones es una inutilidad.

¿Serías capaz de hacerme un favorcito sin considerar que te estoy mintiendo, haciendo de cuenta que es algo lógico y absolutamente necesario para malcriar cadáveres que se fueron sin la oportunidad de equivocarse a gusto?

Decime que sí, con un gesto tuyo, ahora, creo que podríamos salvarnos del mediocre aburrimiento de esta paz. Y entender, como si de pronto un brillo de esos que siempre están cerca y no vemos, nos exorcizase con sus dones. Entender. Para que los otros también comprendan que lo inevitable no acepta ningún tipo de soborno. No resiste análisis.

Con esta música no se puede vivir. Lo sabemos (o lo sé yo) porque las pruebas están ante nuestra vista, pies, manos, la tierra y los árboles que parecen acostumbrados al silencio y temen al aullido plañidero del viento.

Eso que se ve al fondo parece una montaña de ropa, sin embargo, yo que estuve allí algunas veces, puedo asegurarte que lo sensato es no acercarse demasiado. Hay almas que no encuentran sitio que les resulte cómodo, ya no pertenecen a nada específico y se reúnen unas sobre otras representando un espectáculo engañoso.

Con esta música no se puede vivir. Está claro que no es la primera ni será la última vez en que un acorde a destiempo aniquile la mejor de las sinfonías.
Desde aquí es seductor, pero no dejaremos que nos atrapen. Nos van a consumir las ganas en minutos.

Fijate, si vamos hacia allí entraremos en la parcela de la soledad más desatenta. No hay carteles que indiquen el peligro.
Mejor sigamos por la derecha. Unas treinta baldosas y ya podemos sentarnos a hacer el picnic de lágrimas y rezos inventados para la ocasión.

Con esta música no se puede vivir. Estoy completamente segura (no sé si vos también, aunque me gustaría) de que muchos de los que aquí abajo están, habrán pensado lo mismo.
Si fuera posible, juro que la reinventaría. Y la melodía sonaría exacta ilimitada; este lugar de pronto sería algo más amigable y no estaría de más ir acostumbrándose a la idea de que seremos unos más entre tantos huesos. Casi igual que ahora, sólo que en ninguna parte.

Quisiera que tu alma y la mía hagan caso omiso al deambular embole perpetuo y encuentren un lugar confortable donde el no suceder ya nunca, sea tolerable, donde no haya que preocuparse por músicas ni desamores ni recuerdos ni educación hipócrita ni buenas formas ni antidepresivos.

Donde ya no se vea nada y el lamento sea tan dulce como no sentir.

archivado en: qué calor hará sin vos, en verano

28.6.12

Yo no sé que es esto, pero sé que es lo mejor para todos (revisited)


Desde esta perspectiva, transitado un camino de largo recorrido, no puedo ver dónde quedó la casilla de inicio, pero sí saber que cerca, muy cerca está la de llegada. Por eso descanso, me siento en una superficie más dura que la veta que alguna vez me heló la sangre, me tomo el tiempo que haga falta, el que sea necesario para avanzar hacia el final de este juego ineludible.

Mientras tanto, en las nubes una grieta por donde penetran salivas sedientas. El horizonte no es una línea horizontal sino una frase interminable que aúlla la soledad de un nombre a repetición. Como disparos de una Mauser.

Algo así es lo que veo. Aunque mi percepción esté nublada como estos días de alfombras de hojas secas.
Cosas muertas o que lo parecen. O que debieran estarlo. Pero nada está tan muerto mientras el murmullo aturda cada capa de musgo, cada micropartícula de tierra.

No es lo que suelen enseñarte en academias, no tiene similitud alguna con estudios basados en el reciclaje de basura, deshechos, despojos de lo que alguna vez fue útil, necesario, imprescindible, aunque no sea imprescindible la palabra indicada.
Sabemos que se puede prescindir de todo, incluso de la vida.

Aunque nada está tan muerto, sin embargo, estos caracoles tienen ojos blancos.

Me pregunto que han de hacer todas las sales que combinan la materia blanca de la ausencia. Esta piedra nos conoce, este oscuro rincón guarda alguno de nuestros secretos, estas hebras de azafrán saben de sonrisas en los ojos, esta cama conoce del vértigo de otros días.

No creo que sea necesariamente esto lo que quiero que se entienda, sino algo más taxativo.
Por ejemplo: fuimos inmensos, juntos nos hicimos grandes, cada uno a su manera.


Y también me pregunto qué hago aquí despabilando nostalgias si es que persiste todo lo admisible y nada, absolutamente nada está tan muerto.

