21.7.03

Conclusiones ergonómicas.

En esos momentos en que el estómago hace crunchi crunchi y dejaste correr toda el agua d'alibour, te levantaste y no encontraste la carta pokémon, la pequeña seña más o menos piadosa, la esperanza de mejoras importantes, lo mejor es ponerse un escarpín y salir a recorrer lugares que nunca hayas pisado.
O sea. Que a partir de este momento empieza el horario de protección al transeúnte lastimado por aerosoles dramáticos.
Es decir, que hay que cuidarse un poco, che. O, por lo menos hacer algo bien bonito como para que luego digan los quías que el finado, después de todo era bueno.
Pensar en que, aunque futuro no hay, el tiempo se empecina en masacrar luciérnagas.
Y si él no llama más, si el hígado se rompe, si la molleja enloquece, si la transaminasa no factorea, si tu vecina te odia, si aparecen los malos sueños, si las pelis de terror son todas terriblemente malas, si no te dan la mísera oportunidad de retractarte o de coleccionar errores, capaz que es mejor.
Entonces, se trata de alejar del alcance de niños y abejorros, la botella de ferné y la naftalina.
O algo más o menos así.