5.7.11

Conceptos y cosas para la vida

Trato de entender este tiempo de maderas húmedas como si fuera el más natural del mundo.

En Sargento Gómez convivíamos con montones de goteras. Mamá era la maga de las palanganas, baldes, cacerolas. No sé de dónde sacaba tantas. El tamaño chico agranda los recuerdos, pero yo tengo una imagen grabada del chorro de agua desembocando en baldes celestes, rosados, el ruido en las cacerolas, el momento en que una gota (la primera) te pega en la frente y vos estás dormida y entonces levantarse, correr la cama, buscar un balde, palangana o cacerola, seguir durmiendo como lo más natural del mundo.

Algunas de las cosas que deberían ser lo más natural del mundo se convierten en enredaderas salvajes por donde te perdés una y mil veces.

No recuerdo que papá se haya subido al techo alguna vez a cambiar una teja, a hacer algo. En la cocina no había agua, o mejor dicho, sí la había, lo que no había era desagüe. Mi viejo, intentando destapar un caño lo había roto brutalmente. Y nunca se reparó. Tener que lavar los platos en el patio con dos grados bajo cero y agua congelada era la rutina más natural del mundo.

Esta mañana fuimos a fumar al patio. Adentro empezaron a repartir los regalos y nosotras seguimos allí hablando de abortos, de ingratitud, de bebés perdidos, de prudencia, de valentía, de abusos y de inconsciencia, como los temas más naturales del mundo.

En el baño no había agua caliente. Mamá la hervía en cacerolas y nos bañábamos en un fuentón. El momento más grandioso, una de las sensaciones más hermosas que puedo recordar era la del último enjuague, el fuentón lleno y mamá tirándome el agua desde la cabeza hacia los pies, TODA EL AGUA corriendo por el cuerpo, lo más natural del mundo.

Trato de entender estos días criogénicos como si fueran lo más natural del mundo.

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