4.4.06

Bondiola insospechada

En realidad la tendencia a la reclusión no está tan mal si la ves con mis ojos.
Podés pintar cuadros con la somera acción de imaginarlos, tan abstractos como son los pensamientos, tan aguados como debe ser una acuarela.
En este caso sin papel, sin pigmento, sin pincel; pero con inspiración, idea, vida y libertad creativa para lo efímero.
En definitiva, ¿qué cosa no lo es?
Podés inventar coreografías que nadie te enseñó, dignas de cualquier show para ciegos: bailar en braile, bailar en el aire, bailar deseos y desilusiones.
En este caso la danza será violentamente frágil, un pequeño sorbo de ineptitudes que nadie más que vos disfrutará con la pasión de todos los ríos, de todo lo que mata, de todo lo que arrasa las horas que se viven porque hay que apechugar.
En definitiva, ¿quién eligió todo esto que sucede?
Podés transfundir sangres con gusto a granadina, hacer magdalenas rellenas con chocolate, eliminar sales depresivas, aburrirte hasta retornar a la premura mágica de vivir más allá del sofá, del televisor, del teléfono y la espera pavota, ese cardúmen ecualizado de infelicidad.
En este caso no permitir que se mueva ningún nervio.
En este caso no desfallecer.
En definitiva, es lo que hay.


archivado en: el filo de Sofía