7.2.05

Knocking on heaven's door

Me gusta el Papa. Tiene una cara de abuelito bueno que me produce un efecto relajatorio, parecido a cuando hacés yoga o tomás diazepán.
No tengo creencias del tipo religioso, no tiene que ver con dios ni con los anillos esos que usa.
Pero me gusta el Papa. Así, todo blanquito, con ese gracioso gorrito. No sé, me da como ternura
Pero más me gusta el Papamóvil. En verdad se lo envidié siempre. A mi me encantaría tener uno de esos y viajar a Chascomús por el antiguo Camino Real. Ese camino que tomaban los virreyes cuando querían ir a mojarse las patas a la laguna.
Ir saludando a los blogósfers amigos, que me viven, que me pancarten, que me banaglorien.
Y hacer así con la mano, igual que él.
Ya sé. Un papamóvil se puede hacer con una F 100, poniéndole un toldito detrás, se puede hacer con un convertible o con un Peugeot 504 de esos que vienen con techito al cielo. Incluso, se puede hacer con un sulky, si uno no tiene grandes pretenciones.
Pero no es lo mismo.
Me gusta el Papa y me gusta el puré de papas. Eso sí, con papas blancas no tanto. Sale aguachento, tienen poco sabor.
No conocí a mis abuelos. Pero ví fotos y uno de ellos era un griego peludo y bastante fulero. Nada que ver con el Papa. Pero igual me gusta. Me refiero a mi abuelo, no al Papa, en este caso. Aunque el Papa me gusta.
Mi abuelo no tenía Papamovil, pero tenía una moto. Y también tenía árboles frutales y una huerta.
Además era actor, igual que el Papa.
Y se murió muy jóven. En eso no hay coincidencias.
Y la verdad es que me da un poco de bronca.