2.4.06

Las orejas de Taylor están bien para muchos, pero no para mí

Si usted alguna vez alguna vez fabrica un gólem no se encariñe demasiado con él. El dulce bichito suele tener ataques de furia y pararlo le va a costar tanto como la ciudad de York
Alberto Laiseca*

Y por sobre todas las cosas hay un estado de intrascendencia general que no se completa con ninguno de los aditamentos ni cotillones frecuentes. Acudiendo a las verdades reveladas por los grandes filósofos de todos los tiempos, la realidad resulta aún más desinflada.
Fantochadas exhaladas por un estado notable de soledad descarnada; desesperación por ser, por mostrar todo aquello que, con algo de esfuerzo, uno sería capaz de arremeter.
La batalla es fútil, se sabe. ¿Para qué pelar langostinos que comerá tu peor enemigo?
El tiempo llueve y el mes se adelanta quince días. Un útero feteado prende luz roja intermitente. Entre blends, joins, averages y otras patrañas ilustreitorias decido que, a fin de cuentas, pese a su exagerada juventud, el profesor no está nada mal.
- Ahora tenés que acoplar -me dice.
- ¡Qué más quisiera yo! -pienso y selecciono nodos, no sin cierto ademán delicadamente maternal.
Es como rebozar un filete, o algo así de rutinario. No te va a cambiar la vida, pero te la acortará unos minutos.

archivado en: pensamientos a través de la ventanilla, mirada oblicua y otra vez sopa

* Del libro "Beber en rojo". Una delicia que me alegra los viajes en el Urquiza