15.2.03

Primavera de 1962

Viajaba dentro de una bola de cristal licuada. Mi respiración se anexaba a una cuerda verde que repartía sonidos disidentes. Mi estructura era casi la de un pez y no había manera de amortiguar lo amniótico que manaba en derredor.
El oráculo fue casi previsible. "Estarás condenado a mis lágrimas destempladas."
Ella sonreía ante la pequeña pantalla del ecógrafo que le convidaba café y galletitas Manón. No sabía de la voluntad de la Bestia que podía hacer llover batracios eunucos en mesetas desoladas. Ni la más mínima idea tenía de esos leves movimientos ondulantes que avecinarían la llegada de todos los entuertos.
Al sugir desde el hueco de tejidos desgarrados, la canción no fue la misma que se esperaba. El nudo fue señal de irremediable. El oráculo esta vez fue terminante: "Portate bien que sino viene el cuco y te lleva a Cariló"