18.2.12

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Mirar y seguir siempre
inocente igual, igual.

Juan P. Fernández

Encerrados.
La piel araña de los ojos parpadea un beso enorme que es anuncio de otra nada pero se convierte en aluvión intenso, algo emparentado a las fuerzas naturales, como incendio, derrumbe, devastación, para luego buscar, entre las ruinas, un paisaje calmo de astillas tercas que se resisten a clavarse entre muchos, separados por un cristal helado.

Encerrados.
Nadie le dará asilo a un corazón que se esconde en artificios bajo sábanas tan frías como orgasmos silenciosos. Como en jaulas, como si cada uno de nosotros estuviera dentro de una caja narcótica con juguetes de aquellos que quedaron perdidos en algún resquicio de un desván olvidado. Entreteniendo las horas, disimulando el miedo.

Encerrados.
Nada renovará la luz si el diamante es bijouterie barata, si entregarse es demasiado precio cuando gastás sogas de cariño en galopes convulsivos, en virtuales mensajes que manotean hilos de donde agarrarse para amanecer una leve sonrisa, desinflada gracia en la certeza del estar instalados en el núcleo de algo falible, a punto de explotar.

Encerrados.
Fastidiosos, histéricos, tan maravillosos, como hermanos, como si nos importáramos, mostrando la capa más superfluamente humana. ¿Querés ser mi amigo? Seamos amigos. Intocables en el aburrimiento y las libertinas formas de los pliegues que se ocultan en almohadas que no se conocen, en números que no se saben, en brújulas sin norte.

Encerrados.

archivado en: siempre nos quedará Güerrín

15.2.12

Barajar y dar de nuevo

Todos los que fuimos bloggeros estamos enfermos de nostalgia y de impotencia.
Repetimos "esto no va, esto no va" moviendo la cabeza de un lado a otro como 
elefantes encerrados, incapaces de volver a ese territorio cuya naturaleza ha 
cambiado radicalmente ni de crear otra cosa. Es penoso.
Pablo Ferraioli



Tenía pensado hacer un racconto de año a año, el lugar común del aniversario.
Ya los hice otras veces. Fueron útiles para descubrir que el lugar donde uno está parado es siempre el mismo. Cambia el suelo, el soporte, la gente, el interés, el nombre de las penas, el tiempo que es sólo un número, un suceso largo que varía cantidad de arrugas, cicatrices, grasa en las arterias; menos cuerpo fuerza ilusión. Uno está más viejo y parado en todo lo que se repite.
La vida no es más que un rulo desgreñado, perfecto, finito.

Pretender desandar el camino buscando los objetos perdidos es un inútil volver al residuo que guarda la memoria.
Y lo que está escrito.
Durante diez años, en este caso.

De estos diez años habla Resacas, también cuenta, deja ver a la gente que pasó por aquí. Todo eso, hablar de todo eso, sería redundante.

El racconto es nostalgia, es ver la cara del error, y también añorar aquellas intensas felicidades.
“Esos días”...
Esos días se fueron, ya no están. Y el error-dolor es un mutante que jamás puede disimular su plumaje gris. Así como la felicidad es una veleta que tiene el color de las flores efímeras que escapan. Los dos permanecen y no se irán jamás mientras la vida sige buscando variantes de lo mismo.

Hoy sé algunas cosas más y olvidé montones de ellas. Sé que no quiero mirar hacia atrás. Que me interesa lo que está, el nudo nuevo en el rulo, sus mechitas amarillas, castañas, rojas, plateadas, la parte sana y la parte débil. Lo que hay que cuidar. Lo que quiero disfrutar. Lo que viene. Lo que tenga que venir.

Entonces acá estoy, parada en el mismo rulo, transcurriendo el tiempo, con menos pretensiones y un poco más de calma, despidiéndome de la década pasada y estrenando el primer año de una nueva.
Vuelvo a ese territorio cuya naturaleza ha cambiado radicalmente.
Vuelvo para hacer lo mismo de siempre: escribir.
Crear otra cosa.
La misma cosa.

Un saludo para todos los que me conocen.
archivado en: que diez años no es nada...