7.10.07

Tutiplén de difícil especificación

Resumen de cuenta I

—Esperaba el 168 en Av. Córdoba e hice un barquito con un volante de un tarotista. Me estaba mojando mucho, los colectivos pasaban y no paraban los muy putos. La correntada era buena y lo puse a navegar. Pedí un deseo, sabía que si llegaba a la esquina sin naufragar se me cumpliría.
—Tenés que dejar de hacer esos jueguitos. Son obsesivos.
—No son obsesivos, son idealistas
—¿Y acaso el idealismo no lo es?


Trespés I

Yo no veo de tu cara más que las pecas de tu nariz. De la enorme cantidad de argumentos, anécdotas, historias que contás, yo me quedo el mar de fondo de tu voz. De los gestos que tus manos esgrimen, yo tomo los dibujos que hacen en mi piel. Tus ojos no los sé, yo cuento las pecas de tu nariz, algunas veces más de treinta, otras como ciento veinte mil. Las palabras, no recuerdo. Yo te oigo, no te escucho, yo te miro no te veo. Tus dedos no sé si flacos o si cortos, no conozco, yo los siento.


Blogueando por un sueño

Leemos innumerables libros escritos por gente que está muerta. ¿Llegará el momento en que esto pase con los blogs? ¿Morirán los blogs antes que los bloguers? Este tipo de interrogantes me inquietan un poco.


La culpa no es del signo sino del ascendente

Mientras la lluvia vigilaba el engreído acto de estancarnos en el acontecer de la rutina, la ciudad se encendía de balcones a punto de caer.
Éramos la semilla de un futuro. Viejos, regadores de azaleas, lustradores de las tardes, apacibles y neuróticos, artríticos, prestos al fastidio pero juntos, inalterables en las mañas cotidianas. El café, los acertijos que siempre iba a ganarte y el pago, la prenda, dos horas de cariño hasta doler los huesos de las manos. Éramos el animal del deseo devorado por los años.
Inútil asirse a lo mal hecho, los ancianos son otros, puedo verlos desde aquí, tan alejados.


Trespés II

Tus manos funámbulas en mi cintura sostienen sombrillas que se deshilan rojas y caen, caen, caen.


Plastipinturitas

Colores yuxtapuestos, Matisse y la vibración. Un azul y un rojo al unísono pero cada uno con su fuerza entregando su energía, encendiendo y apagando luces. Nada harían mezclados, desarticulados perderían sus esencias, se amalgamarían y serían uno solo, sin variedad sin movimiento, sin personalidad, sin amor.
La expresión son dos miradas que se cruzan, no un estrabismo.


Salir del objeto, ser sujeto y predicar

Tiro un pucho en el pasto y queda encendido. Un pajarito junta ramitas para su nido. Se acerca demasiado, me pone nerviosa, creo que en cualquier momento se va a quemar. Trato de espantarlo: —andá más lejos, está lleno de pajitas —le digo—, buscá por acá. Pero no me hace caso. Creo que es un pájaro fumador.


Trespés III

Y también la sensación de que algo importante se me escapa e inmediatamente deja de ser importante. Entonces viene la paz de cementerio, lo inmóvil en el corazón y llegás vos para darle cuerda al respirador artificial de mi sonrisa. Sos un payaso de manual y yo te quiero tanto que necesito que te pierdas en tu mundo y me dejes mi mundo de extrañarte hasta que en la boca se me formen estalactitas y vuelvas para ayudarme a decidir que no quiero que la alegría se me vaya para siempre, que sólo la dejo andar un poco para que respire.
La mía es una alegría nacida en cautiverio. Como vos, no sabe volar fuera de mí.


Resumen de cuenta II

—¿Y qué pasó con el barquito?
—¿Qué barquito?
—El de Av. Córdoba, el del deseo, el del tarotista, el de papel.
—Ah, pasó un colectivo y lo llenó de agua. No llegó a la esquina.
—¿Ves que yo tenía razón? Tenés que dejar esos juegos, ser adulta.
—¡Pero el deseo se me cumplió!
—Por eso te digo.

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