15.7.04

Papar moscas

Juntos de la mano como tres enanos,
en la tarde celestial

G. Cordera



Entonces no me acuerdo dónde es que habíamos quedado. Posiblemente jamás hayamos quedado. O sí, tal vez era que ibamos a encontrarnos en una primavera llena de escorpiones verdes de esos que expelen unas sales raras por el esfínter y te convierten en plantas de alcahucil.
Lo cierto es que sí hay algo importante que debí decirte en su momento y no lo hice porque estaba ocupada en ciertos avatares, en algunas tareas prometedoras, en inquietantes fórmulas para inventar novedades de esas que ya no quedan.
Y ahora no lo recuerdo.
Me refiero a que olvidé que era aquello tan importante que debía comunicarte y, es tal mi desasosiego cuando suceden estos desajustes oscuros de la memoria, que intento intercambiar ese pensamiento que no fue, por este que ahora es y tiene la significación de una liendre muerta entre algodones, una frágil e inocente liendre asesinada por hábiles manos dedicadas amorosamente a la limpieza y desinfección de las cabelleras de sus amados párvulos que mañana, seguramente, tampoco se acuerden de agradecer como corresponde esa acción abnegada y, posiblemente, tampoco ninguna de las otras cosas que, en pos de sus bienestares y felicidades se hacen cotidianamente por ellos.
Lo cierto es que no me acuerdo en dónde es que habíamos quedado.
Así que mejor no digo nada.