Mientras tanto, la calle es una baba pegajosa que se alarga conforme pasan los semáforos, los árboles, la letal nebulosa de un soplido. El tipo dice:

—Parecieran las diez sin embargo son recién las seis.

Y es cierto. Miro el reloj y son las seis, disiento, no parece nada, es simplemente otoño y sus vahídos, su brevedad y el rasguño que año tras año deja marcas. En las sienes, en las manos, en el hueco neurasténico del instante.

¿Qué importancia tiene que los días se acorten? No sabemos nada del tiempo si es que no hemos saboreado las guadañas, el ruido de cadenas que luxaron las muñecas del fastidio. Empedrados de pena en Buenos Aires City y los huesos que crujen su artrosis. Clase B la película. Clase B el taxi. Clase B las ganas y la protagonista necesita más operaciones para su rostro desfigurado por cirujanos residentes.

Juntamos cosas viejas. Fotografías, trenes de colección, cajas de cigarros y bombones. Atesoramos basura (imprescindible muerta, basura) disfrazada de recuerdos para no dar vuelta las páginas.

Mientras tanto pienso que este capítulo ya lo he leído muchas veces. Este capítulo es un absurdo eufemismo. Si pudieras darte cuenta de lo vano, de lo breve, de lo descabellado que es pensar en permanencias. Más o menos esta es la idea principal, lo demás son intentos, manotazos de ahogado, tablas de náufrago, desesperada y torpe ceguera. Los ciegos ven cosas que jamás podríamos siquiera imaginar.

No se trata de contar una historia de otros, no es escribir un guión apto para la pantalla, no es la idea ni el plan. Se trata de tener la certeza de que no existe plan alguno. Lo básico. Instinto y laissez faire, que todo suceda como una nota al aire. Esperar la desaparición de los inútiles sentidos.

¿Qué superpoder elegirías si te dieran la opción? ¿Ser invisible, teletransportarte en el tiempo, en el espacio, volar, ver el futuro, ser inmortal?
Qué horror ser superhéroe. Todo poder es un dolor tremendo.

Mientras tanto el tipo dice:

—Estoy contento porque hoy hay partido.

Me pregunta si en casa lo veremos. Le digo que no sé, tal vez. No importa. No es importante. Esto quiero quede claro. Lo que no es importante para mí no debiera serlo para nadie. Lo sé. Es pura soberbia, es una más de mis fantasías: el mundo diseñado para mi satisfacción. El ombligo, mi ombligo.
Todo lo demás rellenos: música, televisión, libros, amores ridículos, dormir, soñar, fumar. Meros rellenos. Como migas de panes que barren las astillas. Y la asfixia siempre como una amenaza.

Hasta reinar se hace insoportable.

Lo devuelvo. No lo quiero, bastó un segundo para entender que es agotador ser dios, fue suficiente un segundo para saber que esta es una prueba irrefutable de su no existencia.

Si yo fuera dios acabaría con todas mis estúpidas creaciones.
En un santiamén, así, de un plumazo diestro, y después descansaría. La eternidad sería el gran vacío del aburrimiento.
Si fuera dios empezaría por pensar el modo de suicidarme y me aseguraría bien de que después no hubiera nada.

Mientras tanto, un rato de éxtasis. Una semana (a lo sumo) de conexión con sensaciones escondidas.
Pero poco. Trivial, efímero, bueno para nada.

El final de la avenida es una frase interminable que aúlla la soledad de un nombre.
Como una cámara fotográfica que dispara a repetición una idea que dice que vivir es una enfermedad que afortunadamente se termina.

archivado en: cosas por el estilo

8.6.12

Tutiplén de juegos entretenidos para toda la familia



Perdida en mi bruma púrpura

Una vez más, nadando en un mar de aguas heladas. Uno cree, por un rato, que algo se aprende. Uno intenta descartar lo que nunca va a funcionar, lo que hizo cortocircuito tantas veces y te dejó sin luz. Uno sigue lanzando piedritas al abismo con la esperanza inútil de que haya en el recorrido una mano que agarre alguna y la devuelva sin que te la incruste en el ojo. Con una nota que diga: voy a buscarte, voy a encontrarte.
Pero el agua, ay, el agua... una vez más.


Y ahora piensen en algo hermoso

la noche en geba cuando me agarraste de la mano y yo empecé a sufrir los comienzos de un largo trastorno que hace que veas que todo se mueve como gelatinas.


