1.9.07

Troileana ricotera


Redondos-Ángel de la soledad

Ando con ganas de atacar uvas. Entre tanta claridad sorprendente, alguna profusión mal no le vendría a este pobre y deshilachado aburrimiento.
Pienso en aquellas cosas que me prometo no repetir y se me pudre el occipital que está preñado de dudas.
Para atenuar un poco esta sensación de legitimidad, esta apacible normalidad de un instante destemplado donde la luna se cae sobre el tender y se derrite como plástico candente, dejo que se me chifle el moño en otra parte y comienzo a sentir un estado de embriaguez que me seduce, me protege del vaho de los puertos, me sujeta la pantalla atiborrada de file not found, me erige un altarcito cuyas velas a lo lejos van desapareciendo, y las ganas de ser torpe, de limitar el cielo, seccionarlo en cuadrículas desiguales como estrías, son apaleadas con palmetas caza moscas como la que tenía la abuela y era tan efectiva, certera en su toque mágico a la hora de cometer actos de estricta justicia.
Ando así como caliente. Pero en el peor de los sentidos. Calentura de esas en las que podés ver "tigres en la lluvia" si es que la ginebra te fuera permitida o mejor si te hubiera sido prescripta por doctores especializados en alternar terapias.
Lo cierto es que, si no fuera porque ya he sufrido cosas mejores que estas, esta noche mataría algo.
Me niego a pelar papas con ojitos y me detengo en el resto de lucidez que queda después de un día largo y tonto como tantos; me miro en retrospectiva y no quiero volver a verme en el espejo de los siete años de desgracia, me enfrasco en la mirada turbia que ella tiene, entre tanta lágrima soltada a mansalva, puñalada trapera y cobarde del destino que inventé, ese que quise desgarrar a cachetazos contra la fiebre de mis músculos cansados de desvanes oscuros, de esperas adormecidas en la nada, de vacuos y confundidos segundos de entonces, cuando malasangrar era como una vocación y no sabía que cada una de las pecas de mi espalda tiene un valor que no será mucho, pero va a alcanzar, lo estiraremos, haremos que se banque.
Ando con ganas de alejar la cabeza de esta posición tan recta y espectacularmente inocua, en esta noche diferente a esas otras, cuando mi exceso y yo éramos una sola franja de la camiseta aturdida, éramos la tristeza y las ganas de estar en otra parte, éramos tan vulnerables, pensábamos en cosas como éstas e inmediatamente todo estaba armado para el estrago.
En esta noche tomo coca cola y noto con una especie de alegría que mi poesía hace mucho tiempo que dejó de nombrarte dolorida, que ya estoy bien, que el vicio o la enfermedad eran dos ojos que creé en la fantasía de no saber que cada arruga de mi frente tiene un valor incalculable.
Ando así como ansiosa por probar que puedo y la prueba esta vez será quedarme con las ganas.

archivado en: remembranzas paleo-etílicas (remix)