19.4.05

Humo negro y aullido de mono

Si hubo algo que marcó la genuina liberación femenina, eso no fue ni la pastilla anticonceptiva, ni el derecho a voto, ni el punto G ni la depilación definitiva. Fue el lavarropas automático.
Si en algún momento alguna persona, en una charla intrascendente, hubiese aseverado que nada es imprescindible, yo hubiera refutado que no, que dentro del cúmulo de calamidades e infortunios que hacen que la vida no sea algo que podría clasificarse como "llevadero", sí hay algo imprescindible: el lavarropas automático.
Un derecho humano inalienable.

Me siento miserable, abandonada, sola, ultrajada.
Y no se lo deseo a nadie. Ni siquiera a Arjona, a Johansen, a D'Argelos, a los de Árbol.
Así es mi amor por la humanidad.
No guardo rencor ni tengo deseos de venganza.
Pero que venga el técnico ¡YA!
O no respondo de mí.