19.8.10

En este estúpido viaje de amor

Antes que los ruidos revuelvan el juicio de tímpanos gastados, barajen tramposos la memoria que solía ser perfume, reviertan las loables, pretenciosas y soberbias intenciones de hacer del mundo el mundo que elegimos y el voto en un lugar que nos perdiese en adjetivos más amables y no este naufragio, asfixia muda de ilusión contracturada y blanda como chicle.
Antes de que lluevan elefantes que aplasten las puntas breves de los dedos que apoyamos en pieles dormidas en la orilla de un mar que anunciaba tifones y no vimos; de lo endeble, frágil sueño que se agote cuando duerma y ya no pueda desplegar multicolores, ni canciones, ni holamores desayunos.
Antes de sentir el frío de la ausencia, la falta y el castigo, la ira inexorable que hace nido en la palabra, en la queja, en el miedo al mal recuerdo; que los parches se hagan naturales, se ajusten algunas pocas tuercas, se congele el pensamiento, la desidia se esconda entre los dientes en tangible sensación de lo triste de un final muy señalado, y se anuden otras cuerdas que mantengan equilibrios que dan pena.
Antes de empeñarse en el ingenuo capricho de la inercia, telaraña que enreda los deseos, que la plaga desbaste lo que queda, que no quede tiempo ya de agradecer los buenos cielos, los colchones, los frasquitos y sus flores, la sonrisa chocolate en la penumbra de un cine improvisado para manos amarradas.
Antes que la duda sea certeza.

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