3.12.09

Postal de madrugada de un lunes

Entre la enorme contradicción que encierra tu ser están los restos fósiles del ansia desparramados como espinas, el debilucho recuerdo de albergue, la indiferente consciencia del futuro de tu soledad.
Como si al querer enderezar tus dientes te encontraras a un turista que, puñal en mano, intenta deshuesarte la cabeza para elegir qué souvenir de tu mente llevarse de regreso a casa.
Soy, del auto destierro al que te has confinado, nada más que un turista. Cada tanto me ves pasar, soy uno más de los que deambulan las parcelas acolchadas de tu vida, pero yo fotografío cada pisada en falso, cada uno de los moretones en tus rodillas, escudriño debajo de los garabatos dibujados en tu cuaderno, examino tus lágrimas como si mis ojos fueran un microscopio que detecta razones y sospechas.
Te estudio como si fueras a ser, alguna vez, una ciudad donde habitar sea algo parecido a vivir sin la frustración del engaño, el capricho terco, el escudo magnético de la ofensa, el miedo a las fases repetidas.
Te observo deseando que me muestres qué hay debajo de esa oscuridad desorbitada, las catacumbas sin aire, las tenebrosas catedrales de tus miedos. Es así que me sumerjo en tu pantano y me embadurno con el barro que te crece en las orillas. Te veo como quien ve un suburbio cubierto por una niebla espesa, intransitable; te recorro tanteando sombras y entre ellas busco el aire claro que se escapa, cada tanto, por la luz de tu sonrisa.
Quiero verte como sos, con mentiras y distancias, con puentes a punto de derrumbarse, con cimientos dispuestos sobre cáscaras mórbidas.
Si la ruta que me lleva hacia tu puerto es un camino de ripios que lastimarán mis pasos, cada una de las veces que descendés a tus abismos, no podré hallarte; las fotografías serán falsas realidades, retratos para lucir en chimeneas, recuerdo de los días en que aparentábamos ser felices, un carrete que te devuelven diciendo: "está velado".

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