29.8.04

El dedicado

A Luisito mío


Terrores que se diluyen, dudas que se esfuman.
Una música nos abarca, nos hace tan precisos.
Una música nos detiene el infinito en cuatro compases
que revuelven mil palabras convertidas en un gesto.

Ese gesto tuyo y tan mío.

Alguna vez creí que el amor podía ser un rostro.
Quise verlo, anudé poncios pilatos en pañuelos,
le recé en silencio a mil dioses ebrios, discordantes.

Muchas otras me detuve en caras fantasmales,
entre sábanas que no sabían a ningun perfume familiar,
y eran como sudarios que de santos no tenían nada.

Una música nos encuentra y nos envuelve
Me devuelve ese gesto que es tan mío cuando me mirás
El amor (tu amor) al fin tiene rostro.

Tu rostro, ese rostro tuyo.