Colación

los colectivos que se acercaban peligrosamente a nuestro taxi el miedo a la muerte por aplastamiento o emboscada la sensación de que estando juntos y a punto de tener lo que buscábamos nada malo iba a sucedernos.
y los camiones abriendo sus bocas inmensas y exhalando el humo negro desde sus culos profundos los cordones de las veredas irregulares como laberintos abrazada a él en ese taxi eterno nada malo iba a sucedernos.


Tengo un remolino en la cabeza que me amarga la vida

Supongo que la noche en la que me llevé el colchón al living fue el comienzo de mi desagrado hacia los recitales de poesía. Una cosa a consecuencia de la otra.
O viceversa.
Como sea, creo que la poesía no es para leer en voz alta, salvo algunos casos como a un ciego o a un amante, pero no a un auditorio. Si querés que tu poesía, en lugar de leerse se escuche, ponele música, no seás cagón. Y si no sabés música juntate con alguno que sepa y armá un duo y vayan a tocar a los pubs.


Colación II

en el juego de quién miente más él hizo punta y ganó.
en el juego de quién miente mejor gané yo y por afano.


Y ahora piensen en algo hermoso II

La noche en La luna, en Quito cuando se cortó la luz y la lluvia de estrellas que explotaban como cuetes ahí ante los ojos de todos abiertos como ese inmenso pedazo de naturaleza. Todo para nosotros.


Perdida en mi bruma púrpura II

Volviendo a piletas sin agua, mares helados, lo peor de todo el asunto es que ya ni importa. Estamos jugados. Somos peligrosos.

archivado en: tutiplenes de estilo

6.6.12

Mamotreto' s blues

No llegará el coma etílico y de mis dedos, pulso torpe, convulso crecen lo mismo pesadillas.
Lavaba los vasos y el asco me dijo: —saber ver a tiempo.
Antes de la estampida brutal que todo lo arrase,
lavaba,
lavaba,
seguía lavando.
Pensaba: una calle oscura como imagino la muerte de un ebrio camino de cintura, el reventón látigo del miedo, el cielo una cúpula fúnebre y el teléfono solicitado, apagado.
La soledad tan sola sin inmiscuirse entre las caderas de una familia desconocida y a la vez cercana a tanto odio, oídos, ¡oh, dios!

Lavaba y veía que el miedo protege de las avenidas, de rutas suicidas.

Lamenté no descubrir la palabra exacta que lo describa todo, aún sabiendo que no es necesario, que hay demasiada sensación exenta de impuestos.
Junio es temprano y la fiebre se atenúa de a ratos.
Volverá a aparecer mañana y se cuenta con los medicamentos prescriptos: todos ellos usados (deben ser) con pericia, con exactitud de relojero, con ganas.
Nada más hace falta.
El mundo así se eleva, es un globo brillante ante la mirada de un niño.
Y el amor no consta en documentos (no debe), prescinde de razones, se emplanta quietito en el medio del pecho.

Lavaba y rezaba: —no quieras ver dentro de mis ojos, no ahora que supe ver a tiempo.

archivado en: magistral evolution

16.5.12

Sobre lo que hay en las orillas


Y contame de todo lo que como vos, se derrumbó.
Pequeña Orquesta Reincidentes

Miguitas de olvido se amontonan en las grietas que el tiempo talló en la mesa.

La madera corroída, expuesta a la creciente oscuridad de la noche, tapiada por una crueldad minuciosa, ofensa ignorante, imposibilidad —o lo que no se quiere— de tensar el arco y dejar que la flecha salga y se encienda en los espíritus empachados de bordes desparejos.

Te lloré una noche en la que dejé a un costado las dos manos que llevaba de repuesto, porque dos eran poca cosa para abrazar el gran misterio que abandonamos en la banquina de la ruta de un país que no era el nuestro.

Restos fósiles de un mechón de pelo se esparcen como hilos porfiados que dibujan bucle, tirabuzón, enredan el índice de un juego anterior al sueño, la osadía. Resorte si acaso al oírte tan breve voz diga, indique una señal que le haga ruido musical a la tripa, se lea en ella un sí con brillo de diamante y núcleo solar. Abrigo de días congelados, paz para el desastre natural, el cataclismo del silencio cognitivo, impostado.

Va a salir, ya va a salir. Falta práctica, irá emergiendo de su centro y se instalará, la llaga se hará un callo y despertaremos con otro conocimiento, un nuevo escudo, aunque el frío siga astillando el hueso de la memoria, lo perfore, le haga trenzas, lo condene a este vuelo permanente de sin alas, de sin cielos, errabundo.

