7.1.08

Un pepino y un melón en contraluces (cuento veraniego)

En el barrio chino me compré una brújula para encontrar el feng shuí.
Cuando entramos a casa se puso como loca, me empezó a cagar a pedos, que esto no, que el agua, que ¡a ver si limpiamos de vez en cuando!, que el color amarillo, que no tengas cajas abajo de la cama y mucho menos cubiertas de autos ni zapatos ni medias perdidas ni pelusas ni cementerios indígenas porque a la noche, mientras dormís, las almas en pena te causan contracturas y ahí te quiero ver, tan quejosa a la mañana, que me duele, que no puedo dibujar, que la silla, que putamadre me tomaron la coquita, que a “ese” lo odias porque te arruinó tu destino de felicidad, que ¿por qué? Y que ¿para qué?
Cuando fuimos a la cocina casi se desmaya: ¡la verdura se pudre si no la consumís!, ¡ese melón que otrora fue dulzura de mieles y rocíos —que picardía— y el pepino, tan perfecta su formita, tan jugoso y multifacético, mirálo ahora amarillo y arrugado ¡con el precio que tiene!, vos sí que no sabés lo que es el hambre del planeta, deberías tomar ejemplo de la enfermera, la linda que se saca fotos con los hambreados de Somalia, tan H U M A N I T A R I A, tan bonita en su Facebook. Me indigno, así está el país con gente como vos... los platos se lavan, ¿no tenés esponjita? y esto, ¿qué es este cuadro así torcido?, ponelo derecho y mirando al noroeste que este sirve porque irradia energías positivas y te acomoda el chakra del optimismo supino. ¡Tenés que revitalizar el cuerpo aural! o ¿vos creés que yo estudié para feng shuí de gusto nomás? Me pones todo como yo digo y de paso limpiá las telarañas que yo sola no puedo con todo, ¿o que soy? ¿la burra soy?
A ver... pasemos a ese cuarto tan oscuro y cerrado.
¡Ese no, diosmio!, ese no necesita feng shui, necesita un exorcismo o un incendio o una explosión que mate todos estos años de acumular mala onda, ropa vieja, mouses y teclados, dividís, cassettes, cuadernos, más cuadernos, cartas, cartas y más cartas, teléfonos, televisores, videocasseteras que no funcionan, whitetrashes que no pegan, fotos de años ha, y tornillos, clavos, arandelas, cortinas que no se usan y recuerdos de mis ex más significativos de los que más vale no acordarse, así que, brújula querida, mejor quemo todo y a otra cosa, mariposa.

Después del incendio compré flores y adorné el... el... el... (no quise mencionar la palabra exacta por las dudas fuera yeta y las plantas no prendiesen) Cuestión que ahora hay fresias, pensamientos, margaritas de colores y una brújula feng shui enterrada como una batata, que más que brújula parecía una madre y una madre que aconseja es al ñudo que la compren, que la traigan a la casa, que se pone loca, loca y todo bicho que camina va a parar.

Archivado en: cuentos protopelotudos ideales para leer tomando un daikiri de durazno en la playa y oteando la línea del horizonte mientras suena red hot chilly pepers y uno se siente pletórico de juventud y dicha vacacional.