13.1.07

Recuerdos de Mar del Marolio II

día 5

Lo bueno de Mar del Marolio es que no hace calor. Lo malo es que hace frío. Un frío que te cagas. Camino por la playa. Hay demasiada gente, demasiada arena, demasiado mar, demasiado viento.

día 6

Me despierta un mensaje de mi novio rugbier diciéndome que me ama y me desea con locura desesperante, que no ve la hora en que nuestros cuerpos se fundan en un frenesí ardiente de pasión, pero que no puede venir a visitarme porque tiene que ir al cine.
Nada me desalienta. Disfruto cada día como si fuera el último con la intención de no morirme jamás (gracias Martín). La empresa de arrodetamiento crece a diario y, si bien el trabajo es extenuante, no por ello es menos satisfactorio.
Mucho más cuando lo veo aparecer entre la multitud de larvas vacacionantes.
Es el hombre más hermosos que he visto sobre la faz de Mar del Marolio.
Me pregunta por el precio de los "corchetes estos" y me dice que le gustan mucho pero que prefiere uno más corto. Le ofrezco hacerle uno a medida y cuando estoy tomando la dimensión de su cuello perfecto hago lo indecible por refrenar la tentación de acariciárselo. Todo sea por la prosperidad del negocio. Un corchete es un corchete y sumado a miles de ellos en pocos meses amasaré una fortuna considerable que me permitirá, entre otras cosas, tiempo libre para aceptarle cualquier tipo de invitación que el hombre más hermoso que he visto sobre la faz de Mar del Marolio me haga.
Más tarde, mientras estoy en plena labor arrodetal, lo veo pasar dos veces. Las dos veces me sonríe y mi corazón estalla de alegría.

Las 30 cuadras y los 45 kilos de peso en la espalda son una nimiedad. Sólo pienso en el corchetito que tengo que acortar para mañana.

día 7

Comemos ensalada de arroz, atún, zanahoria, tomate, choclo y huevo.
Salió el sol y voy a la playa. Mientras estoy leyendo El Estereoscopio de los solitarios de Wilcock, recibo un mensaje de mi novio barman, que está en Buenos Aires y no tiene aire acondicionado.
Me dice que me adora pero que no puede venir porque tiene que sacar a pasear al perro.


COSAS QUE HABRÍA QUE ERRADICAR DE LA PLAYA

-Los niños menores de 14 años
-El juego de paleta
-El juego de tejos
-La arena
-Los vendedores ambulantes
-El viento
-Las familias

El hombre más bello que ha visto sobre la faz de Mar del Marolio llega cuando estoy por cerrar. (Esta noche me fui con un poderoso escote y comprobé que los padres vacacionantes son capaces de comprar cualquier pelotudez si son unas tetas las que venden). Me pregunta por su corchete y lo saco del bolso, se lo coloco en el cuello y no atino a prenderle el cosito por varias razones:
1. Porque a esta hora ya no veo nada
2. Porque ese cuello me produce unos inconmensurables deseos de besar, besar y besar.
3. Porque el muchacho es muy alto y yo muy baja; tengo que estirarme mucho y él encorvarse bastante.

La solución está en la silla y allí, una vez aposentado, lo tengo a mi merced. El corchete le queda precioso y se lo cobro un poco más caro por varias razones:
1. El stress que me produce la colocación y contacto con su piel.
2. El amor grandilocuente que me embarga
3. El hecho en sí mismo.

Lo veo alejarse hacia la zona de espectáculos y comienzo a guardar la parafernalia rodetal y todas sus ramificaciones.
Quisiera sentirme Ingrid Bergman, pero lo peor es que me siento Humphey Bogart.

día 8

Babasónicos suena y resuena todo el tiempo y no tengo más salvación que entregarme. En la entrega, descubro que la parte más podrida de mi ser y el vaivén dislocado de mi alma han vencido a la exquisitez de mis oídos acaparadores de belleza. Es decir, me gusta Babasónicos y hasta me banco la infumable voz de D'Argelos porque, es justo y necesario, reconocer que las composiciones son buenas. (Perdón y mil perdones a todos aquellos a quiénes en su momento vituperé al respecto)
Recibo un mensaje de mi novio rugbier que dice que hacía mucho tiempo no sentía un amor tan magno y profundo del alma misma, que su cachondez roza el límite del infinito y unos cuantos kilometros más allá; que daría media vida por venir a verme, pero que no puede porque tiene que cambiarle un cuerito a la canilla de la cocina de su loft.

El mar me ha convertido en una persona ecuánime, paciente, serena y súmamente comprensiva. El mar me ofrece una especie de optimismo que se asemeja bastante a la afratachación de un estado de paz atenuado y reconfortante.
Las ventas son buenas y estoy considerando seriamente la posibilidad de pedir un aumento de sueldo o empezar ya mismo la reivindicación de mis derechos sociales: mañana exigiré volver a casa en remís.

día 9

Los perros de Mar del Marolio no son perros sino reencarnaciones de las almas de viejos pescadores que jamás regresaron a tierra.
Se los ve por todas partes, casi siempre en grupos, casi siempre durmiendo bajo alguna sombra fresca y reparadora.
Es conocido por todo marmaroliense que, en las madrugadas, cuando la marea sube, todos ellos se reúnen en la playa con la esperanza de encontrar el cuerpo mortal que alguna vez les perteneció, pero como estas almas metamorfoseadas en canes vagan desde hace millones de años, la ilusión se les fue deteriorando y el motivo que los agrupa perdió significado. Las tertulias terminan en largas conversaciones donde cada uno de ellos intenta recuperar algún recuerdo de su vida anterior.
Pero el tiempo es desmemoria y es equívoco y los perros mezclan leyendas sin tener la más mera noción de cuál corresponde a cada uno, por eso es que siempre terminan cansados, echados en círculo y cantando una que "sepan todos".

día 10

Me encuentro en el almacén con el vecino de la camisa con cositos, que ahora tiene puesta una remera negra que le queda espectacular. Está bronceadito.
Me mira. Lo miro. Nos miramos.
En el regreso a casa se me acerca y me pregunta si conozco una farmacia por la zona. Le doy las indicaciones pertinentes y me pregunta que hasta cuándo me quedo y le digo que hasta marzo (pensando en mi fuero interno: "con vos me quedo a vivir, papá")
El me dice que se va mañana temprano y comienzo a sentirme la mujer más desdichada de la tierra, depresión que pasa pronto. En casa hay asado.
Me llama mi novio rugbier diciéndome que mañana viene a visitarme y esta noche me acuesto con una especie de sopor agradable y plácido.

archivado en: ¿Qué mola más que una caja de lápices de colores?