16.3.06

Sos el remedio sin receta y tu amor mi enfermedad

Aclaración importante o introducción al relato: todos los dichos aquí vertidos son producto de un estado alterado por alguno de los hermanos Moura, o por circunstancias espeluznantes de las cuales me acaban de apuntar características:

- Algo espeluznante es algo monstruoso y lleno de pelos.
- Sí, y los pelos son como púas, como espinas, como cosos que pinchan.
- O sea que tenés una buena excusa.
- La tengo, pero juro que esta excusa no se la deseo a nadie.
- Ví tus fotos en el flicky, ya de chiquita eras brava.
- Sí, pero de chiquita se me perdonaba todo. Era gordita y eso era gracioso, decía pelotudeces y la gente creía que que era simpática. A veces confundían inteligencia con ocurrencismos, incluso ahora, algunas veces me pasa. Los mayores me querían aunque no hacía nada en especial para lograrlo. Además no fumaba.
- Aprovecha estos días para dejar fumar.
- Buena idea.
- Bueno, te dejo porque tengo que buscar alguna mitocondria inexpugnable que me descaque. Si tuviera guita me iría con Potota.
- Menos mal que no tenés. Potota no te conviene.
- Es que no soy bueno para contemplar la luna sin azulejos.
- Aguantate entonces. En pocas horas vas a ser viejo y tengo larga experiencia cuidando ancianos.
- Yo no. No tengo pericia con enfermos.
- Ya sé, por eso es que llamé al médico.

Acá comienza el relato propiamente dicho:

Yo me enfermo poco. Me refiero a gripes, resfríos, anginas, y cosas así de nímeas, de comunes, de corrientes (y 348 segundo piso ascensor).
Conozco gente que se enferma mucho. Incluso conozco gente que se enferma casi todo el tiempo (y el tiempo no para).
Conozco gente que vive incubando futuras enfermedades que jamás llegan a desarrollarse y eso es casi como vivir enfermo (y vivir así es morir de amor, por amor tengo el alma herida).
Yo no. Yo no enfermo.
Me refiero a cosas del cuerpo. Las de la cabeza, las enfermedades del bocho son crónicas y vivo con ellas. A veces me molestan. Otras me entretienen bastante, me hacen compañía cuando la soledad de la salud me entedia (y para saber como es la soledad tendrás que ver que un amigo no está).
Pro me enfermo poco, eso es cierto. Si no fuera porque en el pasado destrocé mi hígado, casi se podría decir que gozo de buena salud (y que la salud no falte a toda la humanidad).
Pero hoy no.
Hoy estoy enferma.
O me siento enferma, lo cual puede no ser lo mismo a estarlo (y a mi burro, a mi burro le duele la nariz y el médico le ha dado agüita con anís).
El médico dice que es un virus, diagnóstico por default cuando no tienen ni idea de lo que pasa, cuando no quieren prescribir drogas, cuando quieren irse rápido a tomar una chocolatada o un whisky o cuando les espera otro paciente con un virus o cuando una amante o una esposa impaciente no deja de llamar al celular (besos por celular las momias de este amor piden el actor de lo que fui).
Me enfermo poco. Casi nada.
Pero hoy estoy enferma.
Y lo que tengo no es un virus, a menos que como dijo Burroughs y canta Laurie Anderson, sea un virus (y el lenguaje es un virus)
Por las dudas que sea cierto que tengo que quedarme en la cama hasta el domingo (y domingo, que buen pretexto das para cantarte), cosa que de ninguna manera pienso hacer, que si no me quedo no me curo, que si no me quedo capaz que muero. Por las dudas que sí sea un virus... mejor hasta el sábado (y el sábado a la noche te paso a buscar, a bailar el wadu-wadu que te va a gustar).

archivado en: historias de la vida misma y no podrá despegarse de su butaca