11.6.11

Robos, asaltos y peleas


Como si fuera un globo lleno de agua y el peso o el roce con el cordón de esa vereda donde dejaste tus rodillas mil veces, o tal vez una cuestión física, la presión, esas cosas causa-efecto, lo que sucede en forma natural, porque sí, porque se le cantó. Un globo lleno de agua que explota e inunda, entra al local y lava la sangre del viejito tirado en el pasillo, el coágulo, la lista de la compra todavía en su mano, los ojos blancos.

Esta mañana de noche muy cerrada vi una sombra, una silueta acercándose. Intenté pensar en otra cosa, apurarme, cambiar de cuadra, no cruzarla y sin embargo me recé para adentro, como cuando el San Roque, San Roque que este perro no me me mire y no me toque.

Después viajé en el estribo, al lado de un muchachito que se dormía y yo no sabía si sostenerlo o qué. Se dormía en el estribo. Y yo que pasé mucho tiempo tratando de sostener a otros sin haber aprendido a sostenerme, lo único que pude hacer fue rezarme para adentro, viajar mirando al cielo. Es hermoso desde allí ver los árboles, algunos pájaros.

Cuando bajé del tren el muchachito seguía allí sentado. Vivo, a salvo. Está bien entrenado, pensé. No tiene miedo, pensé.

También yo estoy viva, a salvo. Entrenándome cada día para entender lo que no funciona, lo injusto, el pequeño hematoma de recuerdo en las costillas.
Y en las manos algo así como agua. Agua que arruga, que ablanda, agua por la que resbalan sueños nuevos que me aterran. El peso del globo o vaya a saber qué causa del azar. El resto de lo que quedó después de la explosión.

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