13.5.05

Tutiplén a boca de jarro

Maxi y Miliano, los podólogos que pisaron bosta en un amanecer rancio


Es como un rumor, un suave ronroneo de gato que se siente en el estómago y te retiene líquidos, te hincha, te dispepsia como un tren loco que recorre vías muertas, destinos sin regreso, regresos sin sentido, sentidos opuestos, opuestos que se atraen, atracciones irremediables.
Charly García debiera dedicarse a cantar solamente en inglés. Sería nuestro Tom Waits vernáculo.


Maxi y Miliano, responsables de La noche de los panzottis.


Flipado, resquebrajando el marco de la puerta que amorosas manos tallaron con un rencor apacible. Asido a tu macutito insostenible, arqueado sobre el ángulo de mayor fastidio, la campera pesaba una década sobre tus hombros apecados y la salsa hervía sus iras.
La cena no fue lo que debería haber sido, sin embargo, los panzottis estuvieron de re-chupete, a pesar del sabor amargo que no provino de ningún ingrediente más que el de la ausencia muerta de pena.


Maxi y Miliano fueron víctimas de un timo


Decía alguna vez Andrea que el orín combate la depresión. Y vengo meando a troche y moche.
Es por el agua. Todo es producto del agua.
El agua es risa.
Y la risa cura hasta el mal de amor.


Maxi y Miliano, los locos de la motosierra


Me dice que es un árbol que extiende sus raíces en forma horizontal, que por eso es que, en su sed eterna de expansión y de agua, arremete con todo lo que se interponga a su paso.
Me dice que por eso las grietas en las paredes, el desnivel de la estructura, por eso todo lo que lentamente se va haciendo añicos.
Estamos convencidos de que la solución es drástica. Hay que cortar las raíces.
Pero todavía no estamos preparados. Y ojalá que el "todavía" sea un rotundo e irrevocable "nunca".


Maxi y Miliano, el esquizofrénico que comía chipá en cantidades imposibles de aceptar


Se resignifican lugares que fueron, al principio, símbolo de unión y después escenarios que no queríamos volver a transitar.
La habitación hoy es un cambalache informático difícil de inventariar. Mi mayor resistencia reside en conservar este nuevo lugar, porque ahora es nuestro y perderlo sería perderte.
Amo cada una de las cajitas que organizamos, cada una de las fuentes quemadas, todas las placas de red que se encaprichan en elegir el lugar donde expresarse, los monitores muertos, los que habremos de revivir, los motherboards reparados y también los que ya murieron y constituyen el ornamento del desbole.
Te amo. Y por no hablar de fututo no hablo de sexo, de amor full time, de plentys furtivos ni de confundo amor con proyectos de vida (aseveración que le tomé prestada a Asakhira).
Por hablar de futuro, hablo de máquinas: mi resistencia, nuestra resistencia, la resistencia de hoy.


Maxi y Miliano, clones inmersos en un futuro promisorio


No creo que sea políticamente correcto comer pickles a las ocho de la mañana.
Si a las ocho de la mañana se nos diera por cojer como conejos y cojiéramos como conejos, esto no sería, de ninguna manera, tema de debate.
Es más, esto no se plantearía cual noticiero de infobae, esto no sería ni la más somera idea de ningún ente trasnochado, esto no sería más que un do not disturb.
El frasco de pickles, incólume (por ahora).