15.4.08

Ginebra

Algunas noches sube por un sendero de pupilas congeladas y arrastra la luz de dos constelaciones frenéticas.
En su corpiño lleva piedras recogidas de una playa dibujada en Simulcop.
Y baila.
Ella baila la danza de los que revuelven las mareas y no hay pena que le valga purgatorios que no existen, no hay miedo ni centímetro que no se mida a los hachazos.
Lleva los ojos cosidos con sisales cuando sabe que su estrella está por apagarse.
Cuando baila, cuando ella baila, los profetas se amordazan, las vírgenes se venden por dos mangos, los marinos se confunden y los puertos son enjambres de palomas atontadas por la bruma.
Por la mañana baja por un camino de vidrios fastidiados de baldíos y le apaga los relojes a los locos trasnochados.

archivado en: historias de la vida misma