Tenía no una vida sino varias por ser tuya porque una no abarcaba la inmensidad de los deseos, intentos blanco y negro que desiertos se quedaron en la torpe elegía de un pie solo —sólo uno— que alcanzó para quedar atornillada en una espera sin sorpresas.

Miguitas de olvido permanecen intactas en la mesa, en los zócalos.
En la caja plástica de uno de mis discos preferidos.

archivado en: del azúcar y el parmesano

10.4.12

Tutiplén con gran cantidad de aforrismos


Yo quiero que tú sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.

J. M. Fonollosa

Receta para una vida pulenta

La vida muere lenta en su orden aleatorio, tiránico, random de cadáveres descartes.
Y paladas: cantidad necesaria para construir tu propio pozo.


Mamboretá D

Son como pequeñas caparazones del color de las de cucarachas que adentro tienen las esporas. Las traen las hormigas con esa estúpida laboriosidad que nadie les pidió.

Y casi por inercia, me desespero por cosas aún más tontas. Es que cada tanto hay que cambiar de obsesiones, sino la vida marcha por los cauces naturales y serenos y todo se vuelve aburrido al punto de querer salir a matar grillos o algún otro animal noble.


El mojón que se secó con el sol

Por un tiempo habitará la incertidumbre no conocer el exacto lugar del precipicio que marca cuánta es la distancia, porque el mundo se partió en dos mitades y no sabemos en cuál de las dos estamos.


Hot rod souvenirs

Si el amor no es capaz, si su terca torpeza se manifiesta en un escape permanente, en huidas silenciosas, si no puede porque no es, o no quiere, o por cualquier motivo que determine inoperancia en el sistema, más vale tiralo y comprate otro. O buscá el rincón donde fumarte unas sequitas de contexto, ubicate en actitud amotivacional y escuchá una de Crimson o un disco entero, incluso varios. Y prestá especial atención al modo en el que los sonidos se separan de la música que hay en el aire en la cabeza.

Entendé que este momento, lo que está sucediendo por fuera del mundo, es un rato.

Y que puede ser grandioso.


Líder mundial en testeo de soruyos

La luz roja de sus ojos anunciaba tormenta eléctrica. Yo intenté fumar su ira de a bocanadas breves, como al descuido, como quien no quiere la cosa, como el último abrazo, como dar las gracias.
Pero sólo vi una mueca donde alguna vez hubo sonrisas y también dos manos maulas como pájaros sin cielo. 


Zeppelin trip y tres perritos de mierda que no paran de ladrar

Despierta. Los ojos enormes. Me asombro (desde la ventanilla la mirada hasta donde empieza la zona del puerto, el cielo, primero violeta, después rojo furioso y al llegar naranja). Tanta belleza. Me salva. El día.


Casino Royal (en polvo)

Cuando la fichas caen todas juntas y ves que los colores son definidos, clarísimos, que no hay confusión ni ambigüedad alguna, y pensás ¿cómo pude estar ciego tanto tiempo?, inmediatamente deberías recordar las 14.000 veces anteriores que sucedió lo mismo y entonces, ser vivo por una vez y enterarte de que las cosas no son por sí mismas, que en nada influyen los otros, que las cosas son lo que ponés en ellas.

Y que si les ponés mierda, serán mierda.


De las historias que teje mi mente mientras miro fijamente el MilkDrop del Winamp intentando dejar la cabeza en blanco, autohipnotizarme

Demasiada deuda en la lista de mí misma. Se idealiza lo perdido: juventud relacionada con belleza.
Yo no hice más que vivir un sueño de otra parte.
Hoy estoy conmigo. De manotazos de ahogado pasé a buscar la tierra firme. A enraizarme pues volar es un peligro y más ahora que hay tanto pájaro cagándote en el hombro.



Qué hermosa sería  nuestra vida si vos fueses otro

Los obstinados tenemos la costumbre de confundir gato por liebre, de que nos den chicha por limonada, de gastar pólvora en chimango, de pedirle peras al olmo.
Los obstinados estamos condenados al fracaso. Lo sabemos, y aún así insistimos porque en el fondo no somos más que unos románticos pelotudos con fe.


Mi media medalla

Pero la balanza se acurruca hacia un costado, se acomoda en línea plana y duerme a tu favor. No será posible recompensa alguna, la traición nos deja anclados en la zona de la furia, el desconcierto, inmóviles, débiles dentro de la sombra de lo que fue amor, deseo, guerra.
Te imagino sonriendo. Sé que no es más que eso lo que podrás, apenas un mohín que disimule tu agonía. Ya no hay odio sino pena. Desde que descubrí un témpano malvado entre tu pelo el corazón se congeló.
Pero es muy tarde y la venganza irrumpió en forma natural. Estaba escrita desde la noche en que nos apropiamos de un café que no era nuestro. Todos sabían del desastre y huyeron antes, como los animales cuando presienten un tornado un maremoto un incendio.

