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Entonces sumerjo la cabeza en una niebla de insectos silbadores, intento revelar los misterios que la razón ocultó durante siglos y tomo forma incorpórea reconstituyéndome por fragmentos temporales que se abrazan como amantes a la espera del milagro que la bestia etérea, con el rostro tatuado por noches e insomnios, derrochó en audacias que ahora sólo pueden inanimar cucharitas que brillan como bocetos transparentes cuya única función será evitar nuevos atentados, esquivar gambetas tristes del color del silencio cuando ofrece su espíritu y embriaga los instantes del alarido sordo de una página en blanco y no hay caso, no resulta, pa' mí que el CD está cagado.