8.8.03

El Garfield de Edgard Alan Poe

Hay un gato muerto en la vereda de mi casa. El pánico se apodera de mis nervios periféricos que se entrelazan formando una cinta de moebius acalambrada.
Es hora de hacerte grande, me digo haciéndome a mi misma una mueca de altivez. Es hora de enfrentarte a la realidad, por más cruel y horripilante que ella sea. Es hora de no sentarte a esperar al "hombre" que te saque las papas del fuego. Es hora de valor y audacia, de sostenerte la mirada en el espejo, es hora de demostrarle al mundo que sos una guapa de aquellas, preparada para cualquier avatar, sea éste de la clase que sea.
Hay un gato muerto en la vereda. Me da asco, me impresiona, me da miedo. No puedo verlo, no puedo tocarlo, ¿y si está vivo y pega un salto hasta vaciarme con sus garras filosas las cuencas de los ojos? ¿Y si murió de algún mal de esos que vienen del Congo y de los que aún no se sabe demasiado, me contagia y me enfermo o muero?
Me pongo guantes y barbijo. Su expresión es horrorosa, seguro no ha tenido una muerte dulce. Lo tapo con una bolsa negra. El viento hace su estrago y la bolsa descubre la parte más espeluznante de su cara y otro poco de lo que alguna vez fue una linda cola con rayas amarillas.
No puedo tocarlo, la sola idea del contacto de mis guantes de látex con su vientre blanduzco me da náuseas. Coloco una pala y arrastro el despojo con una escoba, hacia ella. Es pesado, es gordo, es enorme. ¿Por qué no cuidaste tu dieta alimentaria, gato hijo de re mil putas? ¿Por qué se te ocurrió venir a morirte justo en mi vereda.? Tengo que poder, es una tarea fácil, vencer la repulsión, vencer el terror arraigado en mi desde tiempos inmemoriales. Tengo que crecer, hacerme bien de abajo, no depender ya nunca más de ningún "señor", para meter cadáveres de gatos en bolsas negras de consorcio.
Soy mujer. Soy frágil, me digo con un gesto de sexo débil, mujer y frágil. No puedo. Pero tengo que poder. La bolsa se ha volado y ahora es un oscuro barrilete que surca el cielo de mi desesperación
La sed es insoportable, debo pensar una mejor estrategia.
Entro a casa y tomo limonada fría. Hay un gato muerto en la vereda, su recuerdo me perturba. ¿Dónde queda el paraíso de los gatos? ¡Morite en el averno, felino perverso!
Otra bolsa más. Tengo la fuerza suficiente. Tomarlo con mis manos y meterlo dentro. Es tarea fácil, no depende de un sexo. No soy una simple tirifila, soy valiente y altanera, le hago frente a lo que sea. He sufrido experiencias mucho más escabrosas que ésta. Estoy sola. No tengo ni quiero un "macho" que me proteja de putos gatos muertos en la vereda. No lo necesito. Puedo con todo. Mi orgullo ... ay, mi orgullo...

- ¿Le doy una mano, patrona?
- Sí, Don José, claro, aunque estaba por hacerlo yo, no hay problema.
- ¡Faltaba más! No es tarea para una dama. No se preocupe.
- Gracias, Don José, me apena que se moleste, pero...ya que insiste... Esta noche le llevo una tarta de jamón y queso, así que no vaya a prepararse nada. ¿eh?
- Gracias, vecina, usted es un ángel. Vaya, vaya a cocinar...

Ya no hay gato muerto en la vereda. Mi orgullo permanece incólume.
....................................................................................
bibliografía: "Como deshacerse de un cadaver encontrado en la vereda" by Aldo Sivi