18.9.06

Noches en la ciudad. (Sábado). Gente que viene y que va

-Ya no te vaias mi amor,
le pide eliá por favor (...)
(¿cómo dejarte si te ievo conmigo?)
rodrigo


Este amague de primavera no puede hacer ninguna otra cosa más que levantar el malhumor, convertirlo en el más titilante de los humores buenos (pero hijoeputas... -guiño para una, dos, tres, cuatro, diez, nomás nosotras: una, dos, tres, cuatro, diez, nomás nosotras-).

Todavía con resabios de humos de un sábado donde la mitad del tiempo estuve rodeada de entes alucinogénicamente hermosos, y la otra mitad conmigo, la atmósfera y la música, separando, intentando separar cada uno de los instrumentos, perdiéndome cada uno de los chistes malos y buenos, perdiéndome en vaya a saber que huequito íntimo del cerebro (la zona izquierda, la zona: Núñez, la ZONA)

Tengo hambre. Pero me la estoy aguantando y me la aguanto porque, nada hay a mano que atacar y tampoco tengo ganas de inventar panqueques o sanguches de migas dónde no los hay.
Prefiero el hambre.
Prefiero no ganas, cansada ya de tan contenta y cansada ya de tanta contentura.

Ella y su maravillosidad anfitrionezca y adorable, chasqueando los dedos para que vuelva y la acompañe en su maravillosidad anfitrionezca (y el domingo cuando desperté armando un álbum de fotos diciendo: -seguí durmiendo, terminá el trabajo, te llamo en una hora)
Ella, desparramada en todo su largo, untando galletitas mimorosas, impactando verborragia y blusita blanca bordada (quiero, quisiera alguna vez usar una blusita así y que me quede mejor que la oscuridad que me envuelve el esqueleto)
Ella mimetizada (¿cómo hacés, nena?, en tu lugar yo odiaría a todo el mundo...), sin perder ni un ápice del protagonismo que le vino por default. La depresión convertida en algo cómico (a mí me pasa lo mismo que a usted)
Ella, la parte rubia- de ojazos clarísimos de mi corazón: igual que yo, repartida en dos mitades (o tres, o cuatro, ¿quién sabe?), re-partida y desapercibiéndose entre cosas que me sé de memoria.
Ella, carita de nena bonita, inteligente y casi siempre de acuerdo conmigo, aunque no recordemos ninguna de las dos (seguramente) qué coincidencias hicieron que yo piense que había alcoyanas y alcoyanas.
Él (por suerte sin link), medio escondido en un rincón, como viendo una película de demasiadas veces, analizando el detalle, tratando de encontrarle al detalle una nueva clave para analizar mañana, si es que hay ganas, si me acuerdo, si quiero, porque ya di todo lo que pude dar y ahora sólo resta tomar lo que haya dis-fru (s) t (r) able y dis-fru (s) t (r) arlo.
Él, ¡qué ojos, diosmío!, más gordito que otras veces, más locuaz, menos borracho, seduciendo a la peña fémina toda; lindo, mente rápida y precisa y ¡qué ojazos, que mirada, que ojos diostedió!.
Él en su línea, adaptado cómodamente a "mi" puff (el puff del que te apropiaste es mío, corazón, y esperé varias horas para recuperarlo), sin poder intentar solito un pequeño marketing, hasta que su música empezó a sonar. Y ahí fue grande porque sabe que es bueno, porque yo lo sé, porque todos lo supieron.
Él, la novedad sorprendente, el sarcasmo a flor de piel, por fin llegó el momento, ya nos conocemos, a modo presentación, remera del chapulín colorado. ¿No contábamos con tu astucia? Sí, contábamos con ella y por suerte no dejaste que se vea.
Él apurado en busca de su destino, poquito tiempo, el suficiente como para que recuerde que estuvo ahí, en el sillón que todavía no rompió.

Y YaeLa (ausente pero presente siempre en el pueblo de mi alma) y también Cordín y Ringo, conchasusmadres, desertores sin justificación de ningún tipo ni factor.

Conclusión: adoro a mis amigos, a los posta y a los potenciales. A los que nunca no, no, no los adoro, no, pero todavía no sé bien cuáles y entonces... por ahora, cierta estabilidad emocional y, sobre todo, nada de maldad, nada de prejuicios, nada de omnipotencia.

Una especie de arbolito recién plantado (si puedo elegir: un aromo) así, tal cual.

archivado en: querido diario, extracto de blanco y quiero verte, dulce colibrí.