26.8.09

Weird Fishes/ Arpeggi

¿De cuántos fatales oestes estaremos hablando cuando el pasado trasluce pequeñas gotas que se deshacen sumisas en las lajas?
Había, recuerdo, un patio que rellenamos de turba y de flores, una mesa, olor a verano, los restos de un bar desperdigados y un esperarte con panes caseros.
El amor hacía punta, avanzaba, las penas tenían una sutil diferencia: eran transparentes; las promesas un motivo, el abrazo un atenuante con que restañar la fatiga del día, migas de un mantel, la sangre en su sitio predispuesta al latido.
¿Y adónde quedó la oleosa terquedad de las ilusiones si miro y no encuentro más que un rosal seco y un tronco al que las hormigas castigan, mientras esta lluvia mínima nos desaparece?

archivado en: como estalactitas de colores que caían del escenario. Dolían los ojos pero lindo.

14.8.09

Un cachito de algo

De la gran cantidad de particularidades que tenía nuestra casa la que más me llamaba la atención era la escalera. No estoy segura si mis hermanos pasaban tantas horas allí jugando. Creo que ellos tenían otros sitios preferidos.
Yo pasaba días enteros. Era de granito oscuro y frío, siempre brillaba. De todas la tareas asignadas por mamá, a mi me gustaba barrer la escalera y que quedara impecable para poder desparramar mis muñecas allí. Cada peldaño era un piso de ese gran edificio. Y en cada piso sucedían historias diferentes.

(la descarga eléctrica que me dio la Siam me dejó dolido el brazo durante una semana, el miedo a quedar pegada no se va nunca)

La escalera tenía (creo) veinticuatro escalones. Mi superficie, mi campo de batalla comenzaba a partir del número once, cuando la escalera pegaba la vueltita.
Más abajo todo era oscuro. Más abajo la tentación de salir a la calle era demasiado poderosa.

(yo pedí una bicicleta y los reyes me trajeron un pianito casi igual al del año anterior)

Tenía exactamente seis muñecas de diferentes tipos. Una de ellas era una Pucky, no tenía piernas, sin embargo era la única que se paraba sola. Por alguna razón (supongo que su tamaño) siempre, en las historias que inventaba hacía de hija menor y fue la única muñeca que permaneció virgen.

(mi hermano tenía en la pared tapas de revistas 7 días. Adriana Aguirre y Graciela Alfano cuando eran lindas)

El galán era Popeye. En esa época no había ni barbies ni Kens. El mundo estaba representado por una gran masa lésbica y los pocos hombres que había tenían poderes sobrenaturales. A mí no me gustaba que fuera Popeye el hombre de todas mis muñecas, sin embargo, el cigarro en su boca le dibujaba una semi boca de costado que era perfecta para poder besarlas a todas.
Y vaya que besaba mi Popeye. Yo lo llamaba Jaime (por un personaje de Tirone Power, el pirata de “El cisne negro” del cual estaba enamoradísima) y me enojaba mucho si a alguna persona se le ocurría relacionarlo con el personaje de las espinacas. Él era el galán, de todas. Y a todas besaba, enamoraba y embarazaba.

(En la cama de mi hermano perdí la virginidad. Dolió muchísimo, pero no hubo sangre. Si hubiera sido casada con un gitano la hubiese pasado muy mal)

Entre ellas no había problemas de celos. Aceptaban como algo natural ser parte del harém de Jaimito. Todas dormían en mi cama: bien acomodadas. Yo lo hacía en un rinconcito para hacerles lugar y que estuvieran cómodas. Por la mañana aparecían desparramadas en el piso y hacía que me sienta muy mala madre.
Desde chiquita aprendí a ejercer el sentido de responsabilidad con grandes dosis de culpa. Esto es indispensable en la preparación para ser una madre típica.

(a nadie le gustaba juntar la basura. Siempre quedaban montoncitos en rincones)

Jaimito dormía a los pies de la cama. Lo mío no era la promiscuidad. Jamás creé ningún trío u orgía. Jaimito las amaba a todas, de a una a la vez. En el fondo era monógamo y en cada historia amaba con pasión.
Era un hombre bueno, apasionado y valiente. Y quería mucho a su hija, la Pucky.
Los conflictos siempre los generaba la suegra, o la mayordoma o la directora del internado. La mala de mis películas era una muñeca a la que una vez le había pintado los ojos con marcador y quedó prácticamente desfigurada. No existían productos de limpieza (o yo no los conocía) como los de ahora. La más bella de todas, en un ratito se convirtió en la bestia y por eso era la bruja malvada.

(imaginaba que en el altillo sucedían orgías demoníacas. Aprovechaba la luz testigo que le dejaban a mi hermana para no morir de miedo. Rezaba y le pedía a dios que me ayude a dormir pronto y a no soñar con el diablo)

Nuestro perro se llamaba Napoleón. Era el semental del barrio y el más compadrito a la hora de la lucha. Además era tan impulsivo y demente que cuando quería salir para pelear con algún perro o seguir a una enamorada, en lugar de usar la escalera se arrojaba por la ventana del dormitorio de mis padres en un primer piso.

(cuando papá dejó su espacio en la cama, con mi hermana nos peleábamos por dormir con ella. Mi mamá sabía que yo fumaba y me convidaba uno de sus colorados cortos Me gustaba mucho ese momento)

A Napoleón lo dimos por muerto varias veces. Desaparecía por varios días, pero siempre regresaba, hasta que no volvió más y no nos dimos cuenta de que era para siempre. Algunas veces camino por cuadras de mi barrio y veo napoleoncitos. Pienso que serán nietos o bisnietos de mi perro.

(días después de mudarnos volvimos con mi novio de entonces a usufructuar el vacío de la casa en beneficio sexual. Había una invasión de pulgas)

archivado en: querido diario