15.11.04

La pluma de Shakespeare está más húmeda que no se qué

Había una vez un escritor al que le habían editado como seis o siete libros.
Firmaba autógrafos a la salida de Canal A e iba a conferencias, seminarios y congresos para exponer sus sabias apreciaciones respecto al sentir del escritor.
Un buen día, en un Simposio de la lengua Quechua, realizado en Oslo, sus fosas nasales percibieron un olor nauseabundo, bastante similar al de un gas expelido por el ano de algún noruego o algún correntino (había unos cuantos de esa nacionalidad que bregaban por la oficialización del idioma)
El escritor, desde su púlpito, exclamó fastidiado:
-Siento un fuerte olor a pedo. ¿Quién fue?
-No se dice siento, se dice olo -le respondieron un grupo de miembros de número de la Academia de Danzas Etruscas.
-En todo caso, sería huelo -respondió el escritor con sonrisa socarrona.
-Es verdad, lo sentimos mucho -contestaron los miembros de número de la Academia que, además, estaban ansiosos porque empiece el espectáculo de Doma que se había anunciado para dentro de un rato.
-No hay problema -dijo el escritor-, también yo lo siento. Olor a pedo es lo que siento.

Cuando el Simposio terminó y todos regresaron a sus casas, no hubo ninguno que no tuviese real certeza con respecto al sentir del escritor.