Y nosotros quedamos atrapados en lugares desde donde no hay regreso.


Literal

Todavía abrigo esperanzas, les pongo mantitas, les prendo la estufa, les hago sopitas calientes.

archivado en:  tutiplenes de amor amor amor...

3.4.12

DSM IV: la increíble historia de Claribel y su tío Horacio

Es como una mueca de estupor. La garganta que se cierra, algo de taquicardia unas veces, otras una inmovilidad como de estatua, un silencio de crecida. Pero siempre el alerta. Los ojos cerrados percibiendo, imaginando qué clase de show macabro se está montando afuera, en la oscuridad.

Algo que no es real, no, no puede serlo, sin embargo están todas esas marcas, los sonidos, las palabras retorcidas como torniquete que en lugar de cortar la hemorragia la asfixia, la interpretación inequívoca del significado de la cinta del revés, la excusa donde poner las tristezas, las culpas, la baja autoestima, la maldición materna y sus sonajeros de pastillas de colores, un ojo, muchos ojos, todos los ojos mirando la vida de costado.

Y papá. Lo que papá hizo. Lo que papá no hizo. Lo que no hizo y no hará porque está muerto y hay uno menos a quién reprocharle tu miseria.

En el conjunto de factores el núcleo es el miedo, desde allí parten como lanzados desde agujas hipodérmicas el resto de los malos tragos: desconcierto, huída, y dónde ir ahora que ya cerraste la puerta, ahora que todo es lejos y gastado, ahora que no se sabe quién es el que va a clavarte el próximo cuchillo.

¿Será tu madre? ¿Tu hermano? ¿El portero de la oficina? ¿Tu amiga del alma? ¿El cajero del supermercado? ¿La simpática florista que seguramente, entre los ramos esconde víboras venenosas? ¿La mujer almibarada a la que le escuchaste te amo cientos de veces hasta el hartazgo? ¿Será tu perro (ese tan fiel) el que morderá tu mano?

Los médicos dicen de trastorno delirante, algo que tu mente imagina: tu novio acostándose con odaliscas, vaquillonas orientales, vírgenes de call centers, travestis de flequillo, alzando sus faldas pre-cocidas, marcadas apenas para cuando se les pida el plato principal.

Espero que sepan disculparme. Esto que acabo de escribir antes es real. Sucedió. Sucede siempre. No hubo mala fe. Jamás la hubo. Ni siquiera cuando te acostaste con un pibe en tu cama matrimonial y no tuviste corazón para lavar las sábanas. Ni siquiera cuando te fuiste sin más explicación que el silencio, dejando allí paredes que chorreaban el rojo de la traición y de la fábula.

Me voy de tema. Pero es que pasan cosas que no comprendo. Intentan hacerme creer que no es para tanto, que ya va a pasar, que el tiempo, que hay unos trucos infalibles para superar estos estados de desorientación lúcida: "leete este libro, gordi, te va a ayudar. Buscá en el capítulo 7, la parte que dice..."

Tu hija o tu hermana, da lo mismo, te dice que lo que vos sabés está detrás de la cortina es el reflejo de hojas de árboles que se mueven porque afuera hay viento, que si salieras un poco de acá adentro lo sabrías, pero claro, no podés, las piernas te pesan. Y te pesa el culo. Y te pesa la vida. El ánimo te pesa. Ella no entiende nada. Ella jamás sabrá que lo que hay detrás de la cortina es un alacrán que en cuanto te duermas va a picarte y el veneno se transformará en un fantasma que correrá por tu sangre permanentemente, al acecho. Como una enfermedad infecto contagiosa.

Pasan cosas feas, papá. A la noche se celebran orgías satánicas en el altillo. Aunque me tape la cabeza con la sábana, aunque ponga la radio debajo de la almohada yo escucho, es una melodía de tambores, una voz que no es de este mundo y los gritos y las risas y los llantos. Yo escucho. Creo que si hay tormenta voy a morir de terror. Dejame la luz del pasillo prendida, papá, por favor.

