21.7.03

Fábula del artista de Tijuana


No era Malva, era Malba y tenía nombre de museo, aunque no era museo, sino ser humano. De todos modos nadie parecía comprenderlo y cada uno que se cruzaba en su camino le preguntaba sobre horarios, visitas guiadas y precios de tickets. Incluso, había varios que la obligaban a sentarse en el banco de la Plaza de los dos Congresos a charlar sobre arte rupestre o neo-realismo húngaro.
Malba, luego de mucho pensar en su futuro y el fin que el destino había signado para su vida, se dedicó al body-art y empezó a ponerse en pelotas ante grandes auditorios, mientras, en off un locutor recibido en el COSAL, contaba la historia de El Greco, de Brueghel o de Federico Klem.
El negocio no dejaba grandes dividendos, así que las siguientes funciones, Malba comenzó a dejarse recorrer.
De todas maneras, los amantes del arte, se iban bufando por lo caro del precio de la entrada y siempre salían de Malba, protestando por alguna cosa. "Que el cuadro está torcido, que eso no es arte, que aquella instalación estaba mal iluminada, que no entendí una mierda y que esto y que lo otro".
Entonces Malba tomó una decisión importante. Se cambió el nombre y empezó a hacerse llamar Alto Shopping Palermo.
Y comenzó a irle considerablemente mejor.

MORALEJA: el remisse no da ni para pucherear.