20.3.06

Una historia violenta

Me gusta que jamás sea demasiado tarde para dormirnos, que no tengas que irte, que la palabra introito se parezca tanto a esa otra y que el finde haya sido de introito a introito frigor. Me gusta que la fisiología sea tan fisiológica.

Pero resulta que a las siete de la mañana del domingo ocurre una salvajada. Timbre fatal, timbre neurasténico y perro que ladra, ambos hechos relacionados de manera poco feliz.
Mi vestidito (ese vestidito que no es un vestidito, pero vos llamás vestidito) y yo, apenas desintroitizada hace menos de dos horas, preguntan con el entumecimiento acorde a las circunstancias:

- ¿Quién es?

Y tras la persiana cerradísima, un reguero de pólvora verbal, brutal, escandalosa, sacada de su eje, parapetada detrás de una enorme bola de bosta de camellos con antrax, desencausada, puesta, muy puesta, descolocada y podrida-visceral, o mejor dicho, eviscerada como la última cholga de una playa ocupada por basquetbolistas en plena competencia sudamericana.
Para más datos, una final.

- ¿Por qué no te metés a ese perro en el culo, conchuda de mierda, que te lo voy a envenenar y que esto y que lotro?

(Cabe aclarar: "lotro" son epítetos que incluso yo misma no me atrevo a reproducir porque, ante todas las cosas primordiales de la vida, soy una mina a la que le dieron una educación de clase media acomodada en un camastro público en las épocas en que la educación pública era un bien y no un castigo social).

Siguiendo con el curso de los acontecimientos, el bolonqui devino en actitudes del tipo maríamarta y otras de tenores similares. Ora amenazas, ora "mi único miedo, el único miedo de mi vida es la seguridad vital de Z".

(Otra aclaración o pequeña nota de color: años ha, cuando mis hijos no eran los "hijos de la vida" sino mis hijos, o sea que Kalil Gibrán, Omar Chabán y Yabrán eran entes conceptuales y cienciaficcionales, es decir, no existían más que en algún poster del tiempo, mi preocupación mayor era mirarlos y corroborar que estaban respirando, pelar teta cuando era necesario (y en el caso del varón, más de lo necesario, porque la culpa del fetiche teta-hombre la tenemos las madres en exclusiva) y seguro que otras muchas cosas más como paspaduras, dentajes, etc.
No se trata tampoco de enumerar todos y cada uno de los terrores maternales, supongo.
El asunto es que la cosa cambió con la circulación temporal: mis terrores de hoy se basan pura y sensorialmente en unas treinta cosas, de las cuales:

a) Veinticinco, son meras pelotudeces
b) De las cinco restantes sólo quiero hablar de la que ocupa este cuadro de situación:

- Si vos le hacés algo a mi perro, te juro, te recontrajuro que yo te asesino, te inyecto una sobredosis de alegría intravenosa que a tu amargura existencial, a tu drogadependencia a la mala onda le va a producir un shock horrendo, un coma, una voligomez de la que no vas a salir indemne.
Asesinarte será el gran placebo, será mejor que asesinar a Bush o a Andrea del Boca (a quién acabo de ver bailando en el avance de un programa nuevo y un poco me deprimió, así que sabrán entender)...
Asesinarte será la salvación de la humanidad.

Y de paso, ya que estamos, mi vestidito te va a decir unas cosas (yo no las diré por razones que expuse anteriormente):

- Sos un cobarde. Un estúpido y patético drogón (y ojo que nada tengo en contra de las drogas y de la gente que las utiliza para fines del tipo que sean, excepto los comerciales, porque yo estoy en contra del capitalismo en todas sus formas), pero vos sos un drogón feo, torpe, imbécil, pedazo de mierda untada con polenta rancia. Sos un sorete macerado en cloro, sos un cagón envuelto en gelatina diet vencida desde mayo del año pasado, un insecto cronenbergiano...
Y espero que todavía te duela la patada que le diste al portón de mi patio, la patada que dobló el fierrito del portón de mi patio. Es más, espero que te hayas roto un par de dedos, que se muera el tejido de esos dedos, que te de gangrena, que te tengan que amputar el pie, la pierna, el do sostenido y todas las corcheas que en tu cuerpo suenan a semi fusas insostenibles. Que, en definitiva, te vaya peor, mucho peor de lo que te va por ser una papa brotada de ojitos levantiscos y, sobre todo, que ni se te ocurra acercarte a Z. porque somos tres los que te vamos a recontra cagar a trompadas.
Forrazo.

Me gusta que mi amor y mi nene tengan pensado matarte, aunque no los voy a dejar. El trabajo sucio es mío. Las pibas del conurbano somos así.
Somos maternales. Tenemos instinto y queremos que nuestros amores se nos abriguen cuando consideramos que corre el chiflete.

Y también queremos que nadie nos quite el placer de verlo sangrar gasoil a ese hijo de mil vacas encadenadas a un container de Enemol.

Yastá.


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