Un segundo en el que no funciona el vino santo del sueño y la almohada no se convida porque el placer se esconde abajo, en el punto exacto adonde no hay ni un mísero silencio, sólo un estigma camuflado de libertad de elección.
Hay un segundo de ansia recíproca, ganas, música, espera, siete pisos por escalera y un dealer que nos abraza desesperado y se conmueve ante las manos vacías, los gestos anémicos, la humanidad que no sabemos, no queremos, no podemos extender.
Porque es tarde.
Porque ya pasó.
Porque dura apenas un segundo.
archivado en: resacas temporales