19.12.05

Pequeño tutiplén reincidente

Quiero creeer en los besos que curan
y esperar la medianoche de año nuevo.
Apretar fuerte los ojos y pedir con toda el alma
que haya otro refugio que el alcohol...


Pequeña Orquesta Reincidentes



Disparaba el viento arena

A comprar fasos en una ciudad donde todo esta prohibido, pero los pecados prescriben en el momento exacto en que fueron cometidos. Las veredas llenas de hojas amarillas, residuos de un otoño que no termina de morir. El viento, el sentido contrario del camino siempre eterno como el desvío que es tu vida. Tu vida que se cuela sin permiso y quiere quedarse un rato más.


Y contame de todo lo que como vos se derrumbó


No preguntes, seguí acariciándome. No pienses, no abras los ojos, no entiendas, no busques, no esperes, no trates, no seas.
Dejame que llore, dejame que ría, dejame hablar como una nena, seguí, seguí acariciándome.


Ceniza en la cara, brasa y cicatriz.


Sólo el mar puede salvarme. Así comienza una seguidilla de frases, una en cada hoja, una o dos por día, y en septiembre otra que dice: "y este día estaremos festejando". Hay algunas paradojas de la vida que me causan gracia, una gracia emparentada a lo tragicómico. Sólo el mar puede salvarme.
Viví cerca del mar cinco años en los que recuerdo haberlo visto sólo dos o tres veces. Una vez, una ola gigante atrapó mi medio metro, una ola gigante de sesenta centímetros. La sal en la garganta, la tos, el susto, el gran susto. Mar del Plata era muy diferente. En las fotos, mi vieja usaba una gorra de baño con cintitas de plástico. Ridículo, pero ella es tan hermosa que la gorra es un detalle mínimo.
Siempre quise haberme parecido a ella. El tiempo me dice que cada día me asemejo más pero no en su belleza. Sólo el mar puede salvarme.
Cerca del mar conocí al hombre que más quise en mi vida.
Lejos del mar voy a dejar de quererlo.


Sin dinero no puedo pensar (Se ve borroso)

Mirás hacia adelante y hay una gran montaña de bosta en la que vas a hundirte inexorablemente. A menos que todo de un vuelco de 180, 45, o como mínimo, de 30 grados.
Mirás hacia adelante y ves que eso no va a suceder.
Es un día de tantos como esos oscuros.
Mirás hacia adelante y no ves nada.


Cuanta memoria incendiada para llenar esas hojas que no te alcanzan


Algo así decían unas de esas palabras perdidas en la cobardía, en la negación de los deseos, en la escondi egoísta, que, con tal de perder, nunca llegó a la piedra libre.


Al ver de cerca se siente enseguida el olvido

No causa nada especial. Intento esforzarme, intento sentir algo diferente, sea melancolía, sea bronca, sea tristeza, sea ternura. Sin embargo, sigo frecuentando a diario caminos parecidos y no me causan nada especial. La mente es tan fuerte que logra, en poco tiempo una adaptación a la condición de siempre, la que te conocés de memoria, esa adaptación que por un rato creíste (la mente hizo que lo creyeras) era un cambio, te convertiste en otra cosa, tu vida, tu lugar en el mundo, el amor, el amor andreaboquense, es así, volvés fácilmente al estado natural, al confortabily numb, a la anestesia parcial.


Julio soñar sin dios ni patrón y que al fin me quieras


Vientos como esquirlas que se clavan en pechos que antes no dormían.
Lo que ha muerto no se desentierra así de fácil. Lo que está vivo no se ve si no abrís bien grandes los ojos.



La espuma brinda con su nariz

Dejà vous. Sopa, sopa, ¿Otra vez sopa? No hay remedio para la enfermedad de tener que vivir adorando a un recuerdo enclenque que, cada día se aleja, se aleja, se aleja y es como borra adormecida en el fondo de un vaso de vino.


No ve mucho más porque mira para abajo

Hacia el inframundo personal donde nada feliz está permitido: la esperanza, la ilusión. No está bien bailar, no es bueno soñar. El amor es un bien de descarte, amar es una distracción torpe. (Casi vuelvo, casi enfermo, casi arrugo y me distraje y me quedé).

Gracias a  Pequeña Orquesta Reincidentes

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