6.6.12

Mamotreto' s blues

No llegará el coma etílico y de mis dedos, pulso torpe, convulso crecen lo mismo pesadillas.
Lavaba los vasos y el asco me dijo: —saber ver a tiempo.
Antes de la estampida brutal que todo lo arrase,
lavaba,
lavaba,
seguía lavando.
Pensaba: una calle oscura como imagino la muerte de un ebrio camino de cintura, el reventón látigo del miedo, el cielo una cúpula fúnebre y el teléfono solicitado, apagado.
La soledad tan sola sin inmiscuirse entre las caderas de una familia desconocida y a la vez cercana a tanto odio, oídos, ¡oh, dios!

Lavaba y veía que el miedo protege de las avenidas, de rutas suicidas.

Lamenté no descubrir la palabra exacta que lo describa todo, aún sabiendo que no es necesario, que hay demasiada sensación exenta de impuestos.
Junio es temprano y la fiebre se atenúa de a ratos.
Volverá a aparecer mañana y se cuenta con los medicamentos prescriptos: todos ellos usados (deben ser) con pericia, con exactitud de relojero, con ganas.
Nada más hace falta.
El mundo así se eleva, es un globo brillante ante la mirada de un niño.
Y el amor no consta en documentos (no debe), prescinde de razones, se emplanta quietito en el medio del pecho.

Lavaba y rezaba: —no quieras ver dentro de mis ojos, no ahora que supe ver a tiempo.

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