5.5.05

La media concha de la luna

Y la luna estaba partida al medio. Seguía hermosa como se precia a una luna que se precie de luna. Era una luna que era media luna, pero no por cuestiones del cosmos sino por caprichos de nubes.
Y allí estuvimos ella, yo y la luna, paradas en mitad de Juan B. Justo desangrando el momento, tratando de ser lo más inclementes que nos fuera posible, entre el humo agridulce y los vidrios partidos en el baúl del auto. Teniendo la plena conciencia de que esa luna era la media concha de la luna, elaborada exclusivamente para nosotras dos.
Las dos prometimos escribir algo sobre ella, sobre la luna, sobre la concha de la luna.
Había en mi cabeza un gran relato, con detalles pormenorizados del evento, con sensaciones tan únicas y envidiables, con tresdés y fundidos a negro tan perfectos que casi nadie se enteraría de cuál era el final.
Tenía algo más que eso: pero cuando morimos y resucitamos en lapsos tan cortos de vida, todas las ideas, todos los fantasmas, todas las fantasías son barreras que no habilitan grandiosos relatos.
Es posible que la media concha de la luna sea completada por ella, la hermosa de los ojazos celestes.
Y entonces la media concha, sea la definitiva concha de la luna.

Apdeit:
la mitad de una ostia gigantesca, una enorme moneda de nácar que algún dios trasnochado deslizaba por una ranura del cielo
Aquí la concha definitiva.