10.1.08

Cora Cané

Las tres leyes de la termodinámica son:
Primera ley: no puedes ganar
Segunda ley: no puedes empatar
Tercera ley: no puedes abandonar el juego
Justin Mc Duro


Todo está hecho de insoportables espirales, en el centro no hay otra cosa más que esa condenada música coagulante.
Eso y las risas que se cayeron de algún bolsillo descosido.
Desparramadas.
Se perdieron en el pasto junto a un fósforo no usado, alegoría de la última oportunidad.
Las busco y me detengo en unos brotes que saben dulce. Un ave vuela sobre mi cabeza. Es negra, pero no le temo porque el sol es tan radiante que refleja plateados en sus alas. A unos metros hay una línea débil y muy fácil de cruzar, si no fuera por los vidrios y los pies desnudos, si no fuera porque el riesgo de caer por el abismo otra vez me señala, me incita a sangrar dolores viejos.

Por ahora no aparece ni una de ellas, ni la más insignificante, por ahora me detengo extasiada ante otras maravillas y me olvido de la pérdida.
Todo lo que ha quedado en el camino pertenece a las ausencias. Lo que hierve en mi mirada no son lágrimas, es niebla, lo que dejo que se escape es esta terca humanidad que me perturba.
Hoy quisiera el poder de en un chasquido tener aquí conmigo la alegría de hace días, abdicaría de los sueños si es que alguno apareciera.
Yo sé mucho más de amores que de odios. Y también de desconsuelos: la soledad se siente blanda en los bolsillos. Los tanteo y se perciben algodones. En el pasto hay espinas, hay carbones encendidos, una frontera de apariencias. Yo la cruzo. Yo sangro. Yo me acerco a la capilla y veo un libro abierto: en el margen hay dos frases apuntadas con lápiz.
Una de ella dice: "No era necesario ser tan cruel"
La otra dice simplemente: "Complete la línea de puntos"
Yo escribo: "He regresado tantas veces de los filos, he denunciado a gritos secos mi imbecilidad, he gateado sobre la alfombra congelada, estoy cansada, sólo pretendo cerrar los ojos e imaginar un dios tan piadoso como la muerte.
Trato de evitar que la bruma no lastime a los pobres angelitos que descansan en mi orilla, pero todos ellos respiran transparencias. Le pido a algún ser inanimado, le imploro: que me acompañe la experiencia, que el error no me atormente.
Un ejército de paciencias dispuestas a dar batalla. Necesito encontrar alguna de las risas que perdí esta mañana cuando desperté y vi que afuera la canción no era la misma y el mundo estaba hecho de insoportables espirales

archivado en: lo importante