Las agujas disparan más perturbaciones: obsesión compulsiva. Los médicos lo llaman síntoma de trastorno de ansiedad. Suena bien a la hora de presentarse: "Hola, mi nombre es Teresa y sufro trastorno de ansiedad, hace dos días que no cuento los números de los boletos, baldosas, azulejos, hace dos días que no puedo dormir". (Aplausos). Al menos, suena mejor que decir: "Hola, mi nombre es Carlos, soy borracho, hago cosas horribles cuando tomo alcohol, lastimo a los demás, a los que dicen quererme pero están en mi contra, dicen querer ayudarme, pero vamos, pásenme otro trago, eso sí me sería realmente útil".

Pero el núcleo (no olvidemos) es el miedo. Todo lo demás se diluye un poco cuando ataca. Todo lo demás puede "encauzarse". Hay tratamientos. O eso dicen.
Hay terapias alternativas y lo mejor, lo más recomendable en pasillos carcelarios y hospitales: hay que tener fe en dios.
Eso ayuda.
Dicen.

archivado en: historias de gente pirucha

24.3.12

Zapping lejano con río y ojos turcos


El dolor de espalda y de cabeza se rearma mientras pienso y oigo la televisión que está encendida en la cocina. O es el cigarrillo. O es que hoy el río no tenía nada de especial, excepto él.
Él y el cielo.

— ¿Podés imaginar, verte ahí dentro? —le pregunté. Y se quedó mirando un tiempo que me pareció largísimo, tratando de verse hasta que le dije:

—Yo sí, yo puedo entrar y salir cuando quiero.

Ahora Juan Alberto Badía recita Imagine sobre el fondo de un flaquito que canta la canción y lleva anteojos estilo Lennon. Es crónica tv y Badía está viejo. Pero insiste. Badía insiste y yo recuerdo que hace un siglo dormía con él bajo mi almohada. Y hoy está viejo. Estamos viejos.

El chico me preguntó:

— ¿Que es lo que hay en el suelo cuando entrás al cielo?

—Es como espuma.

—Me imaginé hielo.

—Hielo hay en esa zona —dije y señalé las nubes oscuras—, en esta que te decía hace calor, son las luminosas, ahí es donde hay que estar.

Apenas podía sostenerle la mirada. Ojos turcos. Y me moría porque me besara.

—Dale despacio porque pega —avisó él y yo le di despacio.

Y pegaba, sí, cómo pegaba.

Hay unas mujeres que discuten. Son vedettes o algo así, también hay unas chicas de esas que bailan en los programas de cumbia con polleritas amarillas ínfimas y unos culos impresionantes. Están llorando en un programa de chimentos. Eso creo es lo que está sucediendo en la pantalla de la cocina.

En otro momento de mi vida (hace poco, muy poco), lo habría besado sin pensar en consecuencias, creyendo que hacer lo que uno quiere en lo que respecta a besos está bien. Arremetiendo.
Pero debo adaptarme a mi nueva situación de persona adulta. Y eso hago aunque me aburra bastante.

Cantaba boleros, me dijo: —ahora te toca a vos.

Y yo le canté “Por ti contaría la arena del mar” —escuchaba mi voz como si fuera un pensamiento, desde adentro, como aquel ícaro que creí cantar a dúo con el chamán—

Definitivamente, es el pucho, tengo que dejarlo y cómo cuesta. Y también el río que hoy no tenía nada de especial. Excepto él.
Y el cielo.
Están pasando un documental de animales que sobreviven en el desierto. Ahora hay una familia de castores o algo así. Comen unas plantas transparentes que parecen extraterrestres. Y hacen acopio de bellotas.

Pegaba fuerte. Me sentía un poco perdida y como recién nos conocíamos no tenía la intención de ser tan yo, revelarle en diez minutos todos mis secretos, aunque creo que ya conocía por lo menos la mitad.

—Te escuché llorar la otra noche.

—El mío es un llanto universal —le dije y se rió.

Era lindo. Ojos turcos. Una criatura, carajo. Y yo quería que me bese. Saqué cuentas: podría ser su madre. Perfectamente.
Puta madre.

Hay una muchacha embarrada que baila una canción de Shakira, creo que es un viejo programa de Tinelli o uno de esos.

Era lindo y tenía una sonrisa linda y una boca linda que yo deseaba probar. Pero le hablaba en forma maternal. Una criatura. Me trajo un regalo. El río se puso más gris y empezó a hacer frío. Cantaba boleros: “Procuro olvidarte siguiendo la ruta de un pájaro herido”. El cielo se caía.
El agua se caía.
La tierra se caía.

