5.9.07

Erre sostenido


Bauhaus-Crowds


Pero hay historias de amor que matan y yo de esas ya paso.
Mas que nada, por instinto
de supervivencia.
El amor no puede ser la sangre.

Juan Manuel Muñoz Reynon



Estabas en las antípodas de mis orillas, en diagonal a lo que yo deseaba en esos días.
Había una ventana a la que maldecía a diario con una lógica parecida al pánico. Desde ella se veía la barranca y la llovizna suspendida entre árboles y bronces. Por detrás de esa cortina indolente vivía el fantasma de mi desilusión más apreciada.
Habíamos llegado para algo diferente. La gloria era nuestra, la habíamos ganado en un concurso de paciencias bipolares.
Pero el director de la película pasó por una esquina que estaba en otro barrio, los sueños no fueron más que burbujas de cavas derrotados, el humo de un costo que tenía olor a lágrimas y golpeaba menos que un boxeador sin brazos.
Pude verte cuando te inclinaste en la madera y tatuaste en mi retina una imagen increíble, imposible imaginarla ni aún en sueños, no atiné a detener la espuma de las cañas y el derrame fue lo más irremisible.
Habíamos llegado para algo diferente. Nos dimos un masaje y cuatro besos, dejamos lo demás para mañana. Salimos a la noche y nos perdimos. Entre una multitud ebria nos buscamos. Extenuada de dudas y humos blancos me morí en aquel auto cinco años. Sólo una vez me renací de puro terca y cuando abrí los ojos vos no estabas, pero silbaba el viento tus palabras: —Niña, dejémoslo para mañana.
Mañana fue un avión que me trajo de regreso con valijas de mentiras dibujadas.
Habíamos llegado para algo diferente. Mañana ya era tarde.
Mañana había quedado en otra parte.


archivado en: las edades de Luc-Luc