31.5.07

PuntoDoc

ay, amor mío, qué terriblemente absurdo es estar vivo,
sin el alma de tu cuerpo sin tu latido...
L. E. Aute

Le vendieron un futuro no previsto en ningún libro y lo pagó en cuotas indexadas. Todo se empecinaba en la gran dificultad, en la aguda punzada y el ardor en la columna iracundo como una amante despechada.
Consiguió al menos imaginar un sueño y puso empeño en alcanzarlo, aún sabiendo de antemano que nada de lo que fuese posible terminaría por conformarlo.
Y el daño lacerante.

Buscando bálsamos que lo mitigaran se encontró adormecido en unos brazos que terminaron dividiéndose entre estúpidos comentarios matinales y oscuras indiferencias nocturnas, tan exactas y ordenadas que fueron provocando un abismo tan profundo que fue imposible siquiera hundirse en la boca sedienta del salto.

Cuando descubrió la sonrisa amarilla pensó en desandar caminos, en la espera de esa caricia anclada vaya a saber en cual de todos los puertos donde los barcos van a morir.
Pero el dolor del miedo, el pecho cobarde y las piernas varicosas de la duda no dejaron que la siga.

Luego el desvelo del derrumbe y buscar placebos inmediatos, cromos sobre el oxido que fueron como vitaminas adictivas e inútiles, como meros destierros de sensación, la aguda aguja en la espina y esa enfermera, los mejores besos que incendiaron sus banderas y vencieron la hemiplejia del deseo.
Mirada oscura que supo estar a tiempo a la hora del adiós y se fue con el maltrato, los reproches y la frustración de no haber podido regenerar lo irrecuperable: esa camisa absurda, el poco cabello que quedaba, los ojos sin cuencas ya gastadas de ver las sales glandulares, los teléfonos mudos.

Con los puños encogidos de impotencia y una disimulada equidad le esquivó la mirada al destino, tatuándole en la boca una palabra que no acababa de nacer.
Los pies desnudos al contacto de rocíos escarcharon visiones que de tan inmóviles parecían muertas como rocas de sal.
No estaba preparado para el hielo y la fatiga atenazaba sombras que una a una lastimaban el cielo como una nube negra revolviendo tempestades.

La bronca, la bronca de años, la que deja hendiduras en el rostro, la eterna insuficiencia.

La eterna insuficiencia.
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