28.8.14

El atolón Mutancio y el grumete Polimorfo (poema estilo chantilly)

Como una oscuridad ultraterrena.
Vapores y luces perdidas al final de la ruta.
Saltan conejitos.
Y hay un prócer que es tridimensional: de un lado es San Martín y del otro es Belgrano o bien Ángel Gallardo y Juan Bautista Alberdi.
Cualquier fantasía es posible a equis metros de distancia, miopía y mala señalización.
Amén de las frutas de estación.
Amén de la música.
Amén de la fatiga y el momento en que duelen todas, absolutamente todas las partes del cuerpo al unísono, antecediendo a la vibración, inquietud, deseo de contacto. Sexual, inflamable, tensión acurrucada en la semilla que despierta para cantar primero, contar billetes, cortar filetes de pescado, pollo deshebrar como una maya, fideo fino, fideo grueso, darse una vuelta por el pescuezo de un ingenuo erizo de mar.
Más tarde, verborragia, verborrea, diarrea de verbos, sustantivos, sujetos, predicados, quedarse sola (tenderse al sol) y cerrar los ojos, abrirlos a la espejura del sueño, penetrar en la dimensión donde nadie vigila la íntima esperanza que se aleja, como abeja descarriada, zángano en huelga empuñando un estandarte tan estándar que da asco, olor a poca cosa, alfeñique de alféizar suicida sin arneses, necesito suavecito, suavecito.
La abeja reina no admite a los enfermos que a punto están de ser encerrados en frascos de miel, polen y lamidas de un dios apático por tanto ciclamato y ciclotimia, hastiado de ser siempre el chupador, el chimpancé, el eslabón perdido, de luxe, algo apretado entre dos moléculas: no es átomo, no es desinflamante, no es avión. ¿Qué es?

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