7.3.07

Tanguete delmiresco agustinoide

Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía.
Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería
el abanico de oro de su risa se abría,
o su llanto sangraba una corriente más;
alma que yo ondulaba, tal una cabellera
derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera,
murió de una tristeza mía... Tan dúctil era,
tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás...

Delmira Agustini


Podría relatarte, como en planos diferentes, el blanco de esos días, el negro perturbador de algún recuerdo. Por ejemplo, perdida en una calle de Beccar, San Isidro, nunca supe; el rojo de los labios del amigo que acarició mi paz deshecha; mi deseo de morir por unas horas y resucitar, más tarde, rodeada de lámparas y móviles, objetos delicados como aquellos ademanes que él esgrimió como consuelo. En otra secuencia, mi alma desvestida temblando al borde de un abismo tan azul como esos ojos. Y más atrás el desamparo inválido de un corazón con gangrena pronto a ser extirpado de cuajo.

Podría avisarte, poner la luz en amarillo para que pises con recaudos. No hace falta, de todos modos mi cruz no va a pesarte mucho y todo lo que pase, también va a pasarle a cada una de las veces que recuerdes, cada calle, cada esquina, cada suspiro que te entreguen, cada láser de otra mirada cuando el aire sea verde.

Podría contarte que son como picos, son tan solos, tan ansiosos de burbujas; que la noche está inquieta y sobrevuelan cucarachas; que Sting y un viejo blues; que algo debe hacerse para que algo pase.

Podría hablarte del recelo a encerrarme en un ansia que no acabe, que no tenga emolientes que suavicen, que no pueda deshollinarse; el miedo a que aún no te hayas muerto y te aparezcas con dos ojos que mirandome así enciendan lo que el agua se llevó contracorriente.

Podría creer, hacerte creer que en verdad te lo agradezco.

Podría convencerme de que fue bueno, fue fantástico, pero el caso es que ya no tengo piedras ni látigos que azoten y el aturdimiento es una marea eterna que no trae ninguno de los objetos que perdí, ninguna de las sombras que te llevaste, ninguna de las palabras que mentiste e ignoraste, ni una sola lágrima.

Podría intentar abrir el gran misterio de mi vida, ése que contenga tantas tempestades, que traicione hasta al silencio. Podría sostenerme en él, como en una actuación de confianza, dejarme caer con la certeza de que él va a sostenerme, pero no, porque hay tangos enquistados que me dicen que ya es tarde, y mejor es que te salves porque si “bebo de tu fuente, es seguro quedes seco” y no haya ensueños posibles que compensen, no haya delicia de un rato que aniquile el maldisfrute, el mal que nos pese.

Podría poner en la balanza las cruces y las bolsas de cemento, los bebés que no tuvimos, la carga de un revólver con tres tiros: uno por cada uno de los errores desatados, por el mal que yo hice hace unas noches, porque aferrarme a la nada es eso: es nada, porque ya fue suficiente.

Podría despedirme, pero aún no quiero hacerlo. Podría explicarte del miedo al vacío que sienta cuando ese día llegue.

archivado en: me quedé sin fasos, lamento borincano y queremos tanto a Delmira