18.11.05

Trenes, camiones y tractores, tanta fuerza, tanta fuerza...

Despertarme escuchando una canción tan horrible es semejante a la espeluznante pesadilla que tuve durante las pocas horas de sueño a las que el destino me dio acceso.
Que en el kiosko no haya alfajor Águila brownie es equivalente a un pedo de colectivo en pleno invierno sin nadie con el suficiente valor como para abrir una ventanilla, pese a bufandas y gorros frigios.
Que no haya ninguna persona ocupada de atender el teléfono, al igual que en la madrugada que pasó porque ahora ya es mañana, es complementario a las ganas de volverse a la cama, bañarse o pegarse un tiro en la yugular.
Como pistola no tengo... la decisión se reduce a dos alternativas y a estas horas tener que optar entre una cuestión u otra es pior que no tener coca light y reemplazarla por gaseosa Córdoba para achicar costos o bien fumar Viceroy, en lugar de Marlboro, por el mismo motivo.
Es decir, todo mal, estamos en el horno, hasta las manos.
Bipolarización extrema.
No recuerdo una temporada más geminiana que ésta.
No sé bien si lo que necesito es afecto, medicina, astrología, o escuchar radio Kabul.

Me compré un molinito de esos para poner en la bici. Como no había amarillo y violeta, colores que harían juego con mi existencia, elegí el rojo con amarillo que en el centro tiene un dibujito horrible de Barney, dibujo que en cuanto pueda modificaré, o convertiré en algo un poco más abstracto o conceptual. Digamos que cuando surja alguna idea pictórica que me satisfaga, la desarrollaré sobre el mismo. El problema que se me presenta, algo así como la espada de Damocles o el pìe de Atleta de este día tan absolutamente nímeo es que no tengo bici, o mejor dicho, la tengo rota hace como cuatro años.
De todas maneras, soplar el molinito me despierta una especie de sensación bobalicona que me brinda cierto placer. No es para exagerar, pero casi podría afirmar que siento algo de alegría en mi corazón, algo simil fitopaiez o espineteanismo que provoca un inmenso deseo de ponerme a hachar los troncos que quedaron en el patio y me dificultan la entrada y salida del auto cuando llego o me voy en condiciones un tanto insalubres que nada tienen que ver con químicos ni drogas de diseño, sino más bien con un estado existencial de insatisfacción y gérmenes generales o particulares, dificil de relatar en detalle dada la cantidad de caracteres permitidos en la columna semanal de este medio que tanto bien le hace a la difusión de la anormalidad incipiente y/o generativa de grandes fenómenos a nivel masivo.

Me quemé el brazo con una asadera hace algunos días. Pude superarlo, pero no fue la mejor experiencia que tuve. Tampoco fue la peor, así que estamos hechos.

Por cierto, adoro a Eusebio Poncela. Cuando sea grande quiero casarme con él, o tener algún tipo de relación sentimental más o menos organizada o bien enkilombada pero leal.
Si a algún spamer se le ocurriese mandarme una oferta para comprar un cassette que mediante radiograbador y auriculares se reproduciese durante mis horas de sueño, y fuese como un tañido de campanas en mis oídos con la voz perfecta y de amplitud modulada (algún método holístico o Ilvem de aprendizaje sin esfuerzo) relatando, desarrollando o enseñando cualquier tema que nos competa por el anteriormente mencionado, le pediría a alguno de mis amigos o parientes que posean tarjeta de crédito que porfa, porfa, porfa, me la presten un rato para hacer mi primer compra por Internec.

archivado en: de la cabeza por Eusebio, trastorno cuartripolar con agravantes, tema que nos compete, medicina alternativa y querido diario.