1.7.11

que se bauhaus todos

Y ahora, cuando muera lo hará de golpe, todo junto.
Se privará del placer ácido cuentagotas.
Por racionalidad, buenas costumbres, ceremonial y protocolo que firmó la protomadre superlativa.
¡Ay que ejemplar, tan desprolijo! Sin manuales de intrucciones, pobrecita tan degenerada y enferma de licores.
Teta y chuño, que se arreglen. Cualquier cosa me hablan con protopadre volatilizado. A otro perro con estos huesos artríticos que ya no comen alimento balanceado y el engorde avanza, crece, ¡es usted!
Hagan todos lo que quieran, da igual, igual, igual, igual.

Digo que se muere y va a morir como se debe: atascada a sondas y vasodilatadores, sufriendo el dolor agudo,la breve pausa del opiáceo, agarrada con las uñas quebradizas a la vida, cagándose encima, cargándole el peludo a los gorditos que "para algo se rompió el lomo toda la vida"... los mejores y los peores años. ¿O creían que era gratis?
No, no, no, señoritos indulgentes con caras de ratones.
Ahora la vida es para ustedes. Desaprovéchenla porque aprovechar es creer y creer es dormir. No se duerman. Mírenla toda la noche, tal vez necesite agua o vino o una venda con la que tapar sus ojos.
Escuchenla. La ridícula exige su última voluntad: no quiere cigarrillo, ni extremaunción, ni piedad cansada de esperar que palme.
Lo que quiere es verte, que estés antes del último respiro, que le expliques, le digas, que le pidas perdón, te arrepientas, que te des cuenta súbitamente del error, del desperdicio, de la pena, el desatino, que te crucifiques ante su última mirada, que te arrodilles y supliques, quiere que llores, quiere saber qué carajo fue lo que pasó con vos, que cuando hizo sus mejores actuaciones no estuviste allí para aplaudirla, que faltaste a todas las citas importantes, que no tenés poderes, pobre idiota. Superhéroe, las pelotas.

Los gorditos van y vienen, compran sevenap, el tiempo no pasa nunca en las paredes con formol, ¿falta mucho? Mamá... ¿cuándo te vas?

Muestra obscena la sangre, la infección general. No quiere ahorrar ningún disgusto. Siempre fue la reina de la autocompasión.
Ella escribe, su epitafio dice: "vamos a ver".

Y los ciegos de la sala principal se le cagan de la risa. Aquí el tuerto no es rey. Aquí no hay dios, falta poco y ella espera que una vez le cumplan un deseo, que aparezca, que sea macho, que se banque la falla, que desconecte pronto el respirador, que la deje en paz.

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