Perdida en mi bruma púrpura
Una vez más, nadando en un mar de aguas
heladas. Uno cree, por un rato, que algo se aprende. Uno intenta descartar lo
que nunca va a funcionar, lo que hizo cortocircuito tantas veces y te dejó sin
luz. Uno sigue lanzando piedritas al abismo con la esperanza inútil de que haya
en el recorrido una mano que agarre alguna y la devuelva sin que te la incruste
en el ojo. Con una nota que diga: voy a buscarte, voy a encontrarte.
Pero el agua, ay, el agua... una vez más.
Y ahora piensen en algo hermoso
la noche en geba cuando me agarraste de
la mano y yo empecé a sufrir los comienzos de un largo trastorno que hace que
veas que todo se mueve como gelatinas.
Colación
los colectivos que se acercaban
peligrosamente a nuestro taxi el miedo a la muerte por aplastamiento o
emboscada la sensación de que estando juntos y a punto de tener lo que buscábamos
nada malo iba a sucedernos.
y los camiones abriendo sus bocas inmensas y exhalando el humo negro desde sus culos profundos los cordones de las veredas irregulares como laberintos abrazada a él en ese taxi eterno nada malo iba a sucedernos.
Tengo un remolino en la cabeza que me
amarga la vida
Supongo que la noche en la que me llevé
el colchón al living fue el comienzo de mi desagrado hacia los recitales de
poesía. Una cosa a consecuencia de la otra.
O viceversa.
Como sea, creo que la poesía no es para
leer en voz alta, salvo algunos casos como a un ciego o a un amante, pero no a
un auditorio. Si querés que tu poesía, en lugar de leerse se escuche, ponele música,
no seás cagón. Y si no sabés música juntate con alguno que sepa y armá un duo y
vayan a tocar a los pubs.
Colación II
en el juego de quién miente más él hizo
punta y ganó.
en el juego de quién miente mejor gané yo y
por afano.
Y ahora piensen en algo hermoso II
La noche en La luna, en Quito cuando se
cortó la luz y la lluvia de estrellas que explotaban como cuetes ahí ante los ojos
de todos abiertos como ese inmenso pedazo de naturaleza. Todo para
nosotros.
Perdida en mi bruma púrpura II
Volviendo a piletas sin agua, mares
helados, lo peor de todo el asunto es que ya ni importa. Estamos jugados. Somos
peligrosos.
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