Se escuchan las risas de los chicos desde la cocina. Ven una película de terror clase B y me llaman. Y yo estoy tan triste hoy.
Era una criatura. Maldita suerte haber crecido tanto y no poder volver, no poder nunca más. No poder ser tan yo. Y haberlo besado y que no hubiese importado nada en especial. Excepto él. 

Pegaba fuerte. Sí que pegaba.

18.3.12

Tutiplén con un rejunte de cosas


Tractatum inconcientum

Sobre este órgano que se aloja adentro del cerebro podemos decir que tiene consistencia de flan y que es el órgano más ortiba de todos.  


Alquimista en bolas

Y no es que escriba cosas terribles porque estoy triste y escriba gracioso porque soy feliz. Esto es lo que quiero que mi marido entienda y no se preocupe cuando publique "Las liebres" o alguno de esos cuentos de hondo dramatismo que cuando los terminás de leer te dan un poco de ganas de pegarte un corchazo. En realidad escribir no tiene nada que ver con el humor ni con sucesos afortunados o todo lo contrario, es una práctica, una costumbre, no sé... ¿me repite la pregunta señorita periodista?  


Navi.dat

El cielo un cuadradito pequeño. Ni un alma. Muchos de los vecinos están muertos, los que éramos chicos hoy somos viejos. No parece haber quedado nadie en el barrio. La gente se raja. Nosotros seguimos acá. Y la casa, ahora está enfrente de casa. No salimos a ver fuegos artificiales. Nadie se emborrachó.  


Starwars in Sanisidroland

La luna llena el río la pollera el baile los amigos el gatoáguilaporonga las piedras el tronco cómodo la casita arca la subida con método propulsión a dedos la cámara lenta el trío las rarezas de cada uno la noche.  


Visual Basic 

Se desdibuja en el aire el olvido, todo lo que olvido, dejo por ahí, no volveré a recordar, no reconoceré como propio si alguna vez aparece. Porque hay filos que amenazan pero también una luz azul que apunta hacia mi corazón y dice que haber amado tanto de ninguna manera puede ser malo, pero que mejor olvide, desdibuje en el aire.  


La importancia de la cosa física (obra de teatro de diez minutos de duración)

Milena se mira en el espejo y con cara de enojo se aprieta un barrito de la nariz.

Entra Albert al baño

—Permiso, me estoy meando… ¿puedo? —dice Albert señalando el inodoro.

—Y bueno, si no hay más remedio...

Milena sigue con su limpieza de cutis. Las espaldas de ambos se enfrentan. Albert apunta y el chorrito dibuja átomos.

—Leeremos a Maxwell y pensaremos en la teoría electromagnética de la luz —dice Albert advirtiendo que su mujer se encuentra un tanto aburrida y con el fin de ofrecerle una sana diversión.

—Sí, pero mañana, en un rato empieza el programa de Tinelli —responde ella mientras se coloca la loción astringente.  


Rilke

La tierra un estofado de preguntas que abren uno y otro círculo de los cuales no se saldrá, a menos que comprendas que sólo hay uno, que no es necesario revolver el fondo de olla ni agregar pimientas, que a veces, la hebra más fina, menos reconocible (que sin embargo siempre estuvo ahí, evidente) es la salida. Y que el resto es emergencia.  


Descripción general del asunto

Te enseñan que hay que ser bueno, no te dicen que los buenos son las víctimas.
Por ejemplo:

El héroe, una vez vencido a los malos llega a su casa y tiene que aguantar a su mujer que le recrimina cosas: que dónde andabas que mirá la facha que tenés que por qué no contestabas el teléfono que si pagaste la boleta de la luz-o-COMO SIEMPRE-te olvidaste.

En cambio, el villano una vez realizado el mal, se encuentra con alguna de sus amantes, se toma la mejor droga y come los más deliciosos manjares y cuando llega a casa su mujer lo espera ansiosa por que le firme un par de cheques y todos tan contentos.  


Test de los colores de Lüscher

Es fascinante ver cómo las orquídeas envuelven con sus raíces el tronco y se alimentan de él para luego florecer maravillas exóticas y sensuales.

Una vez me pasó algo así: yo era el tronco que se resecaba y él una orquídea que nunca dio flores.  


Nunca sabremos si lo que creímos nieve en realidad era caspa

Es como ver pasar barcos. Pero estás en una avenida y lo más parecido a un océano es el sudor de la gente que se empuja para recoger las estampitas que caen del cielo con la foto de algún garca de turno.
Mientras tanto, en alguna habitación, hay un holograma encadenado a una cama. Se me ocurre que la cama debe ser lo más parecido a un muelle.  


