6.12.07

Tutiplén en 2 X 4 (Parte 2)

Porque aún sangra la herida que tu espiante me causó

Me acosté a dormir la siesta pensando en una historia para escribir cuando me levante. De la historia ya no me acuerdo, lo que sí recuerdo es que soñé. Y en el sueño estaba Martín Caparrós. Yo no sé bien cómo es que funcionan los vericuetos del subconsciente ni me voy a detener a pensar demasiado cómo fue que Martín Caparrós se metió en mi sueño, lo que sí sé es que hasta hace muy poquito la siesta equivalía a soñar largas historias tétricas con un personaje maléfico recurrente.
Por eso creo que Martín Caparrós es un gran avance en mi vida.


Si yo tuviera el corazón

Me aprieta fuerte, fuerte, muy fuerte. Le digo: —No voy a irme.
Pero no se trata de mí. Lo que él aprieta fuerte, fuerte, fuerte es al mundo, su mundo. Por un breve rato no quiere que se le suelte.


La pesadilla de su lento tic tac

Una tangible y asombrosa consciencia del paso de los minutos. Existencia cronometrada, algo así. Metemos la boca en un gran paréntesis y nos quedamos dentro tanto como sea necesario. Y la cuota de sorpresa, la cuota de azar, esa cretina.
Tiempo: te presiento cuando venís llegando con albas desgreñadas y las piedras de tu camino sincronizan el despertar, me quedo mirando el instante transitorio donde habito y veo como todo pasa sin que nunca se haga tarde, inmóvil hemipléjica esperando que las flores no marchiten y el viento esparza las cenizas del ayer.


Que la herida que me abriste no se borre de tu mente y las gotas de mi sangre día y noche te atormenten

Apenas un fulgor sentenciado por las filas de un ejército que se atrinchera en la pendiente de lo absurdo porque la fe es un cajón vacío, una pava sin agua, una caravana sumisa de lluvias ácidas, piezas sueltas de un rompecabezas con demasiado cielo y agua, variedad incolora, espacio por donde el viento ataca sin puñales.
Cuando las tarántulas de los sueños vengan a tejer con suspiros de pavor los destinos de los desheredados de alegría, cuando el remolino aglutinante del futuro azote con su látigo de incierto, seré la topadora que arrasará tu bosque de mentiras, me quedarán las manos encendidas por la savia del perdón, del olvido, de la leve figuración subterránea del rencor desvanecido.


Te enloqueció el espacio que fue como un palacio para vivir tu edén

Le damos y le damos a las paredes. M., mi personal salvador de inclemencias domésticas me pide que ponga tanguitos.
—Tenés algo de D’Arienzo?
—Claro.
Seguimos dándole a las paredes. Y entre tango y tango, verde manzana, azul turquesa, unos mates... sólo nos falta bailar, pero no, primero están las paredes. Después vemos.
Pintar es lindo. Con tanguitos más.


Eterna en mi tenaz ansiedad

Ignoro la luz roja y el pasado es una avenida donde mueren cisnes y narcóticos.
El futuro es una lotería donde imbécil gasto esperanzas, luces verdes.
El presente brilla amarillo y es tan breve que me detengo en la indecisión. Un paso más y ya es pasado.


Y aunque quiera quererte ya no puedo porque dentro del alma tengo miedo

Un amanecer huérfano con manos indulgentes que agotadas de acariciar descansan.
El espejo me dice cómo soy, desnuda soy así. O es que el amor me hace bella y vulnerable como él —cuando duerme—, y yo sigo despierta haciendo anotaciones, gerundios curdas* que naufragan en mejillas transpiradas. La sal quedó en la piel y en la sábanas. Muy cerca están las navajas. Podría quitarme los ojos de las cuencas y no verlo nunca más, podría trepanar su cráneo e inyectarle una imagen mía que recuerde, que pueda mantener aún cuando me olvide.


Sin fe ni maquillaje

Me voy a cortar el pelo. Corto. Bien corto. Y pareceré una señora, entonces no va a molestarme que me llamen señora. Ubicación. No sé si es la palabra indicada, pero es la primera que me viene a la mente.


*Esta se la chafé a Bardamu
*La Parte 1

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