3.4.05

Tutiplén in the sky with diamond

Volutas desesperadas

La primera vez que soñé que se me caían los dientes me creí muy especial. Pensé que mi sueño era algo único, revelador, inusual. Creí que mi sueño definía, de alguna manera, mi forma de ser: ultramarginalundernegrapodridísima.
Creo que la primera vez que soñé que se me caían los dientes fue en vísperas de alguna inauguración de exposición. Capaz que la primera, o la segunda. Ya no me acuerdo, pero sí recuerdo que en ese momento pensé que soñar aquello era algo absolutamente extraordinario, e incluso, premonitorio.

Más tarde, luego de cuatro o cinco sueños similares en vísperas de situaciones determinadas: viajes, divorcios, compras de zinguerías, depilaciones, etc., Eugenio Barragán, un psicólogo de nacionalidad catalana(*) que purga su condición maligna de psicólogo ejerciendo los oficios más denigrantes y duros para ganarse el pan, me dijo que mi sueño era un sueño común. Creo que habló de algo de "miedo universal".
Eso me hizo un plif horrendo justo acá.
A partir de ese momento dejé de sentirme grandiosa. A partir de ese ese momento dejé de soñar y el inconsciente pasó a ser un ente ameboidal, un tonto toc-toc, un aceite de ballena manufacturado.
Esto que es ahora: la clara inconsistencia de lo que no hay.

9 de Julio life

Y en este preciso instante hay un muchachito de ojos verdes que cuida que no se afanen los caños de la obra de la avenida.
- Esta es la vida del pobre, dice.
También hay un flaco pelado remolcando a algún desafortunado al que se le cortó el cable del embrague. El flaco pelado es adicto a los bingos y conoce cada uno de ellos de cada una de las ciudades donde le toca en suerte llegar con su remolque y su auto herido.
- Es el único sitio donde hay gente, dice.
Hay, en la 9 de Julio, varias familias que viven en la entrada del estacionamiento que está en Sarmiento y Cerrito. Hace un rato los desalojó la cana.
- Vamos a volver siempre -dicen-, esta es nuestra casa.

Ni yankies ni marxistas

Me dieron ganas de hablar con todos esos estúpidos inoperantes que no cruzaron en su puta vida la Gral. Paz. Decirles que no sirven de nada todas sus estériles arengas o sus sesudos empeños pseudo intelectuales por mostrar que son gente cool, grandes personas, justas y progresistas.
Nada sirve mientras sus culitos fofos se queden sentados en el sillón de sus casitas viendo dividís de películas pakistaníes.
Nada de lo que digan o piensen tiene ninguna validez porque no han visto a "La Murga Los Piratas" en la canchita "El Pampero".
Viendolos bailar me dieron muchas ganas de matar a un intelectual. O a dos.

La hora del alfajor

Hay quienes pueden pasarse así media vida. No sé si tendré la paciencia suficiente, pero me queda media vida para intentarlo.


(*)Sí, en Catalunya hay psicólogos. Lo juro.