Instituto de psiconáutica de Villa Dálmine

Una tarde cerca de un río con alguien que la quiera lo suficiente como para poder contener el peso de la cantidad inconmensurable de lágrimas que tiene apretadas en los pulmones. Alguien que las junte y después las mezcle con el agua dulce y todo, todo sea dulce —piensa ella e ipso facto se zampa un chocolate con maní de 100 gs.
archivado en: tutiplenes de ramos generales

18.2.12

Social network

Te gusta. Compartir.
Te gusta. Denunciar.
Mirar y seguir siempre
inocente igual, igual.

Juan P. Fernández

Encerrados.
La piel araña de los ojos parpadea un beso enorme que es anuncio de otra nada pero se convierte en aluvión intenso, algo emparentado a las fuerzas naturales, como incendio, derrumbe, devastación, para luego buscar, entre las ruinas, un paisaje calmo de astillas tercas que se resisten a clavarse entre muchos, separados por un cristal helado.

Encerrados.
Nadie le dará asilo a un corazón que se esconde en artificios bajo sábanas tan frías como orgasmos silenciosos. Como en jaulas, como si cada uno de nosotros estuviera dentro de una caja narcótica con juguetes de aquellos que quedaron perdidos en algún resquicio de un desván olvidado. Entreteniendo las horas, disimulando el miedo.

Encerrados.
Nada renovará la luz si el diamante es bijouterie barata, si entregarse es demasiado precio cuando gastás sogas de cariño en galopes convulsivos, en virtuales mensajes que manotean hilos de donde agarrarse para amanecer una leve sonrisa, desinflada gracia en la certeza del estar instalados en el núcleo de algo falible, a punto de explotar.

Encerrados.
Fastidiosos, histéricos, tan maravillosos, como hermanos, como si nos importáramos, mostrando la capa más superfluamente humana. ¿Querés ser mi amigo? Seamos amigos. Intocables en el aburrimiento y las libertinas formas de los pliegues que se ocultan en almohadas que no se conocen, en números que no se saben, en brújulas sin norte.

Encerrados.

archivado en: siempre nos quedará Güerrín

15.2.12

Barajar y dar de nuevo

Todos los que fuimos bloggeros estamos enfermos de nostalgia y de impotencia.
Repetimos "esto no va, esto no va" moviendo la cabeza de un lado a otro como 
elefantes encerrados, incapaces de volver a ese territorio cuya naturaleza ha 
cambiado radicalmente ni de crear otra cosa. Es penoso.
Pablo Ferraioli



Tenía pensado hacer un racconto de año a año, el lugar común del aniversario.
Ya los hice otras veces. Fueron útiles para descubrir que el lugar donde uno está parado es siempre el mismo. Cambia el suelo, el soporte, la gente, el interés, el nombre de las penas, el tiempo que es sólo un número, un suceso largo que varía cantidad de arrugas, cicatrices, grasa en las arterias; menos cuerpo fuerza ilusión. Uno está más viejo y parado en todo lo que se repite.
La vida no es más que un rulo desgreñado, perfecto, finito.

Pretender desandar el camino buscando los objetos perdidos es un inútil volver al residuo que guarda la memoria.
Y lo que está escrito.
Durante diez años, en este caso.

De estos diez años habla Resacas, también cuenta, deja ver a la gente que pasó por aquí. Todo eso, hablar de todo eso, sería redundante.

El racconto es nostalgia, es ver la cara del error, y también añorar aquellas intensas felicidades.
“Esos días”...
Esos días se fueron, ya no están. Y el error-dolor es un mutante que jamás puede disimular su plumaje gris. Así como la felicidad es una veleta que tiene el color de las flores efímeras que escapan. Los dos permanecen y no se irán jamás mientras la vida sige buscando variantes de lo mismo.

Hoy sé algunas cosas más y olvidé montones de ellas. Sé que no quiero mirar hacia atrás. Que me interesa lo que está, el nudo nuevo en el rulo, sus mechitas amarillas, castañas, rojas, plateadas, la parte sana y la parte débil. Lo que hay que cuidar. Lo que quiero disfrutar. Lo que viene. Lo que tenga que venir.

Entonces acá estoy, parada en el mismo rulo, transcurriendo el tiempo, con menos pretensiones y un poco más de calma, despidiéndome de la década pasada y estrenando el primer año de una nueva.
Vuelvo a ese territorio cuya naturaleza ha cambiado radicalmente.
Vuelvo para hacer lo mismo de siempre: escribir.
Crear otra cosa.
La misma cosa.

Un saludo para todos los que me conocen.
archivado en: que diez años no es nada...