En la pared que ahora ondula y donde habitan escenas que estamos dispuestos a repetir una y otra vez, conviven arañas, pensamientos derretidos, recuerdos enteros y rotos, sueños pendientes de pago, cadáveres de cuadros impunes, chales coloridos, fotografías delgadísimas, guitarra partida y la bestia que solemos ser cuando las paredes ondulan; en estas paredes, ahora mismo, la varita mágica me toca con el ejército de ángeles que me guardaron de la más atroz calamidad, del sentimiento endeble y de sus consecuencias, del tránsito, el mareo, las voces de las ansias y el esperpento acuoso como un marley, acá está él, nuevamente, con su voz tan aresística, prometiendo, prometiendo, prometiendo.
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