20.3.08

Tutiplén diametralmente opuesto

Bolsa de colostomía con arabescos

No es que debamos agitar pancartas en pos de la legalización del nudismo —por poner una muestra que represente la diversidad de proscripciones—, ni tampoco es que sea necesario pasar el tiempo corriendo de un lado a otro en busca de objetos y anhelos, como por ejemplo, sacacorchos, libertad, justicia, pluripartidismo, abejas, ruinas incas, amor, marimbas, limauñas, prosperidad, etc.
No, no es que tengamos que salir con la frente en alto a desafiar avatares o contingencias.
Lo que sí hay que hacer, decididamente y con la vocación de un enano mediático, es huir, lo más lejos posible, de los pelotudos.


Como un pino de incubadora

Se organiza un ritual en el que robo dos botellas de plástico que contienen sustancias sagradas de olor muy fuerte. Las mezclo con coca cola para poder tolerarlas, pero aún así son intragables. Luego despierto y no sé si me he salvado de algo. Siempre sucede que no recuerdo la parte importante de los sueños y es mejor, así no me hago ilusiones.


Sanguche de escala pentatónica sin mayonesa

Los astros se sacuden en esta coctelera infame y desalinean la suerte. La brecha entre un contraste y otro dura apenas unas horas, a veces sólo son minutos los que puedo descansar y el descanso me marea de modo tan brusco que necesito, de inmediato, construir un viaducto en Dallas, Arkansas o alguna otra ciudad donde los ingenieros se dediquen a jugar al tute cabrero o al mus, y las obras se vean impecables y llenas de esplendor, dentro del radio que una cámara de pocos pixeles pueda abarcar, allá lejos, hace tiempo.


Aquí no hay nereida que valga

Durante toda mi vida, para saber cuál es la derecha tuve que hacer la pantomima de escribir. Es algo común que le pasa a mucha gente, lo sé y lo asumo como una especie de defecto de fábrica. Recuerdo una época en la que me desempeñaba como guía de turismo. La derecha correspondiente al contingente que guiaba, al estar yo frente al mismo, pertenecía a mi izquierda, por lo cual, cada monumento, plaza, casa histórica o acacia centenaria ubicada a la derecha de los turistas yo la tenía a la izquierda. Y era un lío.
Lo solucioné haciéndome zurda.
Cuando dejé mi trabajo en Boli Viajes y me dediqué a ponchar moluscos, volví a ser diestra.
Y así es que ando por la vida, tan contenta.


Azul de metileno

Viajo con mi amigo en colectivo y un doctor me aprieta muy fuerte el pie. Hace pruebas y yo grito mientras pienso: —estoy exagerando el dolor del mismo modo en que exagero el placer, mi amigo se dará cuenta de que siempre finjo los orgasmos y cuando llore no va a creerme.
Más tarde voy al cine y sentada en primera fila hay una mujer a la que han desahuciado. Es la que gritaba en el colectivo. Le han diagnosticado cáncer de desocupación y va a morir de aburrimiento.
No soy yo, ésta es una mujer que jamás miente. No soy yo, ésta es una mujer que sabe resignarse. No soy yo, ésta es una mujer que dejó de lado su rencor y se sienta a disfrutar de la película como si no supiera (o sabiendo) que será la última.
Siempre sucede que en la parte importante (que no recuerdo) de los sueños no soy yo la protagonista. Y es mejor así, así nadie me descubre, así no muero.


¡Tienes un mensaje nuevo en tu muro!

¿Cómo fue que llegamos a esta sequedad epidérmica? ¿Fueron falta de caricias o fue exceso?


El largo viaje de la clepsidra

Cada una de las veces en las que fijamos la vista hacia un objeto de deseo, se da un problema de convergencia que no tiene arreglo en edad avanzada. Me dice que hay algunos ejercicios que funcionan bien en niños. Esos mismos que yo hice hace unos años y lograron el aumento de esta ceguera progresiva. Yo le digo que necesito demasiado a mis ojos, que no quiero ser dependiente, que estoy atravesando una época de libre albedrío pero, si pudiera, los cerraría o sacaría del campo visual todo aquello que pueda dispersarme de mí misma. Lo mismo me receta anteojos nuevos. Al probarme los cristales (0,50 más que el año pasado) puedo verlo. Mi oftalmólogo es el hombre más hermoso que he visto en mi vida. Es dolorosamente bello. Cierro los ojos, y más que nunca quiero seguir percibiendo al mundo borroso y atestado de sombras.


Llueven oropeles de maní japonés

Los grandes episodios duran apenas segundos. Dentro de la parafernalia de efectos especiales y astros luminosos que estallan frente a la pantalla, cada tanto, se desprende un instante de infinito, un fotograma herido y ermitaño donde te podés ver reflejado, único en tu universo, aislado como un virus que pugna por salir de los cristales que lo aprietan.
No hay espacios. No, en un sentido plural. Lo único exclusivo y novedoso de este mundo son las lágrimas que se regeneran, la sensación de precipicio, el no saber cuándo la bala, el paro cardio respiratorio, la amenaza de la nada, el olvido instantáneo.
Y la certeza de que nunca podremos entendernos, que dos son sólo dos, y que vivir, amar y morir es un acto misántropo, demoledoramente individual.


Aforrismo

El tren de la vida es un rápido que no para en estaciones intermedias. Pero siempre te deja en Retiro o en Chacarita.

archivado en: estudios del sistema urinario y nervioso