15.2.08

Tutiplén según pasan los años

A mis amigos.


2002:

Este blog comienza así: Toda la culpa es mía y no quiero compartirla con nadie. Hay gente que tiene mierda en la cabeza. Pero en la mía hay más. Y la comparto.
Cuando vi que había que rellenar el campo “descripción” no tuve ni la más puta idea de qué poner. Y así quedó. Y así seguirá para siempre porque a pesar del tiempo transcurrido, en esencia nada ha cambiado.
Por esos días Resacas era un acto de solipsismo extremo, un diario íntimo, una borrachera permanente, una insatisfacción, un error ortográfico y sintáctico, un vómito, un registro, un almanaque, una agenda. Cualquier cosa menos un intento literario, que de alguna manera, me salvó de varios monstruos más que andaban acechando.
Por entonces, la idea de un mañana me parecía insostenible. Sólo había una pared, una hoja en blanco que por momentos me paralizaba y por otros me incitaba a llenarla de palabras. La inmovilidad fue cada vez menos frecuente, las palabras se reprodujeron, aumentaron y comenzaron a darle una forma y un concepto a mis días.

2003:

Finalmente esto se va pareciendo a un coso de verdad.
Estaba a punto del delet blog y, para variar, no sólo que no delete nada, sino que le metí las cositas estas de comentarios, no porque en realidad me interesen las opiniones sobre estos delirios, sino más bien porque todo el mundo los tiene y yo no quería ser menos.
Empezó con Enetation —al que después llamamos Eneatonto—: un sistema de comentarios (frustrante, ineficaz, advenedizo) que hizo que me diera cuenta que había personas que me leían. Gente —¡increíble!—, había gente leyendo y ahora podían decirme cosas, ser virtualmente tangibles.
La responsabilidad era mayor. Empezaba a sentir que les debía algo bueno. Comenzaba a conocer a muchos que más tarde serían amigos. Una amiga grandiosa, Yael , la coequiper perfecta, de antes, de atrás de proyectos nuevos tamaño blog.
Todo en mi pensamiento tenía formato post: haciendo compras, viajando en el auto, cocinando, bañándome, trabajando, en cualquier momento, cualquier lugar.
Y el amor. Un amor bello y tortuoso.
El amor es despertar y ver que nada es tan difícil y que lo que más se acerca a la felicidad tiene manos y ojos que palpan las costillas de los sueños.
En esencia, nada cambia. Amores, amigos. Sólo cambian formas e intenciones: empecé a escribir para que me lea/n y, de paso cañazo que me quiera/n.

2004:

El humor que marcaría un estilo y unas ganas locas de terminar con la tristeza. Los concursos, las homilías y también los tutiplenes. Esos retacitos de pensamientos ligados por hilos que sólo yo y unos pocos conocían. Entretener porque escribir comenzaba a ser algo verdaderamente divertido y necesario.
Estoy atravesando una etapa sumamente frívola. Si no fuese por el nuevo hormiguero o la gotera insistente, me dedicaría a cultivar el espíritu. La última vez que lo hice nacieron brócolis. Los gratiné y quedaron de re-chupete.
El amor en su mejor momento.
La incipiente idea de editar un libro.
La reunión en casa con mis amigos virtualmente cotidianos in real life, el intercambio, el hígado diciendo basta y yo haciéndole caso durante un tiempo que pensé sería siempre. Pero no.
Porque en esencia, nada cambia.

2005:

Mi amor que se iba yendo, el intento desesperado por retenerlo aunque el sufrimiento fuera demasiado, aferrarme a las últimas chispas de un fracaso anunciado el día en que nació.
Mientras escribo esto, una cucaracha semi muerta camina por el escritorio. Termino de matarla. Fósil. Otro símbolo.
Cuando las cosas a olvidar son demasiadas, es mejor dejarlas para otros días, días en los que un rayito de luz te diga: no hacen falta olvidos, estamos en paz, no hay rencores. Lo que queda: nada.
Ni en los momentos del hachazo, ni cuando decidí que mi hígado ya había tenido descanso tóxico suficiente, que, a fin de cuentas, la cabeza acomodada no servía para nada si él ya no estaba conmigo. En ninguno de esos momentos se me cruzó la idea de dejar el blog.
El estilo resacado consolidado. Ya me conocían en muchas partes y hasta me pedían cosas para publicar. El blog me había salvado una vez. Ésta lo haría nuevamente. Nada, absolutamente nada, cambia en esencia. Él no estaba, y nadie muere de amor. Resacas era mi vida y mi vida era yo.

2006:

Una brisita fresca y un compañero de copas de primera. Muchas películas, mucha risa a carcajadas, largas conversaciones sobre música y ciencia. Dos soledades no hacen una pero hay compañías que atenúan el dolor. Duró un rato. El suficiente: nos queremos tanto tanto tantísimo y nos seguiremos queriendo tanto tanto tantísimo porque ninguno de los dos quiso darle a cronos el placer de vernos detestarnos.
Menos faltas de ortografía, un poco más de corrección, el libro terminado, corregido, cerrado y archivado para cuándo fuera.
Una pérdida importante: mi Gol gris, compañero de años, tan querido. Pero nadie muere de amor. Y a pie, en bicicleta, colectivo o tren… las historias del tren y el Arte tapa dura: mi nuevo y gran compañero de ruta.
Más amigos, reuniones y crisis severa que me depositó en manos del psicólogo de mi vida. A cuidar el hígado de nuevo. A los ponchazos, rebotando por las paredes, más sola y acompañada que nunca. Otra amiga extraordinaria, Laviga, madrugadas dulces, charlas interminables, mi 911. Intentar un gran cambio aún sabiendo que nada cambia en lo esencial.

2007:

Mar del Marolio y las recaídas, la necesidad de guita y el techo que parecía nunca iba a dejar de llover.
Llueve al fin. No dejo de mirar el techo obsesivamente esperando el momento de salir disparada a asesinar a M.
Llueve, pero no lo suficiente como para testear si la cantidad inconmensurable de dinero invertido rendirá sus frutos (¡guarda con frutos!)
Y como por arte de magia salió el sol y hubo laburo (mucho) y poco a poco las cosas se fueron acomodando. Sin darme cuenta dejé de pensar en él. Sin darme cuenta comencé a pensar en mí. Y estuve sola conmigo tanto tiempo que empecé a acostumbrarme, a quererme y, sobre todo a perdonarme.
Las plantas (ayahuasquita, wachumita) que me ayudaron a verme por dentro, un camino nuevo lleno de acertijos que fui adivinando. Siempre los amigos, el motor de mi vida. Eso no cambió. En esencia, nada cambia.

2008:

Un racconto que me dice que no soy tan diferente a la de hace seis años.
Todo lo que ha quedado en el camino pertenece a las ausencias. Lo que hierve en mi mirada no son lágrimas, es niebla, lo que dejo que se escape es esta terca humanidad que me perturba.
Frente a mí, una prueba de galera del libro que prontito entrará en imprenta y en Abril saldrá con fritas. Gente nueva y nueva energía, esperanza (creo que esa es la palabra justa) Y encontrar que sin ella nada es posible.
Un amor nuevito a tranco lento y discontinuo, pero amor al fin.
Muchas ganas de ser escritora. Por fin sé qué quiero ser cuando sea grande.
Confianza que rima con esperanza. Lindas pibas estas que me dicen que bueno, algunas cosas, en esencia sí que cambian.

archivado en: querido diario y las edades de Luc-Luc