16.12.07

La culpa no es del prisma sino de quién ejecuta la refracción

—Una de las cosas que más bronca me da es esta nueva tendencia entre las adolescentes de pretender llamar a los colores en base a cosas, por ejemplo: champagne, salmón, naranja, etc.
—A mí me parece bien, porque en la variedad está el gusto.
—No, está pésimo, así es imposible ganar al tutifrutti. El salmón es un pescado, que a mí no me vengan con este tipo de patrañas.
—Te estás equivocando en un concepto: el salmón es un pescado en caso de estar muerto, si se trata de un salmón que nada despreocupado por el río de La Plata, hablamos de un pez.
—Ahí te cagué, el salmón es un pescado de mar.
—También hay salmón de río. De hecho, es un animalito que pone sus huevos en agua dulce y luego se va de vacaciones al Municipio Urbano de la Costa.
—Te lo acepto, pero tené muy presente que el de río engorda más y que no es posible que el de la Plata albergue salmones ya que la contaminación de las aguas no lo hace posible. ¿O acaso no viste los carteles que indican que está prohibido bañarse ahí?
—No sólo los vi sino que fui yo misma quién diseñó los anuncios que mencionás
—¿De verdad?
—Sí, si querés te muestro los primeros bocetos, casualmente los traigo en mi morral pre incaico.
—¿A ver? Me interesa mucho todo lo que esté relacionado con los cruces del arte y el estructuralismo aplicado a la lingüística.
—Son estos. Fijate que, si bien están realizados en carbonilla, aguzando la vista podrás adivinar contornos de color —precisamente— salmón.
—Eso es lo que más bronca me da. Que al final siempre te bases en pruebas empíricas para demostrar que tenés razón. Y que además las traigas puestas.
—Bueno, si tanto te molestan podés sacármelas.
—Acompañame a la pieza y te las saco.
—Yo te acompaño, pero ¿no íbamos a jugar al tutifrutti?
—Después, después jugamos.
—Ok, pero que sea sin